Las mujeres hacen historia

El 8 de marzo de 1857, trabajadoras de la industria textil de la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos, organizaron una marcha y formaron piquetes para pedir mejoras en las condiciones laborales, jornadas de trabajo de 10 horas diarias e igualdad de derechos con los hombres. La policía disolvió las protestas. El 8 de marzo de 1908, 51 años después, 15.000 trabajadoras del sector textil de Nueva York convocaron de nuevo una marcha, pidiendo esta vez el derecho a voto y el fin del trabajo infantil y de la explotación laboral en las fábricas. Grupos de mujeres de todo el mundo celebran en esta fecha el Día Internacional de la Mujer. Se conmemora en la ONU y en muchos países es fiesta nacional. El panorama de los derechos de las mujeres ha cambiado drásticamente en los últimos 100 años. En muchos países, las mujeres participan activamente en el proceso político y han dado importantes pasos hacia la igualdad económica. En el ámbito mundial, existen acuerdos legalmente vinculantes para la protección y promoción de las mujeres. Aunque las mujeres hacen historia, esto ocurre en circunstancias que no han elegido ni creado. Las mujeres se enfrentan a un mayor índice de violencia sexual en épocas de conflicto e inseguridad y en situaciones de pobreza. Se calcula que un tercio de las mujeres y niñas de Sierra Leona fueron violadas o sometidas a algún tipo de violencia sexual durante el encarnizado conflicto armado que se desarrolló desde 1991 hasta 2002. La violencia sexual también está estrechamente ligada al ciclo de inseguridad y pobreza. En Haití, muchas niñas no pueden pagar las tasas escolares y pueden verse obligadas a sufrir explotación o abusos sexuales a cambio de regalos y dinero para su educación. Otras han sido violadas en calles que, deliberadamente o por falta de recursos, estaban mal iluminadas. En Kenia, las mujeres que viven en Kibera, uno de los barrios marginales más grandes del mundo, hacen su vida diaria sin acceso a servicios básicos indispensables como el agua, la educación y la seguridad. Las personas tienen pocas oportunidades de salir de la pobreza, y las mujeres y las niñas se llevan la peor parte. A menudo se considera que la educación de las niñas es un lujo, y las que tienen la suerte de ir al colegio tienen más posibilidades de que las carguen con responsabilidades domésticas adicionales como el cuidado de familiares enfermos o de hermanos menores. La falta de seguridad existente en Kibera hace que a las mujeres les resulte más difícil mejorar su situación. Los callejones que tienen que atravesar para comprar comida o ir al trabajo carecen a menudo de iluminación y pueden resultar lugares peligrosos. Mujeres que provocan cambios Aunque vivimos en un mundo en el que la inseguridad social a menudo se manifesta en la violencia contra las mujeres, también es un mundo en el que las mujeres, de forma individual o colectiva, han superado enormes obstáculos y mejorado sus sociedades.   Mujeres que lucharon como niñas soldados en Liberia trabajan para lograr justicia para las mujeres que sufrieron violencia durante los conflictos que se desarrollaron desde 1989 hasta 1997 y posteriormente de 1999 a 2003. Se calcula que las mujeres constituyeron el 30 por ciento de las fuerzas combatientes, en las que desempeñaron funciones de mando, de cocineras, espías y porteadoras. Florence Ballah y Jackie Redd fueron secuestradas en sus casas por grupos armados y lucharon en bandos opuestos durante el conflicto. Ahora se han unido para hacer campaña y conseguir una vida mejor para las mujeres de Liberia.   Florence y Jackie, que participaron en el documental Women of Liberia: Fighting for Peace, están consiguiendo romper el estigma en torno a la violencia sexual hablando con franqueza sobre lo que les ocurrió a ellas. Florence Ballah contó a Amnistía Internacional: “Al principio, la gente nos decía que no estaba bien que hablásemos [abiertamente] sobre la violación, pero quiero que se vea mi cara”. Su valentía ha llevado a otras muchas mujeres a hablar de sus experiencias y a crear una visión para el futuro. Obligadas a callar En muchas situaciones, las mujeres trabajan para cambiar sus sociedades, pero no se oyen sus voces. O no se las escucha o el Estado o la comunidad intentan activamente silenciar a las mujeres. En Grecia, la dirigente sindical Konstantina Kuneva resultó gravemente herida el año pasado cuando le arrojaron ácido a la cara. El ataque se produjo tras aumentar la tensión entre Konstantina Kuneva y sus empleadores debido a su trabajo para un sindicato que presionaba a fin de conseguir derechos básicos para los trabajadores de la industria de la limpieza. Konstantina Kuneva había criticado en diversas ocasiones las prácticas utilizadas por los empleadores para explotar a los trabajadores, como retrasos de hasta cinco meses en el pago de los salarios e impago de la seguridad social de sus empleados, muchos de los cuales son migrantes. Tras asumir el cargo como dirigente del sindicato recibió una serie de amenazas telefónicas anónimas y sus empleadores la presionaron para que abandonase la empresa. El sindicato que Kouneva dirigía antes del ataque ha denunciado que a los trabajadores que reclaman sus derechos a sus empleadores se les amenaza y se les asignan trabajos en condiciones aún más desfavorables. La intervención internacional que Estados Unidos encabezó en 2001 para poner fin al régimen talibán iba acompañada de la promesa del gobierno afgano de proteger los derechos de las mujeres y promover la igualdad de género en Afganistán, pero, ocho años después, la situación de las mujeres afganas continúa siendo sombría. Un pequeño número de mujeres cuestiona activamente esa situación y promueve los derechos humanos a través de una serie de actividades como la denuncia de abusos cometidos por “señores de la guerra” locales, la gestión de casas refugio, la concienciación sobre los matrimonios forzados y prematuros y la organización de programas educativos y servicios de planificación familiar. Muchas de estas mujeres han denunciado que han sufrido actos de violencia e intimidación, especialmente por parte de personas con gran poder en la sociedad, como algunos miembros del gobierno o personas aliadas con los talibanes y otras fuerzas contrarias al gobierno; algunas de esas mujeres no han podido continuar con su trabajo. Deben oírse sus voces En todos los países hay mujeres valientes, imaginativas y decididas que trabajan para crear un mundo mejor. Deben oírse sus voces. Debe reconocerse y alentarse su contribución. No se puede poner fin a los abusos contra los derechos humanos sin la participación activa de quienes los sufren, que, en muchos casos, son mujeres y niñas.