Desde 2017, Amnistía Internacional forma parte de un movimiento global para abrir nuevas rutas hacia la seguridad a través del patrocinio comunitario.
Los programas de patrocinio comunitario unen a gobiernos, sociedad civil y organizaciones como ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en la labor de empoderar a personas y comunidades locales (llamados “patrocinadores”) para acoger a personas refugiadas y ayudarlas a rehacer su vida. Los patrocinadores proporcionan apoyo emocional y ayudan a realizar tareas prácticas, como buscar vivienda, matricular a los hijos en centros escolares y aprender la lengua local.
Gracias a este esfuerzo colectivo, más de un millón de personas refugiadas han sido acogidas por millones de patrocinadores en todo el mundo desde 2017. Hemos hablado con personas de Argentina, Australia, Irlanda y Reino Unido cuyas historias reflejan el impacto transformador que puede tener el patrocinio.
La historia que viene a continuación es la de Fawzyah, que tuvo que marcharse de Afganistán en 2021, y de cómo con la colaboración de un grupo de patrocinio comunitario que los acogieron a ella y a su familia en Irlanda pudieron reconstruir su vida y ahora ella ayuda a otras personas a instalarse en sus nuevos hogares.
El 15 de agosto de 2021 fue un día terrible en Afganistán. Mientras los talibanes tomaban el control de Kabul, miles de personas abandonaban sus hogares en dirección al aeropuerto para intentar huir del país. La gente tenía miedo. Entre la multitud que corrió en busca de seguridad aquel día estaban Fawzyah, su esposo Fawad y su hija de corta edad. Vivir sometidos al control de los talibanes era impensable.
Tras varios intentos fallidos de abandonar el país, la familia logró llegar a Irlanda y fue reubicada en una zona remota del país destinada a las llegadas de emergencia desde Afganistán, donde tenía acceso limitado a servicios e instalaciones. Finalmente, fue presentada a un grupo de patrocinio comunitario en la localidad de Naas, al oeste de Dublín, y se le ofreció la oportunidad de mudarse allí. Frieda y Ciara dirigían el grupo, y hoy recuerdan lo nerviosas que estaban. “Sólo nos importaba que les gustara Naas, no sabíamos qué pensarían.” No tenían que haberse preocupado.
Fawad dice que, en cuanto llegó a Naas, se sintió como en casa. “Me recordaba a mi ciudad natal”, y eso no se lo esperaba. Una vez que estuvieron todos, el equipo de patrocinio comunitario al completo se puso manos a la obra y enseguida estuvieron listos para dar la bienvenida a la familia. Cuando Fawzyah llegó, ese mismo día descubrió que tenía todo lo que necesitaba. Durante un mes y medio no tuvieron que comprar nada, ¡había de todo esperándoles!
Muy pronto se integraron en la comunidad local. Eso hizo que Fawzyah sintiera que no estaba sola, que ya tenía amigos. El apoyo del equipo de patrocinio comunitario significaba que ahí había una familia para ellos desde el primer día. Además del contacto diario, el grupo al completo, junto con sus familias, solía reunirse en el precioso hotel Killashee House. Allí han tenido reuniones memorables, cargadas de amor y risas. Fawzyah dice que tiene una fotografía del grupo completo tomada allí y que, cuando la mira, le da paz. Es su familia de patrocinio comunitario.

No mucho después de llegar a Naas, Fawad y Fawzyah tuvieron otra hija, nacida en el hospital Coombe de Dublín. Fawzyah era muy conocida entre la población local gracias a Ciara, quien la presentó a varias amistades que vivían junto al concurrido hospital. En una zona conocida por la falta de zonas de aparcamiento, Fawad ahora tiene múltiples ofrecimientos de plazas para poder llevar a su esposa a sus revisiones periódicas en el hospital. ¡Los brazos de apoyo traspasaron con mucho las fronteras de Naas!
Su recién nacida no ha impedido a Fawad y Fawzyah seguir creando vínculos con la comunidad. No sólo ofrecen apoyo a otras personas (Fawzyah visita regularmente a uno de los miembros de mayor edad del grupo de patrocinio comunitario, que vive solo) sino que además han asumido funciones de liderazgo en la organización de eventos comunitarios, como un festival de cocina intercultural y, hace poco, un acto de recaudación de fondos para Gaza, donde los platos cocinados por Fawzyah causaron sensación en la ciudad. Freida y Ciara coinciden en que actos así iluminan toda la ciudad y juntan a personas que, a pesar de llevar muchos años viviendo en la misma zona, no se conocen.
Fawzyah dice que ser parte de la comunidad, pertenecer a una familia, es el “mejor sentimiento de todos”. Dice que, cuando habla con sus parientes de Afganistán, se refiere al grupo como su “segunda familia”.
Fawad, además, es copresidente del grupo de patrocinio comunitario desde hace poco y, junto con Fawzyah, trabaja para apoyar el siguiente proyecto de patrocinio comunitario. Querían ofrecer la misma ayuda que la comunidad les ha brindado a ellos. Frieda no puede evitar sonreír con orgullo al acordarse de Fawyzah —cuyo estilo causa gran admiración entre sus amigas— poniéndose en pie para hablar en un evento reciente cuando la timidez impedía a los demás hacerlo. Dice que Fawyzah mostró su elegancia y su fuerza con una nueva luz: la de la lideresa comunitaria en la que se ha convertido.

Para Ciara y Frieda, la experiencia del patrocinio comunitario ha sido como nunca imaginaron que sería. “Te cambia la manera de vivir la vida, y para los niños y niñas es una experiencia única.” Ambas coinciden en afirmar que su mundo se ha abierto, no sólo a Fawad y Fawzyah, sino a otras muchas nacionalidades que viven en su comunidad. “Recibes mucho más de lo que das. El patrocinio comunitario es como la pieza que falta para unir a la humanidad.”
Todos están de acuerdo en que el patrocinio comunitario no tiene que ver contigo como individuo, sino con la unión entre personas, el respeto mutuo y el establecimiento de relaciones. La gente no se fija en las diferencias, se fija en las personas. Funciona porque no tiene que ver con tu entorno ni con tus creencias culturales o religiosas. Es una cuestión de humanidad.
Para Fawyzah, el patrocinio comunitario trata del sentido de pertenencia. Dice que cuando vivían en Afganistán pensaban que en Occidente la gente no se ayudaba. Ahora sabe que no es verdad, y lo importante que es la familia. Y no se trata sólo de ella. Ahora puede tener sueños para sus hijos y construir una vida hermosa para ellos. Todo es posible.