Shell debe dar explicaciones sobre los abusos contra los derechos humanos en Nigeria
Esther Kiobel se está enfrentando a una de las mayores empresas petroleras del mundo —Shell— en la etapa final de su lucha por que se haga justicia por el asesinato de su esposo. Lleva más de 20 años detrás de esta empresa, a la que acusa de connivencia en la ejecución de su marido.
La búsqueda de petróleo efectuada por Shell en el delta del Níger, facilitada por el gobierno de Nigeria, provocó contaminación durante decenios y devastó a las comunidades locales. Como respuesta, una de esas comunidades —el pueblo ogoni— puso en marcha un movimiento de protesta en la década de 1990 que las fuerzas de seguridad del gobierno aplastaron siempre que hubo ocasión. Shell instó al gobierno a que se ocupara de estas protestas, incluso cuando se enteró de que se estaban cometiendo abusos graves contra los derechos humanos.
La campaña de represión culminó en el vergonzoso juicio y posterior ahorcamiento en 1995 de los líderes del movimiento del pueblo ogoni, incluido el esposo de Esther, Barinem Kiobel.
El asesinato de “Los 9 ogonis”, como luego se les llamó, provocó la indignación mundial. Amnistía Internacional recurrió a su amplia red de simpatizantes para primero inundar a las autoridades nigerianas con peticiones en favor de la libertad de esos hombres, y luego con cartas de indignación. Sin embargo, en última instancia, es Esther quien ha soportado constantes penalidades en su lucha para probar la inocencia de su esposo.
En un clásico enfrentamiento de David contra Goliat, el caso de Esther y Shell llegará por fin a los tribunales de Países Bajos en junio de este año. ¿Está a punto de terminar la batalla por la justicia que mantiene desde hace 22 años?
La muerte de mi esposo todavía me duele en el alma, y necesito que se le haga justicia, a él y a mi pueblo.
Esther Kiobel, 2016
Lo que se juega Shell en Nigeria
La historia de Esther


Orígenes
En 1964, año en que nació Esther Ita, su ciudad natal (Port Harcourt) estaba convirtiéndose en el centro económico para la industria del petróleo de Nigeria. Shell había descubierto petróleo en la zona en 1956, y dos años después en las tierras ancestrales del pueblo ogoni.
Mientras Shell establecía sus actividades en el delta del Níger, Esther se trasladó a los alrededores de Lagos y se crió alejada de los estragos provocados por la búsqueda de la riqueza petrolífera que Shell efectuaba en su territorio nativo. Dichos estragos empujaron al escritor y activista Ken Saro-Wiwa a iniciar en 1990 el Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP, por sus siglas en inglés). Los vertidos de petróleo han contaminado las tierras y el agua de la población local, y les ha arrebatado los medios de vida. Shell continuó sus actividades a pesar de todo, trabajando con su socio en el negocio, el gobierno de Nigeria, que aplastaba de forma implacable las protestas conforme surgían.
Cuando a veces viajaba a los pueblos con mis cuñadas, visitaba las tierras. Se veía petróleo en el agua.
Esther Kiobel
A principios de la década de 1990, Esther regresó a Port Harcourt y se casó con un hombre a quien su tía había acogido de niño: Barinem Kiobel. Entonces Barinem ya era experto en turismo y estudiaba para obtener un doctorado en Reino Unido, y entraba y salía de Nigeria. En sus viajes cuando salía de Port Harcourt, Esther veía de primera mano la contaminación en Ogoniland. “Cuando a veces viajaba a los pueblos con mis cuñadas, visitaba las tierras”, contaba Esther. “Se veía petróleo en el agua.” También recordaba ver llamaradas de gas.
En 1993, el movimiento de resistencia del pueblo ogoni había cobrado impulso, y 300.000 personas de una población de 500.000 salieron a las calles de forma pacífica en enero para protestar contra Shell. Su trabajo de campaña obligó a Shell a cerrar sus pozos en Ogoniland; la empresa alegó problemas de seguridad.



