Kirstine está decidida a lograr un cambio en la legislación sobre la violación y a mejorar el acceso a la justicia de las sobrevivientes de violación en Dinamarca. Sabe lo que es toparse con un sistema de justicia que, desde el primer momento, está sistemáticamente en contra de quien denuncia una violación.
“Haré todo lo que esté en a mi alcance para usar mi propia historia a fin de derribar muros y que en el futuro mucha menos gente se encuentre con que, tras haber sufrido una agresión terrible, tiene que lidiar además con un sistema de denuncia escéptico y sin preparación, un sistema judicial basado en principios antiguos… y un mundo exterior que lo que quiere es que calles, agaches la cabeza y aceptes que el sistema vulnera los derechos de las personas a las que tiene la obligación de proteger.”
En 2017, esta periodista, asesora de comunicación y activista de 39 años denunció una violación. El hombre acusado fue absuelto en el juicio porque no se pudo demostrar la violación más allá de toda duda razonable.
“Dije ‘no’ muchas veces, ‘para’, ‘déjame en paz’… Con el ‘no’, ya debería haber bastado. No debería haber tenido que defenderme de él.”
Pero la legislación danesa no define la violación en relación con la ausencia de consentimiento, sino con otros factores, como si empleó violencia física o se amenazó con emplearla, si hubo coacción o si la víctima fue incapaz de oponer resistencia.
Tanto en la policía como en el juzgado a Kirstine se le preguntó si había opuesto resistencia. Los funcionarios de justicia centraron sus preguntas en buscar pruebas físicas de que se había defendido. El hecho de que hubiera o no dicho que sí parecía interesarles menos.
“Nunca me preguntaron si había dado mi consentimiento, lo cual evidentemente no había hecho.”
Kirstine tuvo que hacer cuatro intentos antes de lograr interponer una denuncia de violación ante la policía en agosto de 2017.
Primero llamó por teléfono a la comisaría de su ciudad natal y la informaron de que debía presentar la denuncia en Copenhague, la ciudad en la que habían tenido lugar los acontecimientos. Un agente de la comisaría de Copenhague la informó de que no podían tomarle declaración porque el personal estaba ocupado lidiando con varios tiroteos entre bandas y que era importante que pusiera la denuncia en persona, por lo que le sugerían que se personase en la comisaría de su localidad.
En la comisaría local, al día siguiente, el joven agente que la atendió la condujo a una celda y le dijo que si mentía sobre el hecho de haber sido violada podría ir a la cárcel, y que se presentaban muchas denuncias falsas. Tras hablar brevemente con ella de su experiencia, le dijo que los casos en los que la presunta víctima y el acusado se conocían raramente llegaban a ninguna parte. A continuación la informó de que no podía tomarle declaración porque aún no lo había hecho ninguna vez. Le aconsejó ir a la comisaría de Kolding, una ciudad a unos 20 km de distancia.
Kirstine condujo hasta allí llorando.
“Si tuviera 20 años, me habría echado atrás tras el primer intento de denunciar.”
Kirstine tuvo que contar su experiencia varias veces: dos veces por teléfono; otra, en persona en su ciudad natal, donde el agente le dijo que no le iba a tomar declaración, y luego en la comisaría de Kolding y en varios interrogatorios subsiguientes en Copenhague.
Historias como la de Kirstine dejan claro por qué de las 5.100 a 24.000 mujeres y niñas que sufrieron una violación en Dinamarca en 2017 sólo 890 denunciaron a la policía, sólo en 535 de esos casos las denuncias dieron pie a enjuiciamientos y sólo 94 de ellos concluyeron con una sentencia condenatoria.
“Si denunciar una violación significa volver a tener miedo y a sufrir vergüenza y humillación, se pueden meter por el culo sus campañas para que denunciemos… Soy una mujer enfadada pero decidida. ¡Exigimos respeto y justicia cuando decimos no a la violencia y los abusos!
El sexo sin consentimiento es violación. La legislación debe dejarlo claro.