Las autoridades rusas intentaron impedir la labor que llevaba a cabo Denisova de protección de las minorías, pero esta experiencia fortaleció su voluntad de defender los derechos humanos y de enseñar a otras personas cómo hacerlo. Ahora, Denisova utiliza la educación en derechos humanos para empoderar a activistas a través de su propia historia.
La división, las tensiones y el conflicto por motivos étnicos marcaron la infancia de Stasya Denisova en la región multiétnica de Krasnodar, junto al mar Negro en Rusia. Desde muy pequeña estuvo expuesta a cuestiones relativas a los derechos de las minorías y quiso luchar contra el odio generalizado que percibía y combatir la discriminación de ciertos grupos étnicos de la que fue testigo.
“El tema del Holocausto y las purgas nacionalistas durante la época soviética siempre me han interesado mucho —afirma Denisova—. Durante el gobierno de Stalin, mi abuela lituana fue deportada a Siberia cuando tenía 18 años junto con otras muchas personas. Fue tan insufrible para ella, que nunca quiso hablar de aquella época y calló hasta el día mismo de su muerte.” Esta trágica historia familiar la hizo actuar: “A principios de la década de 2000, cada ataque contra estudiantes extranjeros, cada artículo publicado en la prensa local que incitaba al odio contra las minorías étnicas, cada esvástica dibujada en una valla, eran como una señal que me decía que había que hacer algo para evitar nuevas limpiezas étnicas, deportaciones y guerras.”
En los primeros años de la década de 2000, se empezó a hablar constantemente de las personas de origen mesjetio en la prensa local de Krasnodar. Las personas de origen mesjetio son originarias de Georgia, pero fueron deportadas a Asia Central por Stalin. En la década de 1980 tuvieron que huir tras el conflicto con derramamiento de sangre que tuvo lugar en el valle de Fergana. Eran personas refugiadas que volvían a Krasnodar, una región rusa cercana a su nativa Georgia, pero tampoco allí pudieron establecer su hogar. Aparte de sus costumbres muy distintas, que las separaban de la comunidad local, se les denegó la propiska local, un registro que permite obtener atención médica, poder trabajar, conducir, contraer matrimonio o comprar una propiedad. Este problema también afectó a otros grupos étnicos, como la comunidad yazidí y la comunidad jemshil, pero la comunidad mesjetia, al ser la más numerosa, fue la que causó un mayor problema, que los medios de comunicación y las autoridades trataron de forma negativa.
Ante esta injusticia, Denisova y sus amigos de la universidad decidieron actuar. Juntos, crearon su propia ONG, un grupo juvenil a favor de la tolerancia al que llamaron ETHnICS. Uno de los primeros proyectos de ETHnICS fue un campamento de verano sobre la tolerancia para muchachos y muchachas de origen ruso, yazidí, jemshil y mestejio con el objetivo de crear entendimiento cultural, abrir vías de dialogo para luchar contra la discriminación y valorar la tolerancia.
Finalmente, intervino el ACNUR y miles de personas de origen mesjetio obtuvieron asilo en Estados Unidos a donde fueron trasladadas, lo que ayudó a calmar la situación. Por desgracia, a otros grupos étnicos no se les concedieron las mismas condiciones, a pesar de haber sufrido injusticias similares. El equipo de ETHnICS continuó su trabajo de apoyo a las minorías en su comunidad a través de varias iniciativas, desde borrar símbolos de odio dibujados en las calles al seguimiento de violaciones de derechos humanos contra minorías étnicas en colaboración con el destacado Centro de Derechos Humanos “Memorial”.
En este periodo, ETHnICS empezó a recibir amenazas. Denisova explica cómo empezó:
“Primero, recibí llamadas anónimas, luego me di cuenta de que coches sin matrícula me seguían a todas partes. Las autoridades se pusieron en contacto con las personas voluntarias de nuestra organización para que las informaran sobre decisiones internas, los periódicos publicaron artículos llenos de abusos e intimidación”.
