Europa Oriental y Asia Central
Persistía el ataque intenso y constante a las libertades y los derechos humanos, avivado por la guerra en curso de Rusia contra Ucrania, que condujo a un endurecimiento del autoritarismo en toda la región. Los gobiernos persiguieron a quienes defendían los derechos humanos, reprimieron la disidencia y a menudo criminalizaron de hecho el derecho a la libertad de expresión y la información independiente sobre derechos humanos, calificándola de “noticias falsas” e intentos de “desacreditar” políticas o instituciones. Las perspectivas de una promoción y protección efectivas de los derechos humanos eran poco esperanzadoras.
La guerra pasó a ser la “nueva normalidad” en la región. El bloqueo impuesto por Azerbaiyán a una ruta clave al territorio escindido de Nagorno Karabaj originó una crisis humanitaria que puso en peligro miles de vidas, y su posterior ofensiva militar causó el desplazamiento de más de 100.000 personas a Armenia prácticamente de un día para otro.
La incesante agresión de Rusia contra Ucrania se convirtió en una guerra de desgaste, y la lista de crímenes de guerra y otros crímenes de derecho internacional no dejó de crecer. La población civil, incluida la infantil, soportó terribles sufrimientos merced a la pérdida de vidas y las lesiones, la destrucción de viviendas e infraestructuras básicas, los desplazamientos masivos continuados, y el peligro y la destrucción medioambientales.
Las iniciativas para establecer mecanismos internacionales de justicia a raíz de la guerra en Ucrania, incluido uno sobre el crimen de agresión, fueron infructuosas. La Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de detención contra Vladimir Putin, pero eso no impidió al presidente ruso visitar Arabia Saudí, Kazajistán y Kirguistán, entre otros países no Partes en el Estatuto de la CPI.
Aparte de los conflictos militares, la discriminación y las represalias contra minorías religiosas eran comunes. La tortura y otros malos tratos seguían siendo endémicos y las personas sospechosas de responsabilidad penal disfrutaban de impunidad. Persistían los altos niveles de violencia contra las mujeres y de violencia de género en el ámbito familiar. Los derechos relativos al género estaban en retroceso. La contaminación del aire, principalmente debida a los combustibles fósiles, perjudicó seriamente a la salud humana en todos los países de la región.
Europa occidental, central y sudoriental
En 2023, figuras políticas de muchos países europeos promovieron la polarización social respecto a los derechos de las mujeres y las personas LGBTI, la migración, la justicia climática y los terribles acontecimientos en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados. Muchos gobiernos instrumentalizaron los derechos humanos para estigmatizar a diversos grupos e impusieron restricciones desproporcionadas sobre el espacio cívico dirigidas específicamente contra manifestantes por el clima, personas que expresaban opiniones disidentes —especialmente si eran en solidaridad con la población palestina— y personas musulmanas y de otros grupos racializados.
El racismo sistémico se siguió traduciendo en violaciones de derechos y pérdida de vidas. Las políticas de exclusión racializada que mantenían los Estados respecto a las personas procedentes de África, Oriente Medio y Asia causaron sufrimiento y muertes en las fronteras marítimas y terrestres. Los gobiernos apenas tomaron medidas para abordar la discriminación y segregación persistentes de la comunidad romaní. La falta de medidas antirracistas y la explotación política del racismo por parte de los Estados fueron el telón de fondo de un repunte de las denuncias de racismo antisemita y antimusulmán.
Hubo avances y retrocesos en materia de violencia de género y derechos sexuales y reproductivos. Persistió la deriva hacia sociedades dominadas por la vigilancia. Los grupos más vulnerables, como las personas con discapacidad, no recibían suficiente protección social.
La doble moral era evidente en la retórica y las políticas de muchos Estados: apoyaban a Israel y al mismo tiempo restringían la expresión de solidaridad con la población palestina y sus derechos humanos; pronunciaron palabras amables en la COP28, pero continuaron con el uso y la producción de combustibles fósiles y reprimiendo a manifestantes, y se mostraban complacientes ante el retroceso de los derechos humanos en Europa mientras criticaban a Estados no pertenecientes a la región.
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