La huida de Mosul: “Lo dejamos todo para salvar la vida”

Por Donatella Rovera, asesora general sobre respuesta a las crisis de Amnistía Internacional.

Marvin trabajaba en contabilidad y tiene 27 años. Su vida y la de su familia dieron un vuelco total la semana pasada, cuando miembros del Estado Islámico de Irak y al Sham (ISIS) se presentaron en su casa de Mosul, en el norte de Irak.

Bandera del Estado Islámico de Irak y al Sham en Mosul ©EPA/MOHAMMED AL-MOSULI.
Bandera del Estado Islámico de Irak y al Sham en Mosul ©EPA/MOHAMMED AL-MOSULI.

Los radicales de ISIS que ahora controlan la ciudad ofrecieron a Marvin, sus ancianos padres, su hermano y su hermana cuatro opciones claras: convertirse al islam, pagar jizya (un impuesto para los no musulmanes), abandonar la ciudad… o cortarles la cabeza. Después los extremistas pintaron en la casa la letra “N” del alfabeto árabe (para indicar nasrani, cristiano).

Para la familia de Marvin, como para muchos cristianos que residen en Mosul, no había elección. Recogieron algunas pertenencias y salieron de la ciudad a primera hora de la mañana siguiente. “Al salir de Mosul, ISIS nos quitó el dinero y las joyas. Ahora no tenemos medios para salir de Irak y nada para regresar a Mosul porque nuestras vidas han sido destrozadas”, dijo Marvin a Amnistía Internacional.

Por desgracia, en las últimas semanas la historia de Marvin se ha convertido en algo habitual entre los cristianos y otros civiles de Mosul.

La familia de Abu Yussef también se vio obligada a abandonar la ciudad tras encontrar la letra “N” pintada en su casa. Abu Yussef y su esposa, Hanaa, con sus hijos y unas pocas pertenencias y huyeron a Qaraqosh, una ciudad mayoritariamente cristiana a 30 minutos al este de Mosul que está bajo el control de las fuerzas peshmerga kurdas que impiden que ISIS continúe su avance hacia el este.

Hanaa era médica en un centro de salud de Mosul antes de que ISIS tomara por asalto la ciudad. Hanaa dijo: “Lo dejamos todo para salvar la vida. Nuestros hijos están tan asustados ahora que se despiertan llorando por la noche. Queremos salir de Irak por el futuro de nuestros hijos. La vida se ha vuelto imposible aquí. Todo lo que construimos ya no existe y no podemos volver a vivir nuestras vidas en Mosul. ISIS nos ha robado nuestras vidas.”

Amenazas y ataques

Desde hacía semanas, los cristianos temían que su futuro en Mosul estaba amenazado. Cuando visité la ciudad dos semanas después de que ISIS la tomara el 10 de junio, las amenazas y los ataques contra la comunidad cristiana iban ya en aumento. Muchos cristianos habían huido, junto con miembros de otras comunidades religiosas y étnicas.

Muchas personas residentes en la ciudad me hablaron de sus temores, aunque algunas intentaban mantener la esperanza, en parte porque las perspectivas probables eran demasiado terribles para contemplarlas. Muchas de estas personas afirmaron que ISIS se había aprovechado de los motivos de queja de la población suní mayoritaria contra el dominio sectario y represivo del gobierno central pero que no podía mantener el control de la ciudad e imponer su brutal dominación a una población de casi dos millones.

Estas personas creían que aunque la toma de Mosul y otras zonas por ISIS no había encontrado oposición –e incluso había recibido apoyo– de poderosas tribus suníes y otros grupos que disfrutaban del poder como parte del partido Baás del difunto dictador Sadam Husein, estos grupos contendrían a ISIS. Pero estaba claro que la vida en Mosul comenzaba a ser demasiado peligrosa para los cristianos y otras comunidades no suníes, así como para los musulmanes suníes que se oponen a ISIS.

Los extremistas de ISIS habían derribado una imagen de la Virgen María de una iglesia de Mosul, un claro indicio de que la situación iba a empeorar para la comunidad cristiana. Al estallar los enfrentamientos entre los extremistas con base en Mosul y los peshmerga kurdos en los suburbios del este de la ciudad la noche del 25 de junio, toda la población de la cercana ciudad cristiana de Qaraqosh huyó presa del pánico. Algunos habían huido ya de Mosul y se habían refugiado allí. Fue su segundo desplazamiento aterrador en dos semanas.

En Al Qosh, a dos horas al norte de Mosul, Lara, madre de cuatro hijos de corta edad, me dijo: “Salimos de Mosul sin nada, pensando que sólo era para unos días. Ahora huimos de nuevo y no sé cómo podríamos volver a casa. No tengo otro hogar, no tengo otro país. ¿Cuál será nuestro futuro?”

Brutalidad extrema

ISIS controla ya una extensa zona del noroeste de Irak, en la frontera de Siria y en ese país. Y está repitiendo en Irak la brutalidad extrema de su dominio en las partes de Siria que controla.

Su capacidad para aterrorizar a la población civil se ha visto muy reforzada por las armas capturadas en las zonas que ha tomado, armas suministradas en 2003 al gobierno central de Irak por la fuerza multinacional liderada por Estados Unidos, que no garantizó la existencia de mecanismos para evitar esta eventualidad no tan improbable.

La comunidad internacional –y especialmente los integrantes de la “coalición de voluntarios” que entró en Irak sin mandato de la ONU hace poco más de un decenio– tiene ahora la responsabilidad de responder al desafío. Deben ayudar con urgencia a los cientos de miles de civiles iraquíes que se han visto obligados a abandonar sus hogares y cuyas vidas han quedado destrozadas.

Para Marvin, Abu Yussef, Hanaa, Lara y miles de personas más, la perspectiva de sobrevivir sin ninguna ayuda es demasiado aterradora para considerarla.

Este blog se publicó originalmente en Open Democracy.