Cruel, discriminatoria, injusta y degradante: la pena de muerte en 2008

El año pasado en Asia fueron ejecutadas más personas que en ninguna otra parte del mundo. China llevó a cabo más ejecuciones que todos los demás países juntos. En cambio, en Europa sólo un Estado continúa utilizando la pena de muerte: Bielorrusia.

“La pena de muerte es la forma más extrema de castigo cruel, inhumano y degradante. Las decapitaciones, electrocuciones, ahorcamientos, administraciones de inyecciones letales, fusilamientos y lapidaciones no tienen cabida en el siglo XXI”, ha manifestado Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, al presentar la organización las cifras sobre el uso de la pena de muerte en 2008.

El informe Condenas a muerte y ejecuciones en 2008, ofrece una perspectiva general de la pena de muerte en el mundo y revela que, entre enero y diciembre de 2008, al menos 2.390 personas fueron ejecutadas en 25 países del mundo y al menos 8.864 fueron condenadas a muerte en 52 Estados.

La segunda región donde más ejecuciones se llevaron a cabo fue Oriente Medio y el Norte de África: 508. En Irán, la lapidación y el ahorcamiento fueron dos de los métodos crueles e inhumanos utilizados para ejecutar al menos a 346 personas, entre ellas 8 que eran menores de edad en el momento del delito. En Arabia Saudí, donde el método de ejecución suele ser la decapitación del condenado en público, seguida, en algunos casos, de su crucifixión, se ejecutó al menos a 102 personas.

El informe también detalla los países en los que se impusieron condenas de muerte en juicios injustos, como Afganistán, Arabia Saudí, Irán, Irak, Nigeria, Sudán y Yemen.

En el informe se trata la manera discriminatoria en que se aplicó a menudo la pena de muerte en 2008, cuando se impusieron un número desproporcionado de condenas a personas pobres y a miembros de minorías y comunidades raciales, étnicas y religiosas en países como Arabia Saudí, Estados Unidos, Irán y Sudán.

Asimismo, el riesgo de ejecutar a inocentes persiste, como muestran los casos de cuatro condenados a muerte que fueron excarcelados en Estados Unidos por haberse demostrado su inocencia.

Muchos condenados a muerte se consumen en duras condiciones de reclusión y soportan penalidades psicológicas. Por ejemplo, en Japón es habitual no informarles de su ahorcamiento hasta la mañana misma en que se lleva a cabo éste, y a sus familias no se les comunica hasta que ya ha tenido lugar la ejecución.

“La pena capital no es simplemente un acto, sino también un proceso legalizado de terror físico y psicológico, que culmina con la muerte de la persona a manos del Estado. Es preciso ponerle fin”, ha manifestado Irene Khan.

La mayor parte del mundo está avanzando en la dirección de la abolición de la pena de muerte, pues sólo en 25 de los 59 países que la mantienen se registraron realmente ejecuciones en 2008. No obstante, Amnistía Internacional ha advertido de que, a pesar de esta tendencia, siguen imponiéndose centenares de condenas de muerte en todo el mundo.

Sin embargo, los avances se vieron menoscabados en 2008 por países como San Cristóbal y Nieves, donde tuvo lugar la primera ejecución llevada a cabo en América, fuera de Estados Unidos, desde 2003, y Liberia, donde se reintrodujo la pena de muerte para los delitos de asalto, terrorismo y secuestro de vehículos. Sólo dos ejecuciones se registraron oficialmente en el África subsahariana en 2008, pero se condenó a muerte al menos a 362 personas.

“La buena noticia es que sólo llevaron a cabo ejecuciones un pequeño número de países, lo que muestra que estamos más cerca de conseguir un mundo sin pena de muerte –ha señalado Irene Khan–. En cambio, la mala es que son centenares las personas que siguen siendo condenadas a muerte y sufriendo en los numerosos países que no han abolido aún formalmente la pena capital.”