Siniestras jugadas para aplastar la oposición
Aunque Ogoniland representaba sólo una pequeña parte del delta del Níger productor de petróleo, las protestas del pueblo ogoni tenían amplias repercusiones. La opinión disidente del MOSOP ya había atraído la atención internacional ante la alarma del nuevo líder militar de Nigeria, el general Sani Abacha, y de Shell. Con una quinta parte de sus reservas totales de petróleo y gas natural en Nigeria, Shell necesitaba proteger sus activos. Además, al gobierno le convenía proteger los intereses de Shell —la mayor empresa del país—, ya que sus ingresos dependían totalmente del petróleo.
Shell se aseguró de que el gobierno supiera que no le complacía perder dinero en Nigeria. En una carta al gobernador local, la empresa informaba de que las interrupciones de las comunidades habían causado en 1993 un descenso de la producción de petróleo de casi nueve millones de barriles. En otra carta, pedía “cualquier ayuda que pudiera brindar[les] para minimizar estas interrupciones”. En enero de 1994, el gobierno creó una unidad militar especial bajo el mando del jefe militar Paul Okuntimo. Estas fuerzas pasaron a dirigir una campaña de represión contra las comunidades ogonis, en la que se detenía y torturaba a personas, se abatía a tiros a otras, y se violaba a mujeres y niñas.
Shell también tenía sus propias fuerzas de seguridad, que colaboraban de forma regular con la agencia de seguridad nigeriana. Shell no vaciló en desprestigiar al MOSOP y a Ken Saro-Wiwa, negando sus denuncias de contaminación medioambiental (denuncias posteriormente fundamentadas por un estudio de la ONU) y tildándolos de alborotadores violentos. Un escrito interno confidencial de Shell revela que la empresa pagó a Okuntimo y a su unidad policial unos “honorarios” de 30.000 nairas (unos 1.364 dólares estadounidenses) después de una de estas operaciones en Ogoniland.
Mi esposo les dijo que no podía colaborar con ellos para perjudicar a Ken.
Esther Kiobel
El 30 de abril de 1994, después de que el ejército hubiera efectuado unos ataques brutales contra las comunidades ogonis, Brian Anderson —entonces presidente de Shell Nigeria— se reunió por primera vez con el presidente Sani Abacha. Sus preocupaciones parecían ser rigurosamente económicas. “Planteé el problema de los ogonis y Ken Saro-Wiwa, y señalé que hacía casi un año que Shell no estaba en la zona”, expresaba Anderson en sus notas personales de la reunión. También destacaba el hecho de que Shell “seguir[ía] invirtiendo mientras sintier[an] que había estabilidad política y que las condiciones económicas de sus actividades fueran lo suficientemente atractivas”.
Menos de un mes más tarde, el líder del MOSOP, Ken Saro-Wiwa, y otros 14 hombres, entre ellos el esposo de Esther —Barinem Kiobel—, fueron detenidos y acusados de implicación en el homicidio de cuatro jefes ogonis cuyas criticas al MOSOP eran conocidas. Nunca se presentaron pruebas creíbles que fundamentaran las denuncias.
En ese momento, Barinem era comisionado de Comercio, Industria y Turismo en el gobierno del estado de Rivers. Siguen sin estar claras las razones por las que Barinem fue detenido junto a Ken Saro-Wiwa y sus simpatizantes, ya que él no era miembro del MOSOP. Sin embargo, antes de su detención, Barinem había informado a sus superiores de los motivos de preocupación que otras personas estaban planteando sobre la situación en Ogoniland; y tras ser detenido, hizo un llamamiento para que el ejército se retirara de la región.
Esther afirma que Barinem cayó en desgracia tras negarse a colaborar con el gobierno contra Ken. “Mi esposo les dijo que lo sentía, pero que era cristiano y además era ogoni, por lo que no podía colaborar con ellos para perjudicar a Ken. Es lo que les dijo, y creo que a partir de ahí pasó a ser enemigo suyo.”


Abusada y detenida
La detención de Barinem tuvo consecuencias inmediatas para Esther. Perdió su empresa de catering porque, según afirma, “todo el mundo [la] veía como la esposa de un asesino”. Tenía cuatro hijos y, sin sus ingresos ni los de Barinem, la vida se le complicó mucho. Esther cuenta que sentía “que h[abía] perdido la esperanza porque [su] esposo era el sostén económico de la familia”. Le preocupaba que Barinem ya no pudiera ayudar a la gente como lo hacía antes, pero se negó a caer en la desesperación. “Aunque me s[entía] triste, tenía que recomponer[me] —continúa— y seguir adelante y luchar, porque yo era la única persona a quien él tenía cerca.”
