La situación desesperada de una generación de niños y niñas pende de un hilo mientras la cruenta batalla por la ciudad de Mosul amenaza con convertirse en una catástrofe humanitaria, ha declarado hoy Amnistía Internacional, tras una investigación en el terreno.
En una visita realizada este mes a la región, la organización habló con menores de todas las edades que habían sufrido heridas terribles tras quedar atrapados en la línea de fuego entre el grupo armado autodenominado Estado Islámico y las fuerzas gubernamentales, respaldadas por una coalición dirigida por Estados Unidos.
He conocido a niños que no sólo han sufrido heridas atroces, sino que también han visto a sus familiares y vecinos decapitados en ataques con morteros, destrozados por coches bomba o explosiones de minas o aplastados bajo los escombros de sus casas.
Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuesta a las crisis
“Los niños y niñas atrapados en el fuego cruzado de la brutal batalla por Mosul han visto cosas que no debería ver nunca nadie, de ninguna edad. He conocido a niños que no sólo han sufrido heridas atroces, sino que también han visto a sus familiares y vecinos decapitados en ataques con morteros, destrozados por coches bomba o explosiones de minas o aplastados bajo los escombros de sus casas”, afirmó Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuesta a las crisis, a su regreso de una visita de 17 días al norte de Irak.
“Los menores heridos de guerra se encuentran después en hospitales saturados de pacientes o en campos para personas desplazadas cuyas terribles condiciones humanitarias hacen que su recuperación física y psicológica sea aún más difícil. Muchos otros siguen atrapados en zonas donde se libran encarnizados combates. Es urgente que las autoridades iraquíes y sus socios internacionales en la batalla por Mosul establezcan mejores sistemas de atención, rehabilitación y protección para la población civil afectada. Atender a las víctimas civiles, especialmente a las más vulnerables, debería ser una prioridad absoluta, y no una idea a posteriori.”
“Nuestras casas se han convertido en las tumbas de nuestros hijos”
En un hospital de Erbil, Amnistía Internacional habló con Umm Ashraf, que contó que ella y sus siete hijos resultaron heridos cuando un coche bomba explosionó frente a la casa donde se refugiaban, en Mosul oriental, el 13 de diciembre, enterrando a decenas de personas bajo los escombros de varias casas destruidas en la explosión. Su hija mayor, Shahad, de 17 años, perdió los dos ojos en el ataque.
Yo saqué a rastras a mis hijos heridos de debajo de los escombros uno a uno.
Umm Ashraf, cuyos hijos resultaron heridos por un coche bomba
“Nuestras casas se han convertido en las tumbas de nuestros hijos”, dijo Umm Ashraf a Amnistía Internacional. “Mis vecinos siguen enterrados bajo los escombros, nadie ha podido sacarlos de allí. Yo saqué a rastras a mis hijos heridos de debajo de los escombros uno a uno. Pero mi hermana murió, no pude ayudarla. Mi vecino fue decapitado en la explosión, como muchos más que murieron.”
Teiba, de ocho años, y su hermana de 14 meses Taghreed murieron y sus padres resultaron gravemente heridos cuando un mortero alcanzó el patio de su vivienda, en Mosul oriental, el 12 de noviembre. La madre, Mouna, contó a Amnistía Internacional:
“Estaba diciéndoles a las niñas que entrasen. En nuestra zona había fuego de artillería y disparos las 24 horas del día. Justo en ese momento cayó un mortero junto a la casa. Yo me desplomé en el momento, mi hija Teiba cayó con la cabeza contra la puerta y la pequeña gateó y gateó hasta que llegó hasta mí y se desplomó en mi regazo.”
Instalaciones médicas al límite
En las zonas afectadas por el conflicto de Mosul oriental, el epicentro de los combates, quedan pocos hospitales accesibles o que funcionen, por lo que la principal esperanza para las personas heridas de recibir atención médica está en Erbil, la capital de la región semiautónoma del Kurdistán de Irak.
A pesar de que está a sólo 80 kilómetros, para los residentes de Mosul es casi imposible llegar a Erbil. Sólo los pocos que logran obtener un permiso especial pueden entrar en la región e incluso entonces es difícil o imposible que sus familiares se reúnan con ellos o los visiten.
Algunas familias que huyen de los combates se encuentran atrapadas entre dos fuegos, sin poder entrar en el territorio controlado por el Gobierno Regional del Kurdistán y obligadas a esperar durante días en peligrosas zonas de tierra de nadie.
