Poderosos responsables de la toma de decisiones, desde jefes y jefas de Estado hasta cargos directivos de empresas petroleras, quieren que creamos que el futuro de nuestro planeta está en nuestras manos. Quieren que creamos que, si reciclamos lo suficiente o dejamos de utilizar plástico de un solo uso, podemos detener la crisis climática y las violaciones de derechos humanos que ésta conlleva.

Quieren que creamos que la solución radica en la acción individual y no en poner fin a la codicia empresarial.

Eso es sencillamente falso.

La economía de hoy basada en los combustibles fósiles la impulsan y financian empresas y autoridades gubernamentales que se benefician del sistema actual. Son quienes deciden si seguimos extrayendo y quemando combustibles fósiles, lo que da lugar a que haya niños y niñas que crecen con asma y otras enfermedades respiratorias en las ciudades muy contaminadas, o agricultores que pierden sus medios de vida a causa de la sequía o de lluvias catastróficas.

Pero todavía hay esperanza. Los gobiernos están legalmente obligados a reducir y abandonar gradualmente de forma rápida las emisiones de combustibles fósiles; no hacerlo constituye una violación de nuestros derechos humanos más fundamentales. Los gobiernos de los países que más han contribuido al cambio climático deben ser los primeros en actuar y deben llevar a cabo las mayores reducciones.

Entre los derechos que se vulneran están el derecho a la salud, el derecho a la alimentación, el derecho a la vivienda e incluso el derecho a la vida. Si trabajamos conjuntamente y generamos suficiente ruido, podemos crear un camino viable para el cambio.

Aún no es demasiado tarde para sembrar las semillas de un futuro sin combustibles fósiles.

Los dramáticos efectos del cambio climático han puesto al descubierto, con una claridad devastadora, hasta qué punto un medioambiente saludable es parte integral del disfrute de todos nuestros demás derechos.

Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional

¿Por qué la inacción de nuestros dirigentes en lo que respecta al cambio climático es una cuestión de derechos humanos?

El cambio climático está estrechamente relacionado con los derechos humanos porque afecta no sólo al medioambiente sino también a nuestro bienestar y, en última instancia, a nuestra supervivencia.

Los líderes y lideresas mundiales —especialmente en los países de ingresos más elevados, con mayor responsabilidad histórica por las emisiones de gases de efecto invernadero— no están cumpliendo su obligación legal de frenar el cambio climático y ayudarnos a adaptarnos al cambio que ya se ha producido. Si no actúan rápidamente, los efectos del calentamiento del planeta continuarán extendiéndose y agravándose con el tiempo, causando la ruina de generaciones actuales y futuras.

Estos son los motivos por los que la falta de medidas de los gobiernos para abordar la crisis climática, pese a las acuciantes pruebas científicas, podría ser la mayor violación de derechos humanos intergeneracional de la Historia.

Las empresas también tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos. No obstante, muchas empresas, especialmente las del sector de los combustibles fósiles, al seguir extrayendo, procesando, vendiendo y quemando dichos combustibles, están eludiendo sus responsabilidades, y eso tiene efectos desastrosos. También se dedican a desinformar sobre el cambio climático y a jactarse de las escasas ligeras mejoras que han realizado como prueba de sus “credenciales ecológicas”.

El cambio climático y el derecho a la vida

Todas las personas tenemos derecho a la vida y a vivir en libertad y en condiciones de seguridad. Pero el cambio climático representa una amenaza para la vida y la seguridad de miles de millones de personas en el planeta. Las manifestaciones más evidentes son los fenómenos meteorológicos extremos, como las tormentas, las inundaciones y los incendios forestales.

No obstante, hay muchas otras formas menos visibles en que el cambio climático pone en peligro la vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que el cambio climático causará 250.000 muertes al año entre 2030 y 2050.

El cambio climático y el derecho a la salud

Todas las personas tenemos derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), entre las principales consecuencias para la salud del cambio climático producido por la actividad humana figurarán:

  • mayor riesgo de lesiones,
  • enfermedades y muertes causadas por sucesos tales como intensas olas de calor e incendios,
  • mayor riesgo de desnutrición, como consecuencia de la disminución de la producción de alimentos,
  • mayor riesgo de contraer enfermedades transmitidas por los alimentos y el agua o por vectores.

