Myanmar: Personas detenidas torturadas para aplastar la oposición al golpe de Estado

  • Se han documentado palizas, actos de violencia de género y detenciones arbitrarias.
  • Myanmar debe poner en libertad de inmediato a todas las personas detenidas de forma injusta.
  • Después de quedar en libertad se sufre un profundo trauma psicológico.

Las autoridades de las prisiones y los centros de interrogatorio de Myanmar someten habitualmente a las personas detenidas por oponerse al golpe militar de 2021 a tortura y otros tratos crueles o degradantes; así lo ha afirmado hoy Amnistía Internacional en un nuevo informe, cuando ha transcurrido más de un año y medio desde que la asunción de plenos poderes destrozara la vacilante transición del país a un régimen civil.

Basándose en 15 entrevistas realizadas en marzo de 2022 a personas que habían estado detenidas, a abogados de las personas presas y a especialistas, así como en la revisión de más de 100 noticias, el informe titulado 15 Days Felt like 15 Years (“15 días que parecieron 15 años”) documenta las terribles experiencias personales vividas desde el momento de la detención hasta la puesta en libertad, pasando por el interrogatorio y el encarcelamiento.

Desde el golpe de Estado que tuvo lugar 1 de febrero de 2021, las fuerzas armadas de Myanmar han detenido a más de 14.500 personas y matado a más de 2.000, según la Asociación de Apoyo a los Presos Políticos (AAPP, por sus siglas en inglés).

Con prácticas tales como aparecer sin orden de arresto y obtener confesiones mediante tortura u otro tipo de malos tratos, llevar a cabo desapariciones forzadas, cometer represalias contra los familiares, y mantener a las personas presas incomunicadas de sus familias y su asistencia letrada, las autoridades militares incumplen la ley en todas las fases del proceso de detención y reclusión.

Esto quedó espantosamente demostrado en julio con la ejecución extralegal de cuatro hombres, entre ellos un destacado activista en favor de la democracia y exlegislador, después de que un tribunal militar los condenara a muerte. Fueron las primeras ejecuciones que se llevaron a cabo en más de 30 años. En Myanmar, más de 70 personas continúan en el corredor de la muerte y 41 han sido condenadas a muerte in absentia, según la AAPP.

“Myanmar ha caído a nuevos e inimaginables niveles de crueldad e infamia en el trato que dispensa a las personas detenidas como parte de una estrategia general que pretende quebrantarles el ánimo y empujar a la población a abandonar cualquier tipo de resistencia al golpe militar de 2021”, ha declarado Agnès Callamard”, secretaria general de Amnistía Internacional.

“Sin embargo, está teniendo el efecto contrario. La población myanmara sigue sin doblegarse incluso tras las vergonzosas y despreciables ejecuciones de Kyaw Min Yu —también conocido como Ko Jimmy—, Phyo Zeya Thaw, Hla Myo Aung y Aung Thura Zaw.”

“Las fuerzas armadas de Myanmar deben poner en libertad con carácter de urgencia a los miles de personas que están en situación de detención prolongada simplemente por ejercer sus derechos, y dejarlas que regresen con sus familias. El Consejo de Seguridad de la ONU debe aumentar la presión sobre las fuerzas armadas myanmaras mediante la remisión del caso a la Corte Penal Internacional, un embargo global de armas y sanciones selectivas.”

Pistolas Taser y palizas

La investigación realizada por Amnistía revela que el personal penitenciario propinó patadas y bofetadas a las personas detenidas, y también las golpeó con las culatas de los rifles, cables eléctricos y ramas de palmera.

Las personas detenidas afirman que fueron torturadas psicológicamente con amenazas de violación y muerte para obligarlas a confesar o para obtener información sobre las actividades en contra del golpe de Estado. A una persona le llegó una entrega de paquetería que contenía una bomba falsa.

Varias personas que habían estado detenidas y fueron entrevistadas por Amnistía Internacional señalaron que otros reclusos tenían lesiones corporales visibles, como sangre, las extremidades rotas y los rostros hinchados.