En las semanas siguientes a la detención de Barinem, Esther tendría que esforzarse mucho una y otra vez para encontrar ese valor. Cuando intentó visitar a su esposo en prisión, Paul Okuntimo —a quien acaban de ascender a teniente coronel— era el oficial al mando que lo vigilaba. La llevó a otra habitación y le hizo proposiciones sexuales. “Cuando lo aparté, supongo que se molestó y me abofeteó. Tiene una mano grande y fue como que saliera fuego. Le devolví la bofetada.” Okuntimo se enfureció. “Empezó a luchar conmigo, me dejó semidesnuda y llamó a los soldados —continúa Esther—. Me arrastraron, por lo que me hice todos estos cortes, y me ataron como a un animal.” Entonces la metieron en una camioneta y la llevaron a un lugar desconocido donde estuvo recluida durante dos semanas. De un modo u otro, Barinem averiguó lo que había ocurrido. Escribió una carta desde la cárcel, pidiendo la puesta en libertad inmediata de su esposa. El tribunal que iba a juzgar a Barinem y al resto de “Los 9 ogonis” ordenó la liberación de Esther. “Así es como me salvé”, cuenta.
Empezó a luchar conmigo, me dejó semidesnuda y llamó a los soldados. […] [M]e ataron como a un animal.
Esther Kiobel, sobre el abuso sexual del teniente coronel Paul Okuntimo



Ahorcados tras un juicio vergonzoso
Después de que los hombres fueran arrestados, las operaciones militares en Ogoniland se intensificaron. Okuntimo llegó a aparecer en la televisión pública, alardeando de atacar pueblos.
Mientras, Shell no se engañaba sobre el resultado probable del juicio de “Los 9 ogonis”. La empresa no abogó por su puesta en libertad hasta que fue demasiado tarde, a pesar de que sabía que el juicio era manifiestamente injusto. Así se lo manifestó el 6 de abril de 1995 el alto comisionado de Reino Unido en Nigeria a Brian Anderson (de Shell), afirmando que él creía que el gobierno se aseguraría de que Ken Saro-Wiwa fuera declarado culpable.
El 30 de octubre, los hombres fueron condenados a muerte. Ken y Barinem fueron condenados por incitación al asesinato, y los demás por cometerlos.
“La sentencia del tribunal no es solamente incorrecta, ilógica o perversa, es absolutamente deshonesta —escribió el prestigioso abogado británico Michael Birnbaum, que asistió al juicio en calidad de observador—. Creo que el tribunal primero decidió el fallo y luego buscó argumentos que lo justificaran.”
En su búsqueda de beneficios, Shell contribuyó a violaciones graves de derechos humanos en Ogoniland, incluido el juicio injusto y la ejecución de “Los 9 ogonis”. Las ejecuciones fueron el resultado final de la campaña del gobierno para acallar las protestas de las comunidades, una campaña que Shell alentó.
El gobierno se asegurará de que [Ken Saro-Wiwa] sea declarado culpable.
Alto comisionado de Reino Unido en Nigeria a Brian Anderson (de Shell), 6 de abril de 1995
Los hombres fueron ejecutados en los 10 días siguientes, aun cuando Esther, los familiares y simpatizantes de todo el mundo estaban apelando contra la declaración de culpabilidad. A Esther nunca le comunicaron cuándo iban a ahorcar a su esposo. Dice que estaba con la familia de Ken Saro-Wiwa cuando sintió que debía ir a ver a Barinem ese mismo día.
“Quiero ir a ver a mi esposo —recuerda Esther que dijo—, y tengo que ir ya.” Así que llamaron al conductor y se dirigieron a la prisión con alimentos. Allí, al reconocer a la hermana de Ken, que también estaba con ellos, un oficial del ejército le hizo un gesto con las manos. “[Ella] se volvió hacia nosotros [diciendo]: ‘¡Dios mío, han dicho que están muertos!’. Inmediatamente me desmayé.”