Entre quienes sí llegaron a Erbil está Alí, de dos años, que resultó herido en un ataque en el barrio de Mosul de Hay al Falah el 14 de diciembre. Cuando lo vimos apenas respiraba, y su cara era un amasijo irreconocible de sangre y carne desgarrada. Los médicos le dijeron a su abuela, Dokha, que no estaban seguros de si se iba a recuperar.
Dokha ya ha perdido a dos nietas, Zaira, de 14 años, y Wadha, de 16, que murieron en el mismo ataque, y estaba abrumada de dolor ante la idea de perder también a Allí.
“Por favor, Dios, protégelo, no me lo arrebates”, imploraba.
“Mis nietos habían huido de su casa y llevaban 30 días viviendo en el sótano de un vecino”, explicó Dokha. “Se habían quedado sin nada de comida y de agua. El ejército había recuperado la zona dos días antes, así que creyeron que no había peligro si salían, pero los bombardearon cuando llegaban a la puerta del patio.”
Si hay recursos para la guerra también debe haber recursos para ocuparse de las consecuencias de la guerra.
Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuesta a las crisis
Aunque sólo algunos de los heridos en la batalla de Mosul han sido evacuados a Erbil, los hospitales de esta ciudad están saturados por el gran número de personas afectadas.
“La campaña militar para recuperar Mosul llevaba tiempo gestándose y las autoridades iraquíes, incluida la gobernación de Ninewa, y sus socios internacionales en la batalla de Mosul pudieron y debieron haber tomado medidas más eficaces para las inevitables víctimas civiles, sobre todo sabiendo que era probable que los hospitales del Gobierno Regional del Kurdistán sufrieran la presión de la llegada de un número mayor de heridos de guerra”, prosiguió Donatella Rovera.
“Si hay recursos para la guerra también debe haber recursos para ocuparse de las consecuencias de la guerra.”
Menores traumatizados y asustados
Más allá de las heridas físicas que sufren, los niños y niñas quedan asustados y profundamente traumatizados por la violencia extrema que han vivido y presenciado. De los miles de niños expuestos a una violencia constante, sólo una parte tiene acceso a la atención y el apoyo psicológicos que necesitan con urgencia.
“Mis hijos vieron cómo mataron a mi hermana delante de ellos; vieron a nuestro vecino, que fue decapitado en el ataque; vieron trozos de cuerpos en el suelo. ¿Cómo van a recuperarse alguna vez de eso?”, contó Umm Ashraf a Amnistía Internacional.
En un campo para personas internamente desplazadas, Mohammed, de cuatro años, se balancea, se da bofetadas y se golpea la cabeza en el suelo. Llora desconsolado cada vez que se ensucia, lo que ocurre varias veces al día.
Su madre, Mouna, dice que se comporta así desde el ataque con morteros del 12 de noviembre que mató a dos de sus hermanas.
“Él y su hermana pequeña Taghreed eran inseparables. La llevaba con él todo el tiempo. Ahora no entiende que sus hermanas estén muertas. Cree que las hemos dejado atrás y está triste y enfadado. Creo que necesita psicoterapia, pero aquí en el campo no hay nada”, dice Mouna, que está inmovilizada con una pierna rota y no ha podido levantarse de un fino colchón sobre el suelo desde que llegó al campo.
Las dos hijas sobrevivientes de la familia, de 10 y 12 años, tienen que hacerse cargo de todas las tareas domésticas: traer agua, cocinar, hacer la colada y vendar las heridas de sus padres. No tienen tiempo para jugar ni para estudiar.
Desde que llegaron al campo para personas internamente desplazadas las niñas no han recibido ningún apoyo psicológico para ayudarles a afrontar el trauma de ver cómo mataban a sus hermanas delante de ellas. Aunque la respuesta humanitaria ha proporcionado actividades limitadas de apoyo psicológico en algunos campos para desplazados, éstas son totalmente insuficientes para tratar al enorme número de niños y niñas afectados por el conflicto, que en muchos casos son víctimas directas de la violencia.
“Las cicatrices que dejan estas experiencias inconcebiblemente traumáticas son psicológicas además de físicas, pero el gobierno iraquí y sus aliados, que hasta ahora no han garantizado la existencia de instalaciones médicas adecuadas, ignoran estas heridas que les han cambiado la vida”, dijo Donatella Rovera.
“La comunidad internacional debe dar prioridad a dotar de recursos a una respuesta firme de protección a la infancia, lo que incluye apoyo integral a la salud mental para quienes hayan sido expuestos a violencia extrema, como parte de la respuesta humanitaria a la crisis de Irak.”
