Hace 30 años, la Conferencia de El Cairo y su Programa de Acción supusieron un hito para el movimiento en favor de los derechos sexuales y reproductivos y su reconocimiento como cuestión de derechos humanos en el derecho internacional.
En este Día Internacional de la Mujer, tres mujeres que participaron en la conferencia reflexionan sobre ese momento histórico de 1994, sobre por qué los derechos sexuales y reproductivos son importantes para ellas y sobre qué queda aún por hacer para protegerlos.
Charlotte Bunch, Estados Unidos
Charlotte fue directora fundadora del Centro para el Liderazgo Mundial de las Mujeres (CWGL, por sus siglas en inglés) de la Universidad Rutgers y es profesora emérita de Estudios sobre la Mujer y el Género. Ha ejercido el activismo y ha trabajado como escritora y organizadora en los movimientos feminista, LGBT y de derechos humanos durante más de cinco decenios; en la actualidad forma parte de la junta directiva del Fondo de Acción Urgente para el Activismo Feminista.
¿Cuáles eran sus esperanzas para los derechos de las mujeres cuando participó en la Conferencia de El Cairo en 1994?
Mi principal interés y mi esperanza en la Conferencia de El Cairo era que se reconocieran los derechos reproductivos de las mujeres como una cuestión de derechos humanos. En la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, celebrada en Viena en 1993, habíamos logrado un amplio reconocimiento de que “los derechos de las mujeres son derechos humanos” y, por lo tanto, queríamos que en El Cairo se concretara ese principio en relación con el control de las mujeres sobre su propio cuerpo. También tratábamos de encuadrar la parte de desarrollo de la Conferencia de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo como una cuestión de derechos humanos en el marco de nuestra colaboración Norte – Sur sobre los derechos de las mujeres.
Después de 30 años, ¿qué piensa sobre la situación de los derechos reproductivos de las mujeres en su país?
En muchos aspectos, los derechos reproductivos de las mujeres en Estados Unidos se han ampliado durante los últimos 30 años, pero sigue constituyendo una batalla importante en el país, sobre todo porque el ala más derechista se ha hecho con el control del Partido Republicano. La reciente decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de anular la sentencia de la causa Roe v Wade, que reconocía el aborto como derecho constitucional, ha supuesto un enorme retroceso en ese sentido. No obstante, también ha situado esa cuestión en un lugar central del debate político en el país. A largo plazo, soy optimista y creo que en Estados Unidos la mayoría de las mujeres (y muchos hombres) quieren estos derechos y votarán para restaurarlos.
¿Puede contar alguna anécdota personal sobre por qué le importa esta cuestión?
Me crie en una pequeña localidad de Nuevo México y vi lo que les sucedió a varias buenas amigas cuando se quedaron embarazadas a principios de los años 1960, antes de que los anticonceptivos orales y los servicios de aborto fueran de fácil acceso. Tuvieron que dejar el instituto sin haber terminado la educación secundaria y vieron frustrados sus sueños personales. Como muchas mujeres de mi edad, temía quedarme embarazada aunque mantenía relaciones sexuales con métodos anticonceptivos porque había visto lo que ellas habían vivido. Eso marcó profundamente mi concepción de por qué esta cuestión es tan importante para las oportunidades de las mujeres en la vida.
¿Qué hay que cambiar para garantizar que las mujeres y las niñas de todo el mundo puedan acceder a sus derechos sexuales y reproductivos?
Las mujeres y los hombres feministas deben conseguir más poder político en todo el mundo. Debemos convencer a más personas de que tener control sobre su propio cuerpo es un derecho humano fundamental y de que es crucial para la capacidad de las mujeres de ejercer muchos de sus otros derechos humanos sociales, económicos y políticos.
Leila Hessini, Argelia
Leila es una lideresa, estratega y asesora feminista transnacional con más de 25 años de experiencia organizativa, filantrópica y de incidencia para hacer avanzar los derechos humanos, la igualdad de género y la justicia y los derechos sexuales y reproductivos. Nació en Argelia y actualmente es asociada internacional principal (Senior International Fellow) en el Instituto Asfari para la Sociedad Civil y la Ciudadanía de la Universidad Americana de Beirut (Líbano). También trabaja como estratega jefe para organizaciones como Urgent Action Fund-Africa y Trust Africa, promoviendo una iniciativa sobre Reimaginar las Filantropías Feministas y Panafricanas.
¿Cuáles eran sus esperanzas para los derechos de las mujeres cuando participó en la Conferencia de El Cairo en 1994?
Tuve la suerte de mudarme a El Cairo en 1993 para trabajar con el comité conductor de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD). Como parte de mi función, me reuní con redes de mujeres de toda la región de Oriente Medio y el norte de África para debatir sobre las perspectivas nacionales y regionales para su Programa de Acción.
Aunque había diferencias entre las distintas perspectivas y estrategias del movimiento feminista global, nos unimos en torno a áreas clave sobre las que sabíamos que queríamos influir para pasar del enfoque del control de la población a un enfoque basado en los derechos de las mujeres, la eliminación de la pobreza y el desarrollo sostenible.
Como la CIPD se celebraba en El Cairo, era importante ensalzar la historia rica y diversa, las realidades y las luchas de los movimientos feministas de todo la región de Oriente Medio y el norte de África en ese momento, ya que con frecuencia éstas no se reconocen en el Norte global, se ignoran deliberadamente o se silencian.
El Programa de Acción de la CIPD fue un documento histórico en muchos sentidos porque situó en un lugar central conceptos defendidos por el feminismo, como el enfoque interseccional de derechos humanos respecto a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, la eliminación de la pobreza, y el desarrollo económico.