En una ocasión, no se permitió a Denisova viajar a Viena para hablar sobre discriminación de las minorías étnicas. En otra ocasión en que viajaba de regreso a Rusia, la detuvieron en la frontera y, junto con un periodista, la interrogaron durante 8 horas sobre su trabajo de derechos humanos.
Y finalmente, un día a las 6 de la mañana, vinieron. Registraron su apartamento. Se llevaron todos sus equipos informáticos. Cuando preguntó el motivo, la policía le dijo que los representantes legales de Microsoft la acusaban de infringir los derechos de autor de la compañía con los ordenadores portátiles de ETHnICS. A partir de ese momento, Denisova tuvo que luchar por sus propios derechos.
Tras registrar los ordenadores, las autoridades alegaron que habían encontrado infracciones de derechos de autor, un delito penado con hasta 6 años de prisión. Se obligó a Denisova a permanecer confinada en la zona y fue interrogada repetidamente. Denisova sabía que los cargos contra ella eran una farsa y que el objetivo real de las autoridades era silenciar a las personas disidentes y a los defensores y defensoras de los derechos humanos. Pero la realidad de Denisova pronto entró en una espiral sin control a medida que las acusaciones empezaron a afectar a su vida personal y profesional.
Por culpa de las acusaciones, la despidieron de su trabajo como profesora de inglés en la universidad, con lo que perdió una fuente importante de ingresos. Además, no se le permitió defender su tesis doctoral. Denisova empezó a sentirse como si realmente fuera una delincuente, como si realmente hubiera hecho algo mal.
Denisova recuerda esos momentos duros: “Fue una época realmente difícil para mí y para mi familia. Me sentía fatal. A pesar de estar completamente segura de que no había incumplido ninguna ley, me hacían sentir que a lo mejor sí era una delincuente, si lo decía una investigación. Era un sentimiento horrible, solía llevar un sombrero que me cubría los ojos para evitar las miradas de mis numerosos estudiantes y de sus padres. Después de que la policía irrumpió en mi casa, mi madre sufrió un mini derrame cerebral y pensaba que era por mi culpa”.
Tras ocho meses de interrogatorios y acoso constantes, el caso fue a juicio. Denisova estaba preocupada, “el índice de absoluciones en Rusia es inferior al 0,5% y la mayoría de las causas judiciales acaban con una sentencia condenatoria, especialmente en los casos presentados por las autoridades”, explica.
Mientras tanto, crecía una campaña global sobre su caso. Miles de personas en todo el mundo querían ayudar. En Moscú, profesores universitarios amigos de Denisova empezaron a hablar a sus alumnos sobre el caso. Dos estudiantes de derecho se interesaron por la historia de Denisova y decidieron investigarla. Estos dos estudiantes se convirtieron en su apoyo más importante tanto profesionalmente, pues ayudaron a su abogado, como personalmente, pues estuvieron a su lado cuando nadie más lo estaba.
Denisova explica que “en pequeñas regiones en Rusia, fuera de Moscú, tu caso sirve de ejemplo para otras personas. Activistas y periodistas tienen miedo de apoyarte o de ser como tú porque podrían sufrir las mismas consecuencias”. Aun así, tuvo el apoyo que tanto necesitaba: “Recibí numerosas llamadas y tarjetas de solidaridad y apoyo. Durante un tiempo en que tuve varios interrogatorios y un juicio, Masha y Egor (los dos estudiantes de Moscú) estuvieron conmigo en Krasnodar y para mí fue un apoyo enorme”, señala.
Pero el suyo no era un caso aislado. Un día, Clifford J. Levy, un periodista del The New York Times, se puso en contacto con Denisova y le explicó que había una pauta de casos relacionados con Microsoft en toda Rusia. Muchos de esos casos se habían abierto contra ONG y contra personas disidentes del gobierno.