Agarras al tipo del pelo para levantarle la cabeza para poder cortarle el cuello, y si no tiene pelo, le metes dos dedos en los agujeros de la nariz para levantarle la cabeza. Me enseñaron esto y me enseñaron a matar de muchas otras formas.
Jordo, niño de 13 años que estuvo cautivo del Estado Islámico dos años
Mientras tanto, los niños y niñas yazidíes que regresan tras haber permanecido cautivos del Estado Islámico, han soportado un sufrimiento indecible. Niñas de tan sólo 11 años fueron violadas, mientras a los niños se les obligó a recibir entrenamiento militar, les enseñaron a decapitar a personas y les hicieron ver ejecuciones.
Jordo, un niño de 13 años que estuvo cautivo del Estado Islámico dos años, hizo un escalofriante relato de lo que aprendió:
“Agarras al tipo del pelo para levantarle la cabeza para poder cortarle el cuello, y si no tiene pelo, le metes dos dedos en los agujeros de la nariz para levantarle la cabeza. Me enseñaron esto y me enseñaron a matar de muchas otras formas”, dijo a Amnistía Internacional.
AK, de 10 años, volvió del cautiverio a manos del Estado Islámico en noviembre, más de dos años después de que lo secuestraran junto con sus padres y siete hermanos y hermanas. Sólo dos de ellos, de seis y siete años, han regresado. El resto de la familia sigue en manos del Estado Islámico.
Los niños están al cuidado de dos primos lejanos que ya mantienen a 23 personas más entre mujeres y niños y niñas. Uno de ellos contó a Amnistía Internacional las dificultades de lidiar con la conducta errática de los niños traumatizados.
“AK es muy difícil de controlar”, dijo. “Rompe cosas y las prende fuego, y el otro día salió afuera en medio del frío en ropa interior y se puso enfermo. Los tres se orinan encima todo el tiempo, así que les hacemos dormir en otra tienda por el olor. Estos niños están muy traumatizados y necesitan ayuda profesional, pero hasta ahora no hemos encontrado ninguna ayuda.”
Promesas rotas
Personal de ayuda humanitaria dijo a Amnistía Internacional que los niños y niñas desplazados de la batalla de Mosul y otras zonas afectadas por el conflicto muestran signos de trauma como llanto excesivo, mutismo y conducta violenta, y tienen dificultades para separarse del lado de sus padres o cuidadores.
Sin embargo, aparentemente debido a la falta de recursos, estos menores no reciben la atención psicológica adecuada y el apoyo que les ayudaría a procesar estos incidentes traumáticos y a empezar a restablecer una sensación de normalidad en sus vidas.
Si las autoridades iraquíes y sus aliados no hacen más esfuerzos por crear vías seguras para que la población civil salga de las zonas de la ciudad afectadas por el conflicto y proporcionar servicios esenciales a los residentes atrapados bajo el fuego dentro de Mosul, podría desencadenarse una catástrofe humanitaria.
Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuesta a las crisis
Los gobiernos donantes se comprometieron en septiembre a garantizar el “acceso a asistencia vital” y a “facilitar el tránsito rápido y sin trabas de ayuda humanitaria imparcial”. Es imprescindible que la protección y el cuidado de los niños y niñas afectados por el conflicto armado sean una prioridad en la respuesta humanitaria.
La subida del precio de los productos básicos, así como la escasez de comida, combustible, medicinas y agua apta para el consumo dentro de Mosul ha dejado a los niños en riesgo extremo de sufrir malnutrición, deshidratación y enfermedades transmitidas por el agua y de otro tipo.
“A pesar de las garantías de las fuerzas iraquíes y de la coalición de que están haciendo todo lo posible para proteger a la población civil, cada día mueren o son heridos menores, en sus casas o cuando arriesgan la vida para huir a un lugar seguro. Todas la partes implicadas en la batalla de Mosul deben adoptar todas las precauciones posibles para preservar las vidas civiles, lo que incluye evitar el uso de la artillería y otro fuego indirecto en zonas urbanas densamente pobladas”, concluyó Donatella Rovera.
“Si las autoridades iraquíes y sus aliados no hacen más esfuerzos por crear vías seguras para que la población civil salga de las zonas de la ciudad afectadas por el conflicto y proporcionar servicios esenciales a los residentes atrapados bajo el fuego dentro de Mosul, podría desencadenarse una catástrofe humanitaria.”