Muchas mujeres refugiadas de Siria nos han contado que no se sienten a salvo en Líbano. He aquí cuatro motivos y tres posibles soluciones.
1. Las mujeres corren un doble riesgo: como refugiadas y como mujeres
Amnistía ha entrevistado recientemente a 77 mujeres refugiadas de Siria en Líbano. Algunas nos contaron que hay hombres libaneses que les ofrecen dinero o ayuda a cambio de sexo, sabiendo que la mayoría de las personas refugiadas viven sumidas en la pobreza. Otras dijeron que habían sido amenazadas, incluso con armas. Casi todas las mujeres con las que hablamos dijeron que sufrían constantemente acoso sexual en público —por parte de vecinos, conductores de autobús y taxi, y desconocidos en plena calle—, a veces incluso por parte de policías y empleados del gobierno.
“Me siento amenazada económicamente, psicológicamente y emocionalmente. Mi forma de vivir ha cambiado. Ha cambiado mi peinado y tengo que vestir de otro modo. Todo el mundo se me acerca para que me vaya con ellos a cambio de dinero. [Una vez] casi me secuestraron. [En otra ocasión] alguien dijo que me daría dinero para el alquiler a cambio de matrimonio. Yo le dije: ‘¿Quién te da derecho a hablarme así?”
Reem, 28 años, Beirut
2. Muchas mujeres refugiadas mantienen solas a su familia
Líbano acoge ya a más personas refugiadas per cápita que ningún otro país del mundo. La mayoría ha huido del intenso conflicto que afecta a la vecina Siria. Viven en tiendas, edificios abandonados o alojamientos alquilados porque no se han creado nuevos campos de refugiados. Una de cada cinco familias está encabezada por una mujer. Algunas son viudas, otras están divorciadas y en otros casos, sus esposos han decidido quedarse en Siria.
Muchas sencillamente no saben dónde están sus esposos: las desapariciones siguen siendo parte de la aterradora vida diaria en Siria, donde 58.148 personas han desaparecido a manos del gobierno entre marzo de 2011 y agosto de 2015. Alrededor del 90 por ciento eran hombres.
“Llegué a Líbano en 2013 sola con mis hijos. Mi esposo desapareció en Siria. Vivo en una tienda con 10 personas; somos tres viudas con nuestros hijos. Cada mes tengo que pagar el alquiler de la tienda. El propietario no espera [a cobrar], así que a veces tengo que mendigar. Sólo quiero volver a Siria.”
Rajaa, 50 años, este de Líbano
3. Sin permisos de residencia, las mujeres refugiadas son víctimas fáciles
Hoy, una de cada cuatro habitantes de Líbano es una persona refugiada siria. En enero de 2015, el gobierno libanés intentó aliviar la presión impuesta a servicios como empleos, escuelas y hospitales complicando y encareciendo mucho más la renovación de los permisos de residencia de las personas refugiadas. Se considera que las personas refugiadas que carecen de estos documentos legales infringen la legislación libanesa.
Muchas mujeres refugiadas nos contaron que carecer de un permiso de residencia válido era un motivo fundamental para no denunciar los casos de acoso a las autoridades libanesas. Las personas refugiadas que no pueden permitirse pagar los 200 dólares estadounidenses necesarios para renovar su permiso de residencia viven ahora con el temor constante de ser arrestadas y detenidas o devueltas a Siria, lo que facilita que se aprovechen de ellas.
“[Sin un permiso válido] tengo miedo de salir y tengo miedo de pasar por los puestos de control. Tengo que ir a Beirut cada 15 días para las citas médicas de mi hija, que padece una enfermedad poco frecuente. Un libanés me dijo que me ayudaría [a conseguir] documentos oficiales, pero quería pasar la noche conmigo a cambio. Me sentí realmente alterada y enfadada, porque la opinión general de los sirios es que somos fáciles.”
Aisha, 33 años, este de Líbano
4. Sin ayuda humanitaria suficiente, la pobreza se está agravando
Gobiernos de todo el mundo han prometido ayuda económica a países anfitriones desbordados como Líbano, pero esto no es suficiente: En 2015, la ONU sólo recibió el 57 por ciento de los fondos que necesitaba para ayudar a las personas refugiadas en Líbano. Muchas de las mujeres con las que hablamos habían dejado de recibir la ayuda alimentaria mensual de la ONU o la habían visto sustancialmente recortada y reducida a tan solo 21,50 dólares por persona. Esto representa 0,72 dólares diarios, lo que está muy por debajo del umbral de pobreza global de la ONU de 1,90 dólares.
Las mujeres dicen que sus empleadores, que saben que no es probable que las personas refugiadas sin permiso de residencia los denuncien, pagan deliberadamente salarios muy bajos o a veces no les pagan nada. Además, viven con el temor de que los arrendadores suban de pronto el alquiler o desahucien a familias enteras sin previo aviso.
“Los arrendadores te echan de la casa si te retrasas uno o dos días con el alquiler. Yo trabajo y recibo algo de ayuda, pero no es suficiente. Mi hija de 16 años es muy alta y parece mayor. Vienen hombres a proponerme casarse con ella, pero yo no quiero eso. Quiero que termine sus estudios a pesar de que aquí no ha tenido la oportunidad de hacerlo.”
Hanan, 38 años, Beirut
Quiero un lugar seguro. Quiero dignidad.
Reem, 28 años, Beirut
Tres soluciones que ayudarían ahora mismo a las mujeres refugiadas
Las mujeres y niñas refugiadas en Líbano resisten la intensa presión con fuerza y resiliencia, pero necesitan protección y apoyo urgentes. Las siguientes tres medidas podrían mejorar ahora mismo la vida de muchas mujeres:
1. El gobierno libanés debe facilitar que todas las personas refugiadas sirias renueven su permiso de residencia, sin tener que sufrir obstáculos burocráticos y pagar la tasa de 200 dólares estadounidenses.
2. Los gobiernos de los países ricos deben cumplir sus promesas y aumentarinmediatamente los fondos para ayuda humanitaria en los países anfitriones desbordados, incluido Líbano.
3. Los países de todo el mundo deben reasentar a más mujeres refugiadas en situación de riesgo de sufrir violencia, abusos y explotación. El reasentamiento es una solución abierta a las personas refugiadas que más lo necesitan. En 2014, sólo el siete por ciento de las personas refugiadas en Líbano cuyos casos se presentaron para reasentamiento pertenecían a la categoría de “mujeres y niñas en situación de riesgo”.