Historias de terror: Habitantes de Darfur revelan los espantosos efectos de presuntos ataques con armas químicas

Habitantes de la región de Jebel Marra (Darfur), donde Amnistía Internacional ha puesto al descubierto indicios creíbles de ataques con armas químicas contra la población civil por parte de las fuerzas gubernamentales de Sudán, han contado los devastadores efectos de los bombardeos.

El 16 de enero, Khalil, de entre 30 y 40 años de edad, estaba en su casa, en un pueblo próximo a Kaguro, cuando lo bombardearon. Enfermó gravemente tras estar expuesto al humo liberado por una de las bombas.

“Estábamos allí [en la aldea] hacia las ocho o nueve de la mañana cuando nos sorprendió el bombardeo de aviones Antonov. Cayó una bomba y nos envolvió una nube de humo. La explosión me lanzó hacia atrás y me derribó.

Nos socorrieron y trasladaron a [una aldea cercana], que luego fue atacada por gente a caballo y en camello e incendiaron todo el pueblo.

Al principio el humo era negro, después pasó a ser verde. Olía mal, como a una mezcla de podrido, cloro y algo más que no puedo describir.

Tras el ataque, mi hijo empezó a toser y a respirar con dificultad, luego comenzó vomitar y a tener diarrea. Después se le empezó a caer la piel.

Mouhaildin, superviviente del ataque

“A las cuatro personas que estaban más cerca del lugar donde cayó la bomba se les hincharon los ojos. Yo estaba aproximadamente a 500 metros [de la explosión]. Cuando la bomba estalló, los músculos se me empezaron a contraer. Más tarde, ese mismo día, empecé a temblar mucho. Después comencé a perder sensibilidad en el lado izquierdo del cuerpo, desde la pierna hasta el hombro.

Luego se me paralizó toda esa parte. Ahora sólo puedo caminar con la ayuda de un bastón. También vomité mucho [poco después de que la bomba estallara] y dos días después mi orina se volvió de color rojo. Cuatro de nosotros orinábamos rojo; soy el único que sobrevivió.

Dos semanas después, se me empezó a caer la piel. [Nueve meses más tarde] me encuentro mejor, pero no estoy recuperado del todo. Me está volviendo a salir piel.”

Mouhaildin, también de entre 30 y 40 años de edad, estaba en un pueblo llamado Gamarah cuando lo atacaron en enero. Saquearon e incendiaron su casa y varios miembros de su familia, incluido uno de sus hijos, fueron asesinados. Su otro hijo pequeño enfermó después de que la bomba cayera cerca de donde estaba.

“Eran alrededor de las cinco de la mañana y oímos el eco de las bombas; antes de que nos diéramos cuenta, nos estaban atacando. Huimos hacia las colinas con los pies descalzos, con nuestros hijos.

[Dos días después] regresamos y encontramos todo el pueblo incendiado. Mataron a gente: A mi tío lo dispararon cuando sacaba los camellos [de la aldea]; a mi primo lo mataron y se llevaron sus cabras; a mi hijo [de dos años] lo alcanzó [y mató] una bala mientras corría.

El ataque afectó a los niños. Mi hijo [de tres años] se quedó atrás cuando todo el mundo huía. La bomba cayó cerca de él. No resultó herido, pero desde el día del ataque comenzó a toser y a respirar con dificultad, luego empezó a vomitar y a tener diarrea. Después se le empezó a caer la piel.

La tos le empezó ese mismo día; los vómitos y la diarrea, al día siguiente. Se le empezó a caer la piel dos semanas después.

Empezó a orinar verde; ahora orina amarillo. Sus ojos se volvieron de color verde; ahora están un poco mejor. Perdió mucho peso, se quedó prácticamente en los huesos. [Nueve meses después] todavía no se ha recuperado.”