Hasan Wahid, médico sirio, perdió a sus cuatro hijas de corta edad en un naufragio en el Mediterráneo el 11 de octubre de 2013. Lo sucedido a su familia sirve para ilustrar las opciones desesperadas y terribles peligros que afrontan las personas refugiadas y migrantes que intentan llegar a Europa.
Hasan Wahid y su esposa, Manal Hashash, pensaron que el peligroso viaje por mar para cruzar a Europa era su única alternativa. En Siria, su país natal, se libraba una guerra encarnizada, y en Libia, donde Hasan ejercía su profesión médica, habían sido amenazados de muerte.
Por eso, en octubre del año pasado, pagaron 4.500 dólares estadounidenses a un traficante para que llevara al matrimonio y a sus cuatro hijas –Randa, de 10 años; Sherihan, de 8; Nurhan, de 6; y Kristina, de 2 – hasta un lugar donde esperaban poder llevar una vida segura y pacífica. Así nos lo contó Hasan, que ahora vive en Suiza:
Me amenazaron directamente diciendo que si no me iba de Libia lamentaría haberme quedado. Me acusaron de apoyar al régimen [de Asad] y me dieron una paliza. Pensé que debía marcharme.
Intenté ir a Egipto, pero el país había cerrado sus fronteras con Siria. Pedí el visado para Túnez pero rechazaron mi solicitud. Pedí el visado para Malta y también rechazaron mi solicitud. Llegó un momento en que la única alternativa era el mar.
Nos dijeron [los traficantes] que iríamos en un barco de pasajeros. Cuando vimos que era un barco pesquero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. A mi familia la acomodaron lejos de mí. Yo tuve que sentarme atrás, con los ancianos y los discapacitados físicos, porque tengo una discapacidad desde la infancia en el pie izquierdo. Mi esposa y mis hijas iban sentadas en la parte delantera del barco, a la misma altura que yo. A bordo viajaban entre 450 y 500 personas, en su mayoría sirias.
A las dos horas de zarpar apareció una lancha motora tripulada por hombres libios armados, que hicieron disparos al aire. Nuestro capitán no paró. Dimos por hecho que eran piratas porque la mayoría de nosotros llevábamos encima los ahorros de nuestra vida. Alrededor de las dos de la madrugada abrieron fuego contra nuestro barco. Tres personas resultaron heridas y el barco sufrió daños. Luego se marcharon.
El nivel del agua que se filtraba en el barco empezó a subir y tuvimos que usar bombas de agua para desalojarla. Las bombas funcionaron hasta el mediodía, pero después se estropearon. El capitán apagó los motores y el embate de las olas enormes por todos los flancos hizo que el barco se balanceara fuertemente. Así estuvimos hasta que el barco volcó, arrastrándonos a todos al mar. Justo acabábamos de ver un helicóptero sobrevolando el lugar. Una hora después acudieron los guardacostas italiano y maltés.
No sé cómo conseguí salir a la superficie. Cuando lo hice, vi que habíamos sido arrastrados muy lejos del barco y las olas nos empujaban aún más lejos. Tardaron unas dos horas en sacarme del agua. Los guardacostas rescataron primero a los niños. Finalmente me rescataron las autoridades maltesas, después de ponerse el sol. No sabía si mi esposa y mis hijas se habían salvado.
Un hombre que iba sentado junto a mí en el barco maltés –a quien conocía de Libia antes de emprender la travesía– me dijo que había visto a una de mis hijas en un barco de rescate. Tiene ocho años, le faltan los dientes de delante y tiene la piel más oscura que sus hermanas.
Me dijo: “La niña me llamó y me preguntó si había visto a su padre. Le dije que no se preocupara, que su papá la encontraría”. El hombre intentó tranquilizarla, a pesar de que él seguía en el agua y ella estaba en un barco.
En Malta comuniqué a la Cruz Roja todos los datos sobre mis hijas y mi esposa: nombres, edades… Mi esposa [que fue rescatada por las autoridades italianas] también estuvo buscándolas frenéticamente en Italia.
Nos aferramos a la esperanza de encontrar a nuestras hijas. Sólo queremos encontrarlas, vivas o muertas.
Las hijas de Hasan desaparecieron en uno de los dos naufragios acontecidos en octubre del año pasado cerca de la isla italiana de Lampedusa. Más de 500 personas perecieron ahogadas, lo que provocó la indignación general. Desde entonces, la Armada italiana ha rescatado a más de 100.000 personas en el Mediterráneo. Pero el número de víctimas mortales sigue creciendo: más de 2.500 personas han muerto ahogadas en lo que va de año. Italia no puede hacer frente a esta situación sin ayuda.
ActúaPide a los líderes de la UE que eviten que se pierdan más vidas en el Mediterráneo.
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