Un hueco enorme en nuestras vidas

Pasados tres años desde que desapareció su padre, Raneem Matouq, de 24 años, cuenta lo que le ocurrió a su familia

Raneem Matouq es la hija de Khalil Matouq, abogado de derechos humanos y director del Centro Sirio de Investigación y Estudios Jurídicos, que desapareció en Damasco el 2 de octubre de 2012 junto con un colega cuando se dirigían al trabajo. Se cree que lo detuvieron tras darle el alto en un control de seguridad del gobierno y que está recluido desde entonces en condiciones que constituyen desaparición forzada. Hoy se cumplen tres años desde su detención.

Raneem Matouq tenía 21 años cuando desapareció su padre, hace casi tres años. Su familia y ella sintieron que todo su mundo se desmoronaba.

“[Su desaparición] dejó un hueco enorme en nuestras vidas. Para una mujer joven en un barrio como el nuestro, vivir sin él era un infierno”, contaba.

[Su desaparición] dejó un hueco enorme en nuestras vidas. Para una mujer joven en un barrio como el nuestro, vivir sin él era un infierno.

Raneem Matouq

Al ser abogado de derechos humanos y defender a presos políticos y presos de conciencia en Siria, su padre, Khalil Ma’touq, no era ajeno a las amenazas, el acoso y la intimidación de las autoridades sirias. Incluso antes de que estallase el conflicto en el país, le habían prohibido viajar.

Desapareció el 2 de octubre de 2012 cuando se dirigía en automóvil a su trabajo en Damasco con su amigo y asistente Mohammed Thatha. Desde entonces, su familia no ha tenido noticias suyas. Las autoridades sirias han negado tenerlo recluido. Según información no confirmada, a él y a su colega les dieron el alto y los detuvieron en un control de seguridad del gobierno. Desde entonces, algunos ex detenidos han afirmado haberlo visto en distintos centros de detención de Damasco.

Khalil Matouq está entre las decenas de miles de personas sometidas a desaparición forzada por las fuerzas de seguridad sirias desde que estalló el conflicto. En opinión de Amnistía Internacional, estas desapariciones forman parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil, que constituye un crimen de lesa humanidad.

Tras la desaparición de su padre, Raneem y su familia pasaron muchas calamidades en el barrio en el que residían, Sahnaya, situado a las afueras de Damasco y mayoritariamente progubernamental.

“Mi padre siempre defendió mis libertades y me educó para que fuera una mujer fuerte e independiente pero, de repente, sin su protección, tenía que vérmelas con una comunidad hostil”, explicó Raneem.

Mi padre siempre defendió mis libertades y me educó para que fuera una mujer fuerte e independiente pero, de repente, sin su protección, tenía que vérmelas con una comunidad hostil-

Raneem Matouq

A principios de 2013, un hombre que afirmaba saber dónde estaba su padre le dijo que la ayudaría a llevarle medicamentos. Khalil Matouq padece una dolencia pulmonar y necesita medicación permanente; su familia teme que su salud se haya deteriorado drásticamente en prisión. En vez de ayudarla, el hombre la secuestró.

“[Mi secuestrador] me puso una pistola en la cabeza, pero luego me dejó marchar. Ahora creo que sólo quería hacerme fotografías para mostrárselas a mi padre en prisión y darle a entender que me tenía recluida”, dijo. El hombre, que ella sospecha que podría ser miembro de las fuerzas de seguridad interna sirias, la retuvo unas horas antes de dejarla en libertad.

Posteriormente, Raneem fue detenida por orden del gobierno sirio el 17 de febrero de 2014: se la llevaron de su casa durante una incursión en su barrio.

“Había unos 30 hombres, gritando y amenazándonos con sus armas. Se llevaron todo lo que había en casa: dinero, ordenadores, documentos… todo”, relató.

Apenas pudo vestirse antes de que le esposaran las muñecas. Se la llevaron a una de las secciones de peor fama del servicio de inteligencia militar, la Sección 227, situada en el distrito damasceno de Kafr Sousseh, donde estuvo recluida durante dos meses antes de ser trasladada a la prisión de Adra.

Los interrogadores le preguntaron por su “función en la revolución” y sus vínculos con grupos armados.

“Me limité a decirles la verdad: que había estado ayudando a la gente que lo necesitaba”, afirmó. “Me golpearon mucho durante los interrogatorios. También les pregunté por mi padre –dónde estaba– pero volvieron a golpearme. Uno de los interrogadores me dijo: ‘No seas como tu padre’.”

Las condiciones de reclusión en las que vivió fueron espantosas. Ella y otras nueve mujeres estaban recluidas en una celda minúscula, de dos metros de largo por uno de ancho. Las sábanas de su cama tenían manchas de sangre y estaban plagadas de insectos. Desde la celda oía los gritos de otros detenidos al ser interrogados, señal de que los estaban torturando o sometiendo a otros malos tratos.

“Aquello por sí solo era tortura”, dijo Raneem. “La puerta de nuestra celda tenía un ventanuco por el que veíamos cuerpos tirados en los pasillos y en los cuartos de baño. Todas las mañanas, los guardias venían y se llevaban algunos de los cuerpos de las celdas, pero por lo general sólo después de que llevasen muertos varios días. En su mayoría eran hombres, pero también había niños. Los niños parecían tener entre 10 y 15 años. Otros yacían durante días en las celdas, moribundos después de ser torturados”.

Raneem contó a Amnistía Internacional que, cuando amenazó con ponerse en huelga de hambre, un guardia agredió sexualmente con una botella a otra detenida para que desistiera de tal idea. Y lo consiguió.

Tras cuatro meses de reclusión, Raneem quedó por fin en libertad el 11 de junio 2014. Poco después, ella y su familia se fueron del país.

Raneem, que ahora tiene 24 años, no parece en absoluto estar hundida por esta experiencia traumática. Al contrario, le ha dado una fuerza extraordinaria.

Cuando recluyeron a su padre, tanto ella como su familia estaban dispuestas a sufrir las penurias que él sufría y soportaron el frío y el hambre a propósito.

Cuando me detuvieron a mí, me di cuenta de que teníamos que hacer lo contrario: tenemos que ser fuertes porque sé que él se preocupa por nosotros y tenemos que estar bien para darle apoyo cuando quede en libertad.

Raneem Matouq

“Cuando me detuvieron a mí, me di cuenta de que teníamos que hacer lo contrario: tenemos que ser fuertes porque sé que él se preocupa por nosotros y tenemos que estar bien para darle apoyo cuando quede en libertad”, manifestó.

Esta fuerza la ha ayudado a sobrevivir y a perseverar con la esperanza de que, a pesar de llevar tres años desaparecido, su padre volverá a reunirse un día con su familia.

Para saber más sobre la campaña de Amnistía Internacional por el fin de las desapariciones forzadas en Siria, hagan clic aquí.

Este artículo se publicó por primera vez en Syria Deeply; para consultarlo, hagan clic aquí.