“Crueldad y afrenta”: Carta de un fotoperiodista desde una prisión egipcia

El fotoperiodista Mahmoud Abu Zeid (conocido como “Shawkan”) ha pasado casi 1.000 días en prisión tras fotografiar la violenta respuesta de las fuerzas de seguridad a una sentada de protesta en El Cairo. Ha sido torturado bajo custodia y ahora se enfrenta a cargos falsos que podrían comportar cadena perpetua. Antes de su juicio, que se celebrará el 26 de marzo, ha enviado una carta a Amnistía Internacional en la que relata sus experiencias en prisión.

A las ocho menos cuarto de la mañana se presenta un informante alto, insensible y obtuso, con expresiones faciales apenas reconocibles; su acento delata su origen rural. Su misión y su tarea dentro de la prisión, como la de los otros miembros del “equipo” de informantes consiste en gritarte a la cara: “Arriba, amigos, todos; hora de inspección”.

Quiero que una persona cuerda me responda: ¿Qué está pasando? ¿Por qué me recluyen injustamente en régimen de aislamiento?

Shawkan, fotoperiodista

Estos informantes son similares en cuanto a rasgos, características y expresiones, probablemente sólo difieran en altura. Todos tienen caras pequeñas, bigotes descuidados, son calvos, tienen las cuencas de los ojos hundidas, las palmas de las manos planas y largos brazos que corresponden a su estatura. Era el tercer registro que nos hacían ese mes, el 26º que nos hacía la Autoridad Penitenciaria en los últimos 900 días, y el 95º del Servicio de Inteligencia de la Prisión. La mayor parte de dichos registros son ordenados por el señor Selim, jefe de inteligencia, y en esa ocasión lo dirigió personalmente.

Miradas denigrantes e insultos verbales

Perezosa y gradualmente abrí los ojos del profundo sueño; lo comprendí poco a poco, me dí cuenta de que se trataba de otra inspección. Dejé todas mis pertenencias dentro de la celda, salí con mis compañeros para que nos cachearan a todos. Nos alineamos cerca los unos de los otros, con apatía, para la inspección, supervisada por el jefe de los informantes de la prisión. Pasó una hora durante la cual nos dirigieron las miradas más denigrantes y todos los insultos verbales imaginables.

El fotoperiodista Mahmoud Abu Zeid (conocido como “Shawkan”). © Particular
El fotoperiodista Mahmoud Abu Zeid (conocido como “Shawkan”). © Particular

La celda fue desvalijada, todas nuestras pertenencias quedaron desperdigadas por todas partes, la ropa rasgada y vilipendiada como sus propietarios. Pasó otra hora; parecía que esta vez la situación era seria porque la inspección la estaban llevando a cabo todos los informantes de la prisión y su jefe. ¿Podéis imaginar a 10 personas registrando una celda de 2 x 1,8 metros?

Me preguntaba a mí mismo: “¿Qué es esto? ¿Acaso soy el guía supremo [de la Hermandad Musulmana]? ¿O acaso soy [el líder de Al Qaeda, Ayman al] Zawahiri? Pero Zawahiri salió de prisión hace años, así que, ¿qué es esto? ¿Por qué me sucede esto a mí? De manera que, ¿podría ser yo [el líder del grupo armado autodenominado Estado Islamico] Abu Bakr al Baghdadi? ¿Toda esta conmoción sólo para una inspección?”.

Crueldad, severidad y afrenta

Por cierto, cada vez que hay una inspección los informantes roban nuestras pertenencias. En la celda, para colmo, aplastaron las gafas de mi compañero; ese pobre hombre, Iskander, ha perdido prácticamente la vista. Todo lo que quedó de sus gafas estaba, como granos de maíz molido, bajo el pie de ese tipo. No quedó nada. Independientemente de las razones que puedan aducir, nada justifica tratar a un ser humano con semejante crueldad, severidad y afrenta.

Para mí, esa pregunta sigue sin respuesta, salvo que se trate de una persecución por parte del jefe de los informantes. Pero, ¿qué he hecho para sufrir su opresión? Entre los dos no hay ninguna rencilla personal, ni dentro ni fuera de la prisión, que justifique que se me insulte y que este mes me hayan hecho tres inspecciones consecutivas. No se las hizo a ningún recluso delincuente ni a los de la Hermandad Musulmana ni a los del Estado Islámico, pero sí oprimió a un periodista traicionado en el desempeño de su labor y metido en una prisión durante casi mil días, sin poder ver a un juez.

El fotoperiodista Mahmoud Abu Zeid (conocido como “Shawkan”). © Particular
El fotoperiodista Mahmoud Abu Zeid (conocido como “Shawkan”). © Particular

¿Es ese comportamiento algo que sale de él o sigue las instrucciones de sus superiores para acosarme? De ser así, el Estado, representado por el gobierno, ha decidido olvidar a sus enemigos de la Hermandad Musulmana y del Estado Islámico para enseñarle una dura lección a un periodista; un periodista sin más filiación que su profesión; un periodista que respondió personalmente a la llamada del propio gobierno para cubrir la dispersión de la sentada [de Rabaa al Adaweya].

¿A qué viene tanta opresión y persecución?

Quiero que una persona cuerda me responda: ¿Qué está pasando? ¿Por qué me recluyen injustamente en régimen de aislamiento?

¿No ha sido suficiente pasar casi 1.000 días recluido injustamente y por cargos falsos? ¿Mil y una noches?

¿Por qué se les impide a mis ancianos padres ver a su hijo tras tener que soportar 8 horas y un día entero de espera para traerme cosas que necesito?

¿Por qué demonios 10 hombres registran una celda del tamaño de una caja de cerillas durante dos horas?

Aunque la inspección no halló ninguna infracción, “el bloque de informantes” amenaza con regresar y registrar de nuevo. ¿Qué quieren de mí el jefe de los informantes y sus hombres?

¿A qué viene tanta opresión y persecución? ¿No ha sido suficiente?

Actúa
Shawkan fue arrestado el 14 de agosto de 2013 cuando fotografiaba el día más sombrío de Egipto, la violenta dispersión de la sentada de Rabaa al Adaweya en El Cairo, que causó la muerte de más de 600 manifestantes en un solo día. Amnistía Internacional considera a Mahmoud Abu Zeid preso de conciencia, arrestado y recluido exclusivamente por el ejercicio pacífico de su derecho a la libertad de expresión. Antes de su juicio, el 26 de marzo, pide a las autoridades que lo liberen inmediata e incondicionalmente, y que retiren todos los cargos que pesan sobre él.