“Cuando [los agentes policiales] nos encontraban dormidos, nos golpeaban. Cuando nos descubrían sentados, nos golpeaban… Nos apuntaban en la frente con fusiles G3 y amenazaban con que podían matarnos en cualquier momento”, relató un estudiante detenido en la región de Magwe (en el centro del país).

Durante el interrogatorio, siempre que me refería a mí misma en femenino me decían que era gay y que tenían algo que debía de gustarme, y me mostraban sus genitales masculinos.

Una mujer oyó a las fuerzas de seguridad de seguridad sumergir la cabeza de otra persona detenida en un cubo de agua y utilizar una pistola Taser contra ella durante el interrogatorio.

Un activista estudiantil le explicó a Amnistía Internacional que había visto a la policía golpear la cabeza de un amigo suyo contra la pared. La policía también le aplicó una descarga de pistola Taser en los genitales y amenazó con reventárselos con una granada.

Ma Kyu, que fue detenida en el estado de Karenni por protestar contra el golpe de Estado, le contó a Amnistía que un agente policial le había dicho tras su arresto:

“Podemos matarte sin más tras la detención. Ni siquiera necesitamos encarcelarte. Podemos simplemente pegarte un tiro.”

“Me quitaron la ropa”

Los interrogadores también cometieron delitos sexuales y de género.

Saw Han Nway Oo es una mujer trans que fue detenida y recluida en septiembre de 2021 por las fuerzas armadas como sospechosa de haber asistido a un curso de autodefensa. La llevaron al centro de interrogatorio del Palacio Mandalay, que se ha hecho famoso por las denuncias de tortura.

Saw Han Nway Oo fue interrogada durante tres días en ese centro y en una comisaría de policía, y afirmó que los interrogadores le arañaron las rodillas con objetos afilados y rociaron alcohol en las heridas abiertas. No recibió alimentos ni agua durante tres días.

“Durante el interrogatorio, siempre que me refería a mí misma en femenino me decían que era gay y que tenían algo que debía de gustarme, y me mostraban sus genitales masculinos.”

También revisaron los mensajes intercambiados con su médico y le preguntaron si se había sometido a una operación de cambio de sexo. Luego le quitaron la ropa, miraron su cuerpo desnudo y se burlaron de ella.

Las demás personas LGBTI también fueron objeto de comprobación física de las partes íntimas de su cuerpo para “determinar si [eran] hombres o mujeres”, según una de las personas detenidas.

Los registros corporales invasivos y humillantes pueden constituir tortura u otro tipo de malos tratos, especialmente en el caso de las personas trasgénero privadas de libertad.

Con los ojos vendados e incomunicadas

Las detenciones suelen realizarse por la noche. Durante esas irrupciones nocturnas, los soldados y la policía rompen puertas, golpean a quienes se encuentran en las viviendas, saquean las casas, confiscan dispositivos electrónicos tales como los teléfonos y ordenadores portátiles, y a veces se llevan objetos valiosos tales como las joyas.

La lideresa de las protestas Ma Win fue detenida mientras viajaba en un autobús público en la región de Mandalay. Le propinaron bofetadas, le colocaron esposas, le vendaron los ojos y se la llevaron en vehículo a un lugar desconocido.

Durante un interrogatorio que duró más de 24 horas, miembros de las fuerzas de seguridad que llevaban botas pesadas le propinaron golpes y patadas, y amenazaron reiteradamente con matarla.

Los abogados con los que Amnistía Internacional habló describieron las dificultades con las que se enfrentaban al tratar de averiguar el paradero de sus clientes. En ocasiones, recurrían a pagar sobornos para conseguir información fundamental.

Los centros penitenciarios están saturados, y una persona contó que había estado recluida con otras 50 en una celda para 10. Los detenidos y detenidas también encontraban insectos y lombrices muertos en los alimentos.

Aunque la experiencia de la reclusión ha pasado una profunda factura psicológica a quienes la sobrevivieron, muchos activistas están decididos a seguir resistiendo.

“No vamos a rendirnos nunca —le dijo Saw Han Nway Oo a Amnistía—. Somos como los teléfonos, nos recargamos cuando nos quedamos sin batería.”