Brasil seguía presentando uno de los niveles más elevados de desigualdad del mundo. El racismo sistémico persistía y afectaba a los derechos civiles, políticos, culturales, económicos y sociales de la población negra. Las mujeres, especialmente las negras, seguían encontrando obstáculos para acceder a sus derechos. El número de casos de COVID-19 continuaba siendo elevado y el exceso de mortalidad superó ampliamente las previsiones. La inseguridad alimentaria seguía teniendo un alcance considerable y la tercera parte de la población continuaba por debajo de la línea de la pobreza. Persistía la baja asistencia escolar y aumentó la violencia en los centros educativos. La violencia policial seguía suscitando honda preocupación y se tradujo en homicidios ilegítimos y otras violaciones graves de derechos humanos. Imperaba la impunidad. Las personas defensoras y activistas de los derechos humanos seguían expuestas a riesgos importantes. Los fenómenos meteorológicos extremos causaron muertes, destrucción de bienes y desplazamientos de población. Los pueblos indígenas se vieron privados del disfrute pleno de sus derechos, y se avanzó con lentitud en la demarcación de tierras. La violencia de género seguía estando alarmantemente extendida y suponía un riesgo importante para las personas transgénero. El aborto continuaba siendo ilegal, lo que puso en peligro a personas embarazadas.
Leer másRetiene la pena de muerte solo para delitos graves, como los cometidos en épocas de guerra
Herramientas de campaña que se pueden emplear para intervenir con carácter de urgencia y defender los derechos humanos de alguien.
Informes, documentos informativos, declaraciones, contribuciones escritas para OIG y otros recursos de los equipos de investigación de Amnistía.
Praça São Salvador, 5-Casa Laranjeiras 22.231-170 Rio de Janeiro
00552131748607