Para quienes trabajamos por los derechos humanos, lo sucedido durante la semana pasada ha dado lugar a algunos interesantes y estimulantes debates. Hemos oído cómo expertos y autoridades gubernamentales sostenían que la tortura ayudó a descubrir el paradero de Osama Bin Laden. En alguna parte, afirmaban, en un centro secreto de detención en Polonia o Lituania, o en una sala de interrogatorio en Guantánamo o Bagram, alguien dio una pista decisiva que desembocó en este resultado.