Las personas —sobre todo si son menores— expuestas a episodios traumáticos como las catástrofes naturales, agravadas por el cambio climático, pueden sufrir trastorno de estrés postraumático.

Además de por su impacto en el clima, la extracción y la quema de combustibles fósiles también nos perjudica de otras maneras. Hay pruebas científicas sólidas que relacionan directamente la exposición a contaminación atmosférica con más de 1,2 millones de muertes sólo en 2020. Quemar combustibles fósiles y producir productos petroquímicos no sólo genera contaminación atmosférica, el calentamiento global resultante agrava dicha contaminación.

El cambio climático y el derecho a la vivienda

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado para sí misma y para su familia, lo que incluye alojamiento adecuado.

Sin embargo, a no ser que los gobiernos hagan más por contribuir a detener el avance del cambio climático, fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones e incendios forestales seguirán destruyendo viviendas y obligando a sus residentes a desplazarse. Las sequías también pueden producir cambios adversos en el medioambiente, mientras que la elevación del nivel del mar amenaza los hogares de los millones de personas de todo el mundo que viven en tierras bajas.

Hay poblaciones que ya están siendo desplazadas por el cambio climático, por ejemplo en Tabasco, México, donde el aumento del nivel del mar está destruyendo comunidades enteras.

El cambio climático y el derecho al agua y al saneamiento

Toda persona tiene derecho a agua potable y a un saneamiento que garantice el mantenimiento de la salud.

Sin embargo, la inacción constante de gobiernos y corporaciones nos ha llevado al punto en que el derretimiento de la nieve y el hielo, la disminución de las lluvias, las temperaturas más altas y la subida del nivel del mar amenazan la calidad de los recursos hídricos y su cantidad. Ya hay 785 millones de personas que no tienen acceso a una fuente de abastecimiento de agua ni a un saneamiento medianamente seguro. El cambio climático empeorará esta situación.

Una joven lava los platos en un cubo en el exterior de una tienda de campaña azul cubierta de telas de colores. Delante hay ropa tendida y un niño pequeño sentado en el suelo mirando a lo lejos.
Una joven y un niño desplazados a causa de las intensas lluvias en la zona somalí de Beledweyne lavan los platos en el exterior de su tienda. Con el cambio climático se han formado ciclos de inundaciones y sequías que han dejado a cientos de miles de personas expuestas a situaciones de indefensión y desplazamiento en Somalia.
Un muchacho está sentado en un vieja tubería oxidada, mirando los escombros de una ciudad afectada por las inundaciones
Un niño mira a equipos de rescate que buscan entre los escombros en la ciudad oriental de Susa tras las mortales inundaciones repentinas de 2023.
un niño se lava las manos en un barreño. No hay agua corriente.
Un niño se lava las manos en el distrito de Pamplona Alta, cuyos habitantes han estado teniendo dificultades para acceder a agua potable para su vida diaria. La ausencia de agua potable obliga a la población a comprar agua de camiones de suministro.

¿Qué causa el cambio climático?

  • Quema de combustibles fósiles
  • Agricultura y deforestación
  • Cambio en los usos del suelo

El planeta se está calentando más rápidamente que nunca debido a una serie de factores provocados por los humanos.

La quema de combustibles fósiles para energía y transporte —como el denominado “gas natural”, el petróleo y el carbón— emite contaminación tóxica que envenena nuestro aire y nuestros pulmones y es responsable de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando se libera dióxido de carbono y metano en el aire, éstos atrapan energía en la atmósfera, lo que provoca que el planeta se caliente.

Los efectos perniciosos de las emisiones de los combustibles fósiles se están agravando a un ritmo alarmante. Esto se debe a que nuestros gobiernos no están llevando a cabo una transición que aleje nuestras economías de la dependencia de los combustibles fósiles con suficiente rapidez. Aunque en muchas partes del mundo se invierte cada vez más en energías renovables, el uso de los combustibles fósiles no está disminuyendo porque el uso total de energía sigue en aumento.

