Vidas en suspenso

Natalia Prilutskaya, responsable de campañas sobre Rusia, se reúne con Sasha Kunko, cuyo novio lleva dos años encarcelado en Rusia. Fue detenido tras las protestas de Bolotnaya de mayo de 2012 en Moscú, cuando decenas de miles de personas se manifestaron contra los polémicos resultados de las elecciones presidenciales.

En abril de 2012, Sasha y Stepa consiguen llegar a la final del campeonato ruso de boogie-woogie. A Stepa lo detienen dos meses después.
En abril de 2012, Sasha y Stepa consiguen llegar a la final del campeonato ruso de boogie-woogie. A Stepa lo detienen dos meses después.

El estiloso café moscovita está lleno de gente charlando cuando llego. Hay mesas y sillas vintage esparcidas entre estanterías. La gente deambula sirviéndose té, café y galletas gratis: en este café sólo pagas por el tiempo que pasas en él.

He venido a reunirme con Sasha Kunko, de 22 años, cuyo novio, Stepan Zimin, fue detenido el 8 de junio de 2012, un mes después de que asistiera a una manifestación en la plaza Bolotnaya.

Han pasado dos años desde que hablamos por teléfono

Sasha Kunko

Sasha guarda vívidos recuerdos de ese día. “Era verano, el tiempo estaba espléndido y teníamos planes maravillosos para pasar el día”, me cuenta. “A la hora del almuerzo, una amiga me mandó un mensaje preguntándome: ‘¿Sabes lo que le ha ocurrido a Stepa?’. Entonces me envió el enlace a un programa de televisión y vi que la policía lo había detenido bajo sospecha de ejercer violencia contra agentes policiales y participar en disturbios multitudinarios. No mostraron su foto, sino el nombre, la fecha de nacimiento: todo coincidía. No podía dar crédito a mis ojos. Llamé a Stepa, pero no respondió. Y eso es todo: desde ese día no he vuelto a hablar con él por teléfono. Han pasado ya casi dos años…”, Sasha se queda cabizbaja.

Le pido que me hable de Stepan y su rostro se ilumina. “Nos conocíamos desde hacía dos años cuando lo detuvieron. Éramos muy buenos amigos. Nos encontramos por primera vez en una clase de baile, en la que aprendíamos lindy hop […] Fuimos a fiestas de baile y participamos en eventos de danza internacionales. Stepa es una persona muy entusiasta y tiene muchas aficiones, entre ellas la cultura oriental: estudió árabe e incluso hizo unas prácticas en Egipto”.

Sasha vuelve al día de la detención. “Lo busqué hasta altas horas de la noche. Un coordinador de la organización de voluntarios RosUznik me ayudó a conseguir un abogado y fuimos a Lubyanka [centro de detención preventiva]. Nos dijeron que Stepa estaba allí pero no nos permitieron verlo. En aquella época estaba segura de que se trataba simplemente de un malentendido y de que pronto se resolvería.”

La vista ante el tribunal se celebró al día siguiente. “No me permitieron asistir porque no soy familia cercana, así que esperé durante horas a las puertas del tribunal.”

Stepan fue acusado formalmente de arrojar un trozo de asfalto a un agente y herirle el dedo. Sin embargo, un examen médico demostró que el dedo se había fracturado por una torcedura. Le pregunté a Sasha si la fiscalía había presentado otras pruebas inculpatorias. “La ‘víctima’ y su compañero prestaron declaración […]”, cuenta Sasha. Dos agentes de policía. “Pero se enredaron mucho y no fueron capaces de dar respuestas claras a ninguna de las preguntas que les hicieron los abogados de Stepa.” Le tiembla la voz de indignación. “Así que, por un presunto dedo roto lo condenaron a tres años y medio de prisión… No sé cómo pueden vivir con eso. No sé si entendieron o no lo que le hicieron a Stepa”.

“No debería habernos ocurrido.” Hace una pausa. “Es difícil creer que en enero había cumplido 20 años y que tan sólo seis meses después estaba detenido”.

Mantenerlo en contacto con el mundo exterior

La injusticia puede encolerizar a las personas, pero Sasha dice que Stepan se ha vuelto más sabio y sereno. Es increíble, afirma, que consiga vivir todo este estrés, toda la absurdez de la situación y mantener la calma.

Le pregunté si cuenta los meses que quedan para que liberen a Stepan. “No”, responde, “la vida sigue. Es más fácil así. Intento concentrarme en cosas positivas y mantener el contacto con Stepa escribiéndole cartas.”

“Es importantísimo escribir cartas cuando alguien está aislado del mundo exterior. Un día, Stepa ve a sus amigos, tiene un teléfono móvil, acceso a Internet, sabe cuáles son sus planes… y al día siguiente se encuentra encerrado entre cuatro paredes, totalmente aislado. Por tanto, las cartas le ayudan a mantener el contacto. Recibir cualquier noticia mínima del exterior le recuerda cómo era la vida antes de que lo detuvieran.”

Sasha también habla de todas esas personas a las que nunca han conocido pero que siguen enviando a Stepan cartas de apoyo. “Para Stepa, es importante saber que no lo olvidan, que cuenta con apoyo de un montón de gente, incluso del extranjero. Recibimos un apoyo inmenso.”

“Hay muchas personas encarceladas sobre las que nadie sabe nada… y entonces la persona queda abandonada a su suerte, cara a cara con el sistema.”

Termino preguntándole a Sasha si todavía baila. “He dejado las clases. Sin mi pareja ya no es divertido”.

Pese a que el margen para la libertad de expresión mengua a pasos agigantados, muchas personas en Rusia están expresando su opinión públicamente. Entre el 6 y el 12 de octubre, activistas de Amnistía Internacional mostrarán su solidaridad con ellas durante una semana de acción destinada a hacer saber a los dirigentes rusos que el resto del mundo no guardará silencio. Actúa e infórmate en www.amnesty.org/Speak-Out-Russia.