Después de 30 años, ¿qué piensa sobre la situación de los derechos reproductivos de las mujeres en el mundo?
Desde la celebración de la Conferencia de El Cairo, más de 60 países han reformado su legislación sobre el aborto, y hay que incluir los esfuerzos recientes para despenalizar y liberalizar el aborto en Colombia, Argentina, México y Benín. Sin embargo, cuatro países —Estados Unidos, El Salvador, Nicaragua y Polonia— han restringido el derecho al aborto.
La postura de Estados Unidos sobre el aborto no se ajusta a las tendencias globales y es una verdadera desgracia, sobre todo para un país que se considera a sí mismo como una democracia. Mujeres de todo el mundo saben que la lucha feminista para desmantelar el sexismo y el poder masculino y garantizar que las mujeres tengan oportunidades en la vida no tendrá éxito hasta que todas las mujeres tengan el control de su propia vida sexual y reproductiva.
Un mundo verdaderamente democrático y justo es aquel en que el aborto se considera una parte integral de la vida de las mujeres y de los seres humanos y una práctica común y normal sobre la que las mujeres tienen poder y control.
¿Por qué le importa esta cuestión?
A lo largo de mi vida, he necesitado abortos, he acompañado a otras que los necesitaban, he dado a luz a dos hermosas hijas, las he criado y he apoyado a otras personas en la crianza, y todo ello es una parte fundamental de mi humanidad, mi vida y mis derechos reproductivos.
¿Qué hay que cambiar para garantizar que las mujeres y las niñas de todo el mundo puedan acceder a sus derechos sexuales y reproductivos?
Necesitamos un cambio profundo y radical que comience con el hecho de valorar a todas las niñas y mujeres, incluidas las que se identifican como trans, como no binarias y las personas que no se ajustan a las convenciones de género. Esto debe respaldarse con un cambio profundo y sistémico en los distintos niveles del ecosistema —individual, institucional y sectorial— para garantizar que todas las mujeres y las niñas disfruten de una amplia gama de derechos sexuales y reproductivos, así como de servicios de salud sexual y reproductiva accesibles, asequibles y disponibles.
Marge Berer, Reino Unido
Marge fue directora fundadora de la revista Reproductive Health Matters de 1992 a 2015, y coordinadora y directora del boletín de la Campaña Internacional por el Derecho de las Mujeres a un Aborto Seguro de 2015 a 2023 y seguirá publicando el boletín en 2024. Presidió el primer Grupo Consultivo sobre Cuestiones de Género de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1996 a 2001 y fue nombrada profesora asociada emérita de la London School of Hygiene & Tropical Medicine en 2022.
¿Cuáles eran sus esperanzas para los derechos de las mujeres cuando participó en la Conferencia de El Cairo en 1994?
Muchas de nosotras abrigábamos grandes esperanzas de que la Conferencia respaldaría un amplio abanico de derechos de las mujeres relativos a la salud sexual y reproductiva, y así fue. Un nutrido grupo internacional de feministas, coordinado por Adrienne Germain, de Coalición Internacional por la Salud de las Mujeres, celebró una reunión estratégica en Brasil en 1992, y muchas otros grupos no gubernamentales, así como agencias de la ONU, como la OMS y el UNFPA, participaron activamente en la Conferencia de El Cairo para promover las cuestiones relacionadas con los derechos de las mujeres. No obstante, en la Conferencia también estuvo presente la oposición de muchos gobiernos al derecho a un aborto sin riesgos y, cuando se abordó esa cuestión, la reunión se estancó y se llegó a una compleja solución de compromiso, que incluso a día de hoy continúa teniendo una influencia restrictiva. El denominado “compromiso” consistió en que el aborto debía ser seguro allí donde fuera legal —aunque la falta de seguridad se produce principalmente en los lugares en los que el aborto es ilegal— y que no debía emplearse como método de planificación familiar, pese a que a menudo se recurre al aborto justamente para eso en los casos en los que los métodos anticonceptivos no han funcionado o no se han usado. La intención de esa última parte del “compromiso” era que el aborto sólo se practicara en casos de riesgo para la salud y la vida. Ambos “compromisos” afirmaban restringir en gran medida los motivos admisibles.
Después de 30 años, ¿qué piensa sobre la situación de los derechos reproductivos de las mujeres en su país?
En Reino Unido, los servicios de salud sexual y reproductiva han mejorado de forma continua. En Irlanda del Norte, la legislación sobre el aborto se reformó finalmente a raíz de que se solicitara un dictamen del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW). No obstante, en Estados Unidos (tengo doble nacionalidad), la situación relativa al aborto se asemeja a una guerra civil entre los estados dominados por las políticas antiaborto y aquellos en los que imperan las políticas favorables al derecho a decidir, con una Corte Suprema contraria al aborto, y el Estado de derecho y los derechos de las mujeres están siendo violados de muy distintas maneras.
¿Por qué le importa esta cuestión?
Tuve una relación con un refugiado que estaba aprendiendo inglés en el centro en el que yo impartía clases. Una noche él no tenía condones. Pensamos que por una vez no pasaría nada. Pero sí que pasó y me quedé embarazada. Entonces me contó que estaba casado y que tenía cuatro hijos en su país. No volví a saber de él. No es una historia infrecuente.
¿Qué hay que cambiar para garantizar que las mujeres y las niñas de todo el mundo puedan acceder a sus derechos sexuales y reproductivos?
Hay que respetar a las niñas y las mujeres y se deben apoyar todos los derechos sexuales y reproductivos a través de leyes, políticas y servicios, para que tengan autonomía y medios para tener los hijos que quieran y no se las obligue a tenerlos si no quieren o no pueden lidiar con esa situación por el motivo que sea.