Nuestros gobiernos —especialmente los de países de elevados ingresos y emisiones— deben centrarse en la transición de los combustibles fósiles a soluciones energéticas más justas y sostenibles, y en ayudar a los países de bajos ingresos a hacer lo mismo.

¿Qué industrias contribuyen más al cambio climático?

Casi todas las industrias están implicadas en la quema de combustibles fósiles, pero algunas contribuyen más que otras a las emisiones de gases de efecto invernadero. No es de extrañar que el sector que más emisiones de combustibles fósiles produce sea el energético, que vende un producto que por definición perjudica al clima.

El segundo sector más contaminante es el agropecuario. Prácticas como la ganadería industrial, la deforestación y el cambio en los usos del suelo no sólo contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero en el aire, sino que también destruyen nuestra defensa natural contra el aumento de los niveles de dióxido de carbono. Los bosques y los árboles consumen dióxido de carbono y desempeñan un importantísimo papel en la protección de nuestra atmósfera, pero periódicamente son destruidos por incendios forestales intencionados cuyo objetivo es despejar terreno para la agricultura comercial.

Una llama enorme sale de una tubería.
Una tubería despide fuego en uno de los yacimientos petrolíferos de Shell en Bomo, Nigeria. La larga y pérfida historia de Shell en el delta del Níger ha plagado la región de desastrosos vertidos de petróleo y represión violenta contra el activismo del pueblo ogoni local.
Dos torres enormes de la central eléctrica de Jiangyou (China). Delante de ellas, excavadoras y grúas avanzan con dificultad entre las negras lomas de carbón.
Una excavadora empuja carbón hacia una cinta transportadora en la central eléctrica de Jiangyou el 28 de enero de 2022 en Jiangyou, municipio de Mianyang, provincia de Sichuan (China).

¿A quién afecta más la inacción sobre el cambio climático?


A menos que los gobiernos tomen medidas y pidan ayuda para hacerlo si la necesitan, el cambio climático continuará dañándonos a todos. No obstante, sus efectos son mucho más pronunciados para determinadas comunidades y grupos, y para quienes generalmente ya son personas desfavorecidas y sometidas a discriminación. Algunos de estos grupos son:

Las poblaciones de los países en desarrollo, sobre todo si son costeros o pequeños Estados insulares.

Quienes viven en países de ingresos bajos —sobre todo si son países situados a baja altitud, Estados insulares pequeños o países menos desarrollados— ya están (y estarán) entre los más afectados por el cambio climático. Las personas que viven en estos países han contribuido muy poco a las emisiones de gases de efecto invernadero, pero sus países figuran entre los más perjudicados.

Aunque algunos países son especialmente vulnerables al cambio climático por su geografía —como los pequeños Estados insulares—, no es casualidad que los países de bajos ingresos sufran las mayores pérdidas y daños. Ello no sólo se debe a su exposición a desastres relacionados con el clima, sino también a las duraderas consecuencias del colonialismo y su legado de distribución desigual de los recursos entre los países. Estas diferencias de poder las facilitan el racismo y las actitudes neocoloniales actuales.

Los países de bajos ingresos no disponen de dinero para adaptarse a los efectos adversos del cambio climático y, por otra parte, quienes cuentan con los recursos necesarios, como empresas y gobiernos de países de ingresos más elevados, suelen obviar sus responsabilidades y obligaciones legales de abordar estos daños.

A pesar de este profundo desequilibrio de poder, muchos gobiernos y activistas de países de bajos ingresos están contraatacando. Por ejemplo, una campaña liderada por el gobierno de Vanuatu y por estudiantes del pequeño Estado insular del Pacífico dio lugar a una histórica votación en la ONU, que reforzó las peticiones de considerar la inacción sobre el cambio una cuestión para la justicia internacional.

Comunidades que sufren racismo ambiental

Los efectos del cambio climático y la contaminación relacionada con los combustibles fósiles también tienen una magnitud distinta en función de la raza y otros tipos de jerarquías sociales.

