México, una trampa mortal para las personas migrantes: “Fue el peor día de mi vida”

Cada año, miles de personas migrantes de Centro América realizan el largo y peligroso viaje por México hacia Estados Unidos con la esperanza desesperada de encontrar una nueva vida o de huir de la violencia existente en sus países de origen. El viaje es una trampa mortal para muchas de estas personas: decenas de migrantes caen en las redes de violentas bandas criminales y algunas de esas personas desaparecen sin dejar rastro. Esta es la historia de Elías*, uno de los pocos afortunados supervivientes.

Elías, un chico de 17 años frágil y serio, intenta sonreír aunque le cueste, pero alza la vista para mirarme y la sonrisa se le borra al contarme cómo estuvieron a punto de matarlo. Cómo huyó y caminó por el inclemente desierto mexicano durante 12 horas sin comida ni agua.

Apenas podía dar un paso.

“Diosito, si me toca aquí, pues ya me siento. Pero si no, dame fuerza para caminar”, se dijo, pensando que ese podría ser el último día de su vida.

Diosito, si me toca aquí, pues ya me siento. Pero si no, dame fuerza para caminar.

Elías

El 2 de junio, Elías, de origen salvadoreño, y otras 12 personas migrantes de Centroamérica se encontraban en el desierto, en la frontera entre México y Arizona, tras huir de un brutal ataque cometido por dos hombres fuertemente armados.

Los 13 supervivientes viajaban con un grupo de 100 personas migrantes que tuvieron que detenerse en la carretera de Caborca, en el estado mexicano de Sonora, al estropearse una de las camionetas.

Mientras algunos de los hombres trataban de reparar el vehículo, Elías vio a dos individuos vestidos con uniforme militar que se acercaban a ellos agresivamente. A continuación se produjo una lluvia de balas.

Entre gritos y el caos, la gente salió corriendo en todas direcciones, en un intento desesperado por salvar la vida.

Entre gritos y el caos, la gente salió corriendo en todas direcciones, en un intento desesperado por salvar la vida.

Madeleine Penman, investigadora sobre México de Amnistía Internacional

La expresión de Elías cambia a una de terror cuando relata esos momentos.

“Fue el peor día de mi vida”, afirma.

Al oír el ruido aterrador de los disparos, ElÍas y las demás personas corrieron con desesperación hasta que encontraron a unos habitantes de la zona que les prestaron ayuda.

Las autoridades locales las atraparon y comenzaron el proceso de enviarlas de vuelta a sus países de origen.

Su historia es ya tan habitual en México que no apareció en las portadas de los periódicos locales.

Cada año, miles de hombres, mujeres y niños que emprenden el peligroso viaje por México hacia Estados Unidos sufren robos, ataques, secuestros, tortura e, incluso, son asesinados por bandas de delincuentes que actúan a lo largo de la ruta migratoria, a menudo en connivencia con las autoridades locales. Otras muchas personas migrantes sencillamente “desaparecen”, sin que sus parientes en el país de origen puedan siquiera buscarles por falta de recursos o documentos para viajar a México.

Según las cifras oficiales publicadas en los medios de comunicación y obtenidas del Instituto Nacional de Migración mediante solicitudes de acceso a la información, los secuestros de migrantes se multiplicaron por diez entre 2013 y 2014, pasando de 62 a 682 denuncias registradas.

Los secuestros de migrantes se multiplicaron por diez entre 2013 y 2014, pasando de 62 a 682 denuncias registradas.

Madeleine Penman, investigadora sobre México de Amnistía Internacional

Estas cifras son tan solo la punta del iceberg, pues muchos de los casos no se denuncian. Muchas personas migrantes deciden no presentar denuncia por temor a represalias o a la deportación.

No obstante, las cifras alarmantes apenas dejan vislumbrar la magnitud y gravedad de esta crisis invisible. El terreno minado de la falta de información y de voluntad política para enfrentarse a las bandas de delincuentes y a las autoridades corruptas que están detrás de las muertes y desapariciones, simplemente pone más sal en la herida.

Elías está sentando en un centro de detención sin saber lo que le depara el futuro, pero se niega a perder la esperanza.

“Mi misión de mi vida es salir adelante, para que la gente ya no me humille. Ya había intentado migrar a Estados Unidos una vez, pero no tuve suerte. Después de esta vez ya no quiero volver a intentar a cruzar”, manifiesta Elías, con lágrimas en el rostro.

* Los nombres de las personas se han modificado para proteger su seguridad.