“Un pequeño fragmento alcanzó a mi hijo y lo mató”- Un refugiado rohinyá narra el terror del conflicto, cada vez más intenso, de Myanmar

Una nueva investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional muestra la magnitud del sufrimiento constante de la población civil atrapada en los combates entre el ejército de Myanmar y el Ejército de Arakán en el estado de Rakáin. En este testimonio, un comerciante* rohinyá de 42 años, del municipio de Maungdaw, relata los desesperados esfuerzos de su familia por escapar y llegar a un campo para personas refugiadas al otro lado de la frontera, en Bangladesh.

En realidad nunca quise venir a Bangladesh.

Perdí a mi hijo menor por la explosión de una bomba el 1 de agosto, mientras jugaba en el exterior de nuestra casa. Tenía cuatro años, y era uno de los miembros más amados de la familia. Jugaba con sus hermanos y hermanas y, al ser el más pequeño, no pudo correr cuando se oyó el ruido de la bomba. La bomba cayó cerca de nuestra casa; un pequeño fragmento alcanzó a mi hijo, y lo mató. Nos fuimos del pueblo después de celebrar los ritos fúnebres y enterrarlo. No estoy seguro de quién lanzó la bomba, si el ejército de Myanmar o el Ejército de Arakán.

“No me queda nada que daros”

Tras la muerte de mi hijo, envié a mi esposa y a mis demás hijos a Bangladesh con la familia de mi suegra. Subieron a una embarcación y navegaron rumbo a Bangladesh. Sin embargo, fueron asaltados en el mar por unos ladrones que se llevaron todas sus pertenencias.

A algunos hombres supervivientes que viajaban en la embarcación los golpearon y los amenazaron. Los ladrones pusieron un cuchillo contra el cuello de mi esposa poco después de capturarlos. Ella trató de explicarles: “Lo he perdido todo, incluso a mi hijo, y he huido de la violencia para salvar mi vida. No me queda nada que daros”. Pero no la escucharon. Le quitaron el teléfono móvil y sus joyas y le exigieron su bolsa, que contenía su ropa.

La familia pasó toda la noche y el día siguiente en la embarcación sin comida, antes de llegar finalmente a Bangladesh al atardecer.

Crecientes peligros en Myanmar

Envié a la familia de mi padre [a Bangladesh] el 5 de agosto, un día después de enviar a mi esposa e hijos. Confiaba en que los combates se calmaran para poder traerlos de vuelta a Myanmar.

La situación se había vuelto muy peligrosa. El 6 de agosto, el Ejército de Arakán irrumpió en nuestro pueblo y reubicó a todas las familias hindúes y budistas en una zona segura. Luego empezó a causar disturbios en el pueblo [usándolo como base para lanzar ataques], lo que nos obligó, a las familias musulmanas, a marcharnos el 7 de agosto. Éramos el único grupo étnico que quedaba en el pueblo. Parecía que lo hacían a propósito.

También vi a rohinyás reclutados luchando con el ejército de Myanmar. El Ejército de Arakán [también] pudo reclutar a rohinyás porque los reclutaron a todos en las zonas rurales, donde la gente de esos pueblos no podía desobedecer sus órdenes.

“Si no os marcháis, os mataremos.”

El resto de mis familiares y yo dejamos nuestro pueblo y fuimos al centro [de Maungdaw] en busca de refugio. El Ejército de Arakán vino al centro de Maungdaw y ordenó a la gente que se marchara. Sólo quedaban unas pocas familias. Los miembros del Ejército de Arakán vinieron y nos amenazaron: “Si no os marcháis inmediatamente, os mataremos.”

La mañana del 15 de agosto vi al Ejército de Arakán disparar y matar en el acto a una mujer cuando se dirigía a un estanque para recoger agua […] Otro hombre que estaba sentado fumando delante de su casa también murió en el sitio de un disparo en la cabeza.

A la mañana siguiente, hacia las nueve, nos marchamos de la localidad a pie. Formábamos parte de un grupo de unas 150 personas. Sin embargo, cuando tratamos de dirigirnos a la frontera, el Ejército de Arakán bloqueó la carretera. Nos dijeron: “Hoy no os podréis marchar. Volved al lugar de donde habéis venido y quedaros en la casa que queráis”.

Todas las carreteras bloqueadas por el Ejército de Arakán

Pasamos la noche […] cubriéndonos la nariz y la boca porque había cadáveres por todas partes. Apenas pudimos dormir, y tuvimos que soportar esa situación durante cinco días, porque todas las carreteras estaban bloqueadas por el Ejército de Arakán,

que estaba llevando a cabo investigaciones e identificando a personas que se habían unido al ejército de Myanmar. Un día, mientras estaba en una casa de té con un amigo, el Ejército de Arakán vino e hizo salir a mi amigo. No he vuelto a saber de él desde entonces. No tengo ni idea de si sigue vivo o lo mataron.

Los aviones de combate [del ejército de Myanmar] sobrevolaban el pueblo en el que llevábamos atrapados cinco días, y oíamos el sonido de grandes explosiones en los pueblos cercanos. Pensé que, si una bomba caía en una de las casas en las que estábamos, moriríamos en grupos.

Antes de quedarnos sin dinero tomamos la decisión de marcharnos. La embarcación zarpó a las diez de la noche. Nos mantuvieron en una isla durante dos horas. Llegaron unos hombres armados. Pensé que eran rohinyás, y nos exigieron dinero. Les pregunté quiénes eran y me dijeron: “Cierra la boca, quédate callado”. El barquero negoció con ellos y les pagó.

“No quiero estar en Myanmar de ningún modo”

Llegué a Bangladesh el 25 de agosto. Llegamos a una casa y, de repente, apareció la luz de una linterna. Eran los guardias fronterizos. Corrimos, encontramos un pozo y nos escondimos allí [hasta que fue seguro salir].

Todos los miembros supervivientes de mi familia, incluida la familia de mi padre, están ahora en Bangladesh, pero no vivimos en un único lugar, porque no tenemos nuestro propio refugio. Nos alojamos con familiares.

Mi última petición, ya que no estamos a salvo ni aquí ni allí: quiero reasentarme en un tercer país. No quiero estar en Myanmar de ningún modo.

*Este testimonio ha sido retocado para ajustar su longitud y facilitar su comprensión. Las conclusiones completas de Amnistía, incluida la respuesta del Ejército de Arakán a las denuncias, pueden encontrarse aquí.

La violencia en Myanmar obliga a miles de personas a huir

PROTEJAMOS A LAS PERSONAS REFUGIADAS ROHINYÁS