Mientras Levy investigaba, el caso de Denisova fue a juicio. Gracias a una gran campaña pública en su apoyo y a la presencia de observadores en el juicio, el juez reconoció las muchas irregularidades y errores cometidos por las autoridades y solicitó una nueva investigación. Por otro lado, Microsoft se enfrentaba a la condena de la opinión pública en Estados Unidos y estaba en una posición delicada por su actuación en el caso de Denisova. Sin embargo, incluso aunque Microsoft hubiera retirado la denuncia, el gobierno podría haber seguido adelante con el procesamiento, ya que infringir los derechos de autor se consideraba un delito grave. Tras muchas conversaciones, se encontró una solución: Microsoft ofrecería licencias gratis a ONG y medios de comunicación pequeños en Rusia y en otros 16 países con gobiernos represivos. Se abrió una línea telefónica de asistencia en Londres para que la gente pudiera informar en caso de que hubiera incumplimientos de ese acuerdo. La causa de la Fiscalía se empezó a desmontar.
En mayo de 2010, se retiraron repentinamente todos los cargos en contra de Denisova y quedó libre. La Fiscalía le escribió una carta de disculpa en nombre de la Federación Rusa. Pero el daño ya estaba hecho. Su ONG había cerrado y había perdido su trabajo. A pesar de todo, Denisova mantuvo una actitud optimista y retomó su trabajo en defensa de los derechos humanos.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que volviera a tener noticias de las autoridades. Apenas unos meses después, en el otoño de 2010, fue acusada de un delito de discurso de odio contra las autoridades. En un informe sobre discriminación contra las minorías, mencionó el papel de las autoridades, lo que supuso acusación suficiente para llamarla “extremista” e intentar que acabara en prisión.
En pocos días, Denisova hizo las maletas y huyó de la región. Acabó en Moscú, donde otros activistas la ayudaron. Mientras consideraba la posibilidad de solicitar asilo en el extranjero, los cargos que había contra ella en su lugar de residencia se retiraron repentinamente. Sólo querían que ella y su trabajo esclarecedor desaparecieran.
Denisova explica cómo su terrible experiencia sólo sirvió para que quisiera trabajar con más fuerza en defensa de los derechos humanos. Empezó a trabajar con personas refugiadas mientras enseñaba en la Escuela Abierta de Derechos Humanos de Moscú. Quería que todos conocieran sus derechos para que pudieran defenderlos y defender los de otras personas, mostrar su solidaridad y actuar. “Si no fuera por mi experiencia observando el trato a las minorías étnicas primero, por haber vivido después mi porpia campaña y por los últimos siete años defendiendo los derechos de las personas refugiadas en los servicios de migración y en los tribunales, no podría enseñar derechos humanos —afirma Denisova—. La práctica y la teoría deben ir de la mano, y con la educación en derechos humanos podemos ayudar a formar una nueva generación de activistas valientes.”
Su lucha ayudó a cambiar las cosas. “Mi sufrimiento no fue en vano —explica—, la política de Microsoft cambió, hubo muchas llamadas a la línea telefónica de asistencia en Londres que ayudaron a cambiar el destino de incontables ONG.” Su victoria también enseñó a la gente a dar la cara por otras personas, animándolas a emprender acciones en favor de los derechos humanos.
Hoy, Denisova es una activa educadora en derechos humanos y trabaja con Amnistía. Continúa luchando por los derechos humanos en Rusia. “Los tribunales son un buen lugar para observar dónde ocurren las violaciones de derechos humanos, es en los tribunales donde las injusticias pueden salir a la luz”, algo que la experiencia le ha enseñado. Ahora, Denisova participa como observadora en juicios y enseña a otros la importancia de la observación de juicios para apoyar a las personas acusadas injustamente, asegurarse de que las autoridades sepan que siempre hay alguien vigilando, y garantizar que no hay lugar para la injusticia en el destino de quienes luchan por los derechos humanos.
La serie “El poder transformador de la educación en derechos humanos” nace inspirada por activistas de todo el mundo que aprenden sobre sus derechos y difunden una cultura global de los derechos humanos; es una ventana a las historias de los defensores y defensoras de los derechos humanos que han participado en las iniciativas de educación en derechos humanos de Amnistía. La serie ilustra el poder transformador de la educación en derechos humanos y las acciones que estos/as activistas siguen llevando a cabo.
Stasya Denisova es una defensora de los derechos humanos de Rusia