Bloqueado en Suecia con 12 años: por qué la reagrupación familiar es crucial para los refugiados

Omar, un refugiado sirio, tenía sólo 12 años cuando llegó por accidente solo a Suecia. Tuvieron que pasar meses de lágrimas, preocupación, correos electrónicos y llamadas de teléfono para que sus padres y su hermano mayor pudieran reunirse con él. En un momento en el que Dinamarca propone retrasar la reagrupación familiar hasta cinco años, la historia de esta familia demuestra, sin embargo, que merece la pena luchar por el derecho a una vida familiar.

“Dormía en tejanos, en vez de con pijama”, cuenta Maha Khadour, la madre de Omar (imagen superior), mientras recuerda el verano de 2012 en el que las bombas empezaron a caer en su barrio en Siria. “Nunca sabías cuándo tendrías que huir”.

Aunque era veterinario y no médico, su marido Mohannad ofrecía asistencia médica a los vecinos heridos que temían que los detuvieran si acudían al hospital público a pedir ayuda. Cuando empezaron a circular rumores de que el gobierno estaba buscando a Mohannad, él y Maha huyeron con sus dos hijos, Ali, de 19 años actualmente, y Omar, que ahora tiene 14, a la vecina Turquía.

No fue hasta unas horas después, cuando Omar se encontraba totalmente solo en el aeropuerto de Estocolmo, que se dio cuenta de que su padre no había llegado.

Maha, la madre de Omar

Esperaban poder viajar hacia Europa, pero pronto se hizo evidente que ir de forma legal no era posible. Maha afirma que por ser sirios palestinos tenían pocas esperanzas de poder obtener el permiso de residencia que se necesita para poder trabajar y estudiar. Además, les robaron la mayor parte del dinero. Cuando la crisis de refugiados se intensificó en la región (Turquía acoge a más de dos millones de refugiados sirios), la familia quedó atrapada.

“Intenté enviar mensajes a 10 embajadas y consulados europeos en Estambul en los que les explicaba nuestra situación”, dice Maha. “Nunca recibí respuesta. Ni siquiera podíamos entrar [a los edificios]”.

Solo en el aeropuerto de Estocolmo

La familia intentó, frustrada, volar un par de veces a Europa. Pero al no tener un visado de entrada en la UE, los pararon ambas veces. Al final, Mohannad lo intentó una tercera vez con Omar y una traficante que se hizo pasar por su madre. La policía turca paró a Mohannad de nuevo, pero Omar pudo pasar sin que nadie se percatara.

No fue hasta unas horas después, cuando Omar se encontraba totalmente solo en el aeropuerto de Estocolmo, que se dio cuenta de que su padre no había llegado.

“Fue horrible”, dice su madre. “Envié cientos de mensajes a la embajada sueca en la que les decía: ‘Mi hijo está ahí, por favor, tengo que ir a por él’. Sólo tenía 12 años”.

Mohannad y Maha en su nueva casa en Uddevalla, Suecia.
Mohannad y Maha en su nueva casa en Uddevalla, Suecia.

Reagrupados

Cuatro meses después, Omar obtuvo el permiso de residencia y el derecho a la reagrupación familiar, garantizado por la legislación internacional y europea. En agosto de 2014, sus padres y su hermano mayor se reunieron con él.

Cuando llegaron a Suecia, algunas cosas les parecieron sorprendentemente familiares:  “Cuando llegamos a Uddevalla [una localidad del suroeste de Suecia], mi marido y mis hijos se reían de mí –cuenta Maha– porque de vez en cuando decía: ‘Mira el césped, mira la montaña, es igual que en mi pueblo [en Siria]”.

“Empecé a trabajar como profesora de inglés y era maravilloso. Me siento mejor cuando puedo enseñar a los niños. Mi marido aún está estudiando sueco. Para él es más difícil, ya que ha trabajado como veterinario durante 20 años y es un experto en su materia. Para poder trabajar aquí necesita estudiar la lengua durante tres años y luego ir a la universidad durante otros dos”.

Mi sueño para el futuro es volver a mi país.

Maha

Caminar de Grecia a Alemania

Hace poco, Maha y su familia han reservado una habitación de su pequeño apartamento para dos personas más. Su joven sobrina Rahaf, de cinco años, y Noor, su hermano mayor de 19, han llegado después de un peligroso y solitario viaje a pie por Europa.

“Les llevó 20 días”, dice Maha. “Rahaf tiene cinco años, no tendría que haber caminado de Grecia a Alemania.”

“Fue una experiencia horrible para ella, siempre está hablando de la policía”, continúa. “Tuvieron miedo de la policía en todos los países en los que estuvieron. Le he dicho que aquí la policía está para ayudarte. Pero aún la teme.”

El duro viaje que Rahaf y Noor se vieron obligados a emprender es un síntoma de un problema mucho mayor: para la mayoría de personas refugiadas, a pesar de que tienen derecho a solicitar asilo y obtener protección en el extranjero, llegar a Europa de manera segura y legal es casi imposible.

El derecho humano a la vida familiar

En el caos de la crisis de refugiados mundial, familiares cercanos acaban separados por muchas razones. Para ellos, la reagrupación familiar es una de las pocas vías legales que les permiten estar juntos de nuevo. “No habría podido llegar a Suecia si no hubiera sido porque mi hijo ya estaba aquí”, afirma Maha.

Pero ahora, incluso el derecho humano a la vida familiar corre peligro con cambios legales como los que propone Dinamarca, que podrían obligar a los familiares cercanos a esperar hasta cinco años para volverse a ver. Esto se produce a pesar de que hay investigaciones que demuestran que el apoyo de la familia es crucial para las personas refugiadas y las ayuda a afrontar el trauma e integrarse en la nueva sociedad.

Y cuanto más difícil sea para las personas refugiadas encontrar protección en el extranjero, más gente se verá obligada a viajar en condiciones infernales, caminando durante semanas soportando un frío extremo y arriesgando sus vidas en botes hinchables, para encontrar un lugar seguro.

Maha en su casa de Suecia. “Mi sueño para el futuro es volver a mi país”, afirma.
Maha en su casa de Suecia. “Mi sueño para el futuro es volver a mi país”, afirma.

Sueños para el futuro

Maha cree que la situación actual es “demencial”. “Si estos gobiernos pudieran hacer una sola cosa, podrían al menos ayudar a la gente a venir de una forma normal”.

“Mi sueño para el futuro es volver a mi país”, afirma. “Por la noche sueño que vuelvo a esos pueblos que amaba. Y a veces pienso en cuántos familiares he perdido en este conflicto. La mayoría de ellos ha muerto.”

“También pienso mucho sobre lo que uno puede hacer para conseguir un cambio real. Quizá por eso me gusta tanto ser profesora. Sé que lo que pueda enseñar hoy a una niña, lo utilizará en el futuro. Y eso es bueno. Quizá sea una manera de generar ese cambio”.