El bloguero mauritano Mohamed Mkhaïtir cuenta cómo fueron sus primeros días en la cárcel
El bloguero mauritano Mohamed Cheikh Ould Mkhaïtir fue arrestado el 2 de enero de 2014 por escribir una entrada en un blog sobre la esclavitud y la discriminación, y quedó en libertad el 29 de julio de 2019, tras pasar casi cinco años detenido. Acusado de apostasía y de insultar al profeta Mahoma, Mkhaïtir fue condenado a muerte el 24 de diciembre de 2014. El 9 de noviembre de 2017, un tribunal de apelación redujo su condena inicial a dos años de prisión, que ya había cumplido, y al pago de una multa. Sin embargo, las autoridades lo mantuvieron detenido y no lo pusieron en libertad hasta julio de este año. Mkhaïtir está en Europa, desde donde ha escrito este blog para contar sus condiciones de detención y dar las gracias a Amnistía Internacional, que dirigió la campaña en favor de su liberación.
No es infrecuente, especialmente en África y en el mundo árabe, que la gente sea arrestada y encarcelada por sus opiniones. Esto es lo que me sucedió el 2 de enero de 2014 en mi propio país, Mauritania. Simplemente había publicado una entrada de blog sobre la esclavitud y la discriminación que sufre la clase marginada de los herreros, a la que pertenezco.
Entonces me arrestaron y me detuvieron en régimen de aislamiento, con moscas y cucarachas como única compañía. Los primeros días me dormía oyendo voces en el interior de la cárcel que decían que querían verme muerto, y por la mañana me despertaba entre gritos del exterior que pedían que me mataran.
Así un día tras otro, iba perdiendo la esperanza de que mi suerte cambiara. Ninguna de las personas que me rodeaban quería que siguiera con vida. Sin embargo, trataba de convencerme de que vivía en un país en el que imperaba el Estado de derecho y creer que la principal función de los abogados era defender el derecho de todas las personas detenidas a un juicio justo que conduzca a su puesta en libertad.
¡Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que muchos de los integrantes del sistema judicial estaban a favor de mi muerte! Me resigné a creer que no había esperanza…
Entonces, el 25 de julio de 2015, cuando estaba acurrucado en mi celda, aislado, llegó hasta mí el sonido de la puerta que daba al corredor y el tintineo de unas llaves tan grandes y pesadas como las botas del guardia que las giraba en la cerradura.
La puerta se abrió mientras yo me preguntaba: “¿Por qué vendrán los guardias ahora?” No era parte de su rutina habitual. ¿Qué pasaba?
El guardia se acercó a mí, el ceño fruncido en la cara hosca, y con una voz llena de odio, me dijo: “Tienes visita”.
Esa visita abrió de par en par las puertas de la esperanza. Me hizo sentir que no estaba solo y que había otras personas que, como yo, dedicaban su vida a defender a las personas oprimidas, sin distinción de color, etnia, género o religión…
Aquellas personas creían en el derecho de todo ser humano a la libertad, y también a la libertad de opinión y expresión. Son de las pocas personas que llevan esperanza a las demás, que luchan por difundir la cultura de la vida y trabajan incansablemente para llegar a los lugares más recónditos en defensa del Estado de derecho y del respeto para los derechos humanos.
El 25 de julio de 2015, la esperanza me vino a visitar y rompió mi aislamiento. Esa esperanza, llamada Amnistía Internacional, se presentó encarnada en Kiné-Fatim Diop y Gaëtan Mootoo. Aunque era la primera vez que los veía, tuve la sensación de que nos conocíamos de siempre. Fue como si estuviera ahí sentado bromeando con unas amistades o con algún familiar…
La visita de Amnistía Internacional abrió de par en par las puertas de la esperanza. Me hizo sentir que no estaba solo y que había otras personas que, como yo, dedicaban su vida a defender a las personas oprimidas, sin distinción de color, etnia, género o religión…
Mohamed Cheikh Ould Mkhaïtir
Amnistía Internacional es una de las organizaciones que desempeñó un papel fundamental en mi liberación. Kiné-Fatim, Gaëtan y sus colegas hicieron campaña incansablemente y llamaron a todas las puertas de la esperanza posibles. Yo fui una de las personas para las que se abrieron esas puertas de la libertad.
Por eso quiero dar las gracias a Amnistía Internacional. Aunque el tiempo, tan injusto, me negó la oportunidad de volver a ver a Gaëtan. Gaëtan falleció antes de que yo quedara en libertad, pero vivirá eternamente en la conciencia humana. ¡Descanse en paz tu hermosa alma, amigo al que sólo vi una vez, hermano que desapareció en un abrir y cerrar de ojos!