Protesta estudiantil muestra el futuro del activismo social en Taiwán

Ya-Chi Yang es coordinador de campañas de Amnistía Internacional Taiwán

Una captura de pantalla de Hackfoldr.org muestra una emisión en directo de manifestantes desde el Parlamento de Taiwán. © Amnesty International
Una captura de pantalla de Hackfoldr.org muestra una emisión en directo de manifestantes desde el Parlamento de Taiwán. © Amnesty International

Hoy, estudiantes de Taiwán han puesto fin a una histórica ocupación de la Asamblea Legislativa (Parlamento) del país que ha durado 24 días.

El detonante de este encierro pacífico, que empezó el 18 de marzo, fue el reiterado intento del gobierno de forzar la firma de un polémico tratado comercial con China mediante su aprobación por el Parlamento.

La protesta atrapó la atención de miles de personas en todo el mundo y generó lo que muchos han bautizado como “Movimiento de los Girasoles”. La manera en que se organizó fue algo que yo nunca había visto en Taiwán.

Ming y otros estudiantes instalaron aulas y talleres como éste en la calle sobre el acuerdo comercial, los derechos humanos y tácticas de protesta pacífica, entre otras cosas. ©Amnesty InternationalDel activismo en línea a la acción fuera de Internet

Desde el día 1, mis compañeros y yo visitamos el lugar de la protesta y dimos seguimiento a los acontecimientos por Internet, a través de las emisiones en directo desde dentro y fuera del Parlamento que hacían los manifestantes de manera ininterrumpida.

Lo que nos encontramos fue una comunidad de estudiantes apasionados, inteligentes y organizados. Hackfoldr.org es un sitio web creado por voluntarios con todo lo que los estudiantes necesitaban para mantener viva su acción: hojas con turnos rotatorios de voluntarios, listas de provisiones necesarias y comunicados de prensa en inglés y mandarín.

Personas de todo el país visitaron el lugar y donaron alimentos, agua, sacos de dormir y otras cosas rellenando un formulario en línea. Las provisiones llegaron posteriormente en camión. “Esto no habría sido posible hace 20 o 30 años”, dijo Ming, titulada universitaria de 23 años que se sumó a la protesta nada más comenzar.

Protestaban por primera vez

Muchos de estos jóvenes estaban manifestándose por primera vez. Pero, a pesar de su inexperiencia, no flaquearon, ni siquiera ante las medidas enérgicas de las autoridades.

El 24 de marzo, Shan, de 24 años, se sumó por primera vez a una protesta pacífica ante la Asamblea Ejecutiva, sede principal del Consejo de Ministros. Según informes, un grupo de activistas, entre los que había estudiantes, había irrumpido en el edificio. La policía antidisturbios rodeó la zona, con los cañones de agua preparados.

“Al principio estuve charlando y bromeando con mis amigos. Estábamos sentados en la calle cogidos de la mano –me contó Shan más tarde–. Luego empezó la represión. A los que estaban delante de mí los golpearon sin parar. Por un momento pensé en irme. Pero sabía que si abandonaba estaría traicionando a mis compañeros manifestantes.”

A Shan se la llevaron a rastras unos policías. Luego, cuatro o cinco agentes antidisturbios la siguieron y la golpearon. Ella me lo contó así: “Yo ya me había ido. No entiendo por qué volvieron para hacerme daño. Había un policía de mediana edad que tenía una expresión despiadada y se puso a darme patadas. Nunca olvidaré su cara. Me estuvo golpeando hasta que un agente de policía normal se interpuso y me dejó ir.”

Shan estaba muy impresionada. “Nunca había visto tanta violencia –explicó–, y ahora sé que es algo que te hiere el alma. Pero me digo a mí misma y a mis amigos que no hay que tener miedo. El gobierno quiere asustarnos. Pueden darme golpes en el cuerpo, pero no van a derrotar mi mente.”

Un momento de cambio en la vida

El Movimiento de los Girasoles ha causado un impacto profundo, al menos en quienes han participado en él. “El movimiento ya ha cambiado la vida de mucha gente”, dijo Ming.

Ru, de 25 años y en paro, es una de ellas. Acudió acompañada de amigos al lugar de la protesta a finales de marzo. No recuerda la última vez que había salido a la calle por una causa en la que creyera. “No veo demasiada televisión –afirmó–. Cuando lo hago, siento que estoy yo sola con mis problemas. Pero esta vez vi a mucha gente joven, incluso estudiantes de secundaria, defendiendo sus derechos. Así que pensé que yo también debía unirme para conseguir que cambien las cosas.”

“Antes de esta protesta intentaba ser funcionaria pública para tener una vida estable –añadió–. Pero ahora he decidido buscar oportunidades de trabajo en ONG u otros sectores sociales. Creo que puedo hacer más de lo que antes pensaba.”