Esther no conoció hasta más tarde los detalles de la muerte de su esposo. “Cuando trataban de matar a Ken —recuerda—, su espíritu no se marchó; no murió al instante, no quería. Entonces lo dejaron aparte y trajeron a mi esposo para ahorcarlo. Ken oyó que mi esposo lloraba y decía que era inocente. Entonces, después de ver a mi esposo ahorcado y muerto, se sintió muy mal.” Saro-Wiwa fue ejecutado poco después, al parecer diciendo las inmortales últimas palabras: “Señor, llévate mi alma, pero la lucha continúa”.
Todavía conmocionada, Esther recogió los efectos personales de Barinem del patio de la prisión. Entre ellos había un peine que todavía tenía algunos de sus cabellos, y “una notita en la que ponía cuánto nos amaba, a la familia”.
Aunque le aflige recordar ahora estos acontecimientos, Esther no está desanimada. “Recordar todo esto que pasó me da fuerzas para luchar por la justicia, por él.”
Coste humano


Huir de Nigeria y enfrentarse a Shell
A raíz del asesinato de Barinem, Esther se vio rodeada de más tragedias. No sólo había perdido a su esposo y su trabajo, sino que también perdió a varios familiares, entre ellos a su madre. “La vida era terrible, horrible para nosotros. Era muy difícil poner comida en la mesa”, afirma.
Un día, Esther tuvo visita. “Vinieron unas personas y me dijeron que tenía que irme para salvar la vida; que, aunque no me importara la mía, me preocupara por mis hijos, por mis seres queridos. Así que tuvimos que ponernos a salvo en Benín, donde me convertí en refugiada.” Esther abandonó todo, y se llevó a sus cuatro hijos y a los tres de su cuñada. Permanecieron juntos en un campo para personas refugiadas en Benín hasta que, según afirma, “el campo ya no era seguro, porque lleg[ó] la noticia [de que] el gobierno de Nigeria solía entrar a secuestrar a gente”.
Por consiguiente, Esther huyó con los siete niños a una casa donde nadie la conocía. Vivió así durante dos años hasta que, con la ayuda de Amnistía, les concedieron asilo en Estados Unidos.
Mientras construía allí una nueva vida para ella y sus hijos, Esther nunca pudo quitarse de la cabeza lo que le sucedió a su esposo. “Casi todos los días, en el dormitorio, recordaba y lloraba; pero luego me recompuse y decidí ser fuerte —relata—. Sigo diciendo que el espíritu de mi marido está detrás de mí y me permite librar esta batalla. No puedo librarla sola.”
Responsabilizo a Shell.
Esther Kiobel, 2016
Habiendo huido de Nigeria para salvar su vida, Esther sabía que no podía esperar justicia por parte del gobierno y el ejército de su país de origen. En 2002, intentó llevar a Shell ante los tribunales en Estados Unidos, pero el Tribunal Supremo resolvió en 2013 que los tribunales estadounidenses no tenían competencia para juzgar el caso. Así pues, tras 22 años, Esther se enfrenta a Shell en el país de origen de la empresa: Países Bajos. Esther se mantiene firme en que se pruebe la inocencia de Barinem. “Aparece en la historia como si fuera un delincuente —dice Esther—, pero no lo es; era un buen hombre, un buen padre, un buen marido y un buen hermano. Quiero que sea declarado inocente.”
Para Esther, no cabe duda acerca del papel que desempeñó Shell en la muerte de Barinem. “Responsabilizo a Shell —afirma—. Shell produce contaminación en Ogoniland y se niega a limpiar. Sólo quieren beneficios, necesitan beneficios mayores, así que creen que pueden deshacerse de cualquiera e ir allí a sacar el petróleo. Eso creen.”
Tanto Shell como Paul Okuntimo han negado públicamente toda participación en las violaciones de derechos humanos descritas supra.
Respuesta de Shell
Amnistía Internacional presentó las alegaciones a Shell en una carta con fecha 18 de junio de 2017. La sede central de Shell no dio una respuesta de peso. Shell Nigeria manifestó:
“Las alegaciones que mencionan en su carta contra [Shell]son falsas y carecen de fundamento. No hubo connivencia [de Shell Nigeria] con las autoridades militares para reprimir las revueltas en la comunidad y [Shell Nigeria] ni alentó ni defendió en modo alguno ningún acto de violencia en Nigeria [….]. Siempre hemos negado esas afirmaciones con la mayor rotundidad posible”.