Por ejemplo, en Norteamérica, es frecuente que las comunidades pobres de color se vean obligadas a respirar aire tóxico, puesto que la probabilidad de que sus barrios estén situados junto a centrales eléctricas, instalaciones petroquímicas y refinerías es mayor. Presentan índices notablemente superiores de cáncer y enfermedades respiratorias. Las personas afroamericanas tienen tres veces más probabilidades de morir a causa de la contaminación atmosférica que la población general de Estados Unidos.

Mujeres y niñas marginadas

Mujeres y niñas son a menudo relegadas a roles y empleos que las hacen más dependientes de los recursos naturales. Su capacidad de adaptación al cambio climático es menor debido a los obstáculos que encuentran para acceder a recursos técnicos o económicos o porque se les niega la propiedad de la tierra. Esto significa que corren mayor peligro por el impacto de los fenómenos climáticos, ya que son menos capaces de protegerse frente a ellos y, en caso de verse afectadas, les será más difícil recuperarse.

Niños y niñas

Niños, niñas y jóvenes ya están sufriendo debido a su metabolismo, fisiología y necesidades de desarrollo específicos. Esto significa, por ejemplo, que es probable que el desplazamiento forzado que experimentan las comunidades —y que repercute en toda una serie de derechos, desde el derecho al agua, el saneamiento y la alimentación hasta el derecho a una vivienda adecuada, la salud, la educación y el desarrollo— tenga efectos particularmente dañinos en los niños y niñas.

Una familia camina por el cauce seco de un río. El suelo es un terreno calcinado y profundamente agrietado que se extiende hasta el horizonte. La familia está formada por una mujer vestida con una tela rosa que también le cubre la cabeza, un niño pequeño que lleva una cabrita blanca en brazos y un hombre con jersey rojo que transporta un televisor.
Habitantes locales vistos en el cauce seco del río en Satkhira (Bangladesh). Bangladesh es uno de los países continentales más vulnerables al cambio climático.
Marinel se aleja de la cámara por un camino de tierra. Está rodeada de plantas y árboles verdes y frondosos.
La activista climática Marinel Ubaldo camina en dirección a Playa Yolanda, en Sámar Oriental (Filipinas).
Un hombre se tira un cubo de agua sobre la cabeza. Detrás de él hay un muro de ladrillos recién construido. La tierra en torno a él está seca y polvorienta.
Un trabajador de una fábrica de ladrillos, de 70 años de edad, se refresca.

Caso práctico: Pakistán

En 2023, Amnistía Internacional publicó una investigación que ponía de relieve las dificultades de las personas que viven en la pobreza en algunas de las ciudades más calurosas del mundo, como Lahore y Jacobabad, en Pakistán.

Pakistán está en primera línea de la crisis climática, como han demostrado una serie de olas de calor extremas que están causando estragos en los derechos humanos. Y, aunque el impacto del calor extremo lo sufre todo el mundo, hay personas que se encuentran en una situación mucho peor debido a su estatus socioeconómico.

Si nos tomamos un descanso no hay jornal […] debido a la pobreza, tenemos que trabajar haga el tiempo que haga.

Un tractorista de Jacobabad, donde las temperaturas alcanzaron los 52 °C

¿Qué es la justicia climática?

El cambio climático debe verse como un problema de injusticia, similar al modo en que consideramos otras violaciones de derechos humanos. Es el resultado de que un grupo reducido de personas poderosas adopte medidas que infligen daño a otro grupo de personas: el resto de la población. Las personas que más sufren las consecuencias son las que ya son objeto de marginación, como las que viven en países de ingresos bajos y aquellas que son discriminadas en países de ingresos más elevados.

Por eso es probable que hayan oído a muchos activistas y movimientos sociales usar la expresión “justicia climática”, que emplea una lente antropocéntrica para hablar de políticas que logren cambios de manera justa y equitativa.

El enfoque basado en la justicia climática se fija en las causas originarias de la crisis climática y en cómo el cambio climático agrava y aumenta las desigualdades. Hace un llamamiento a las instituciones poderosas para que aborden estos desequilibrios e injusticias, y para sentar las bases de un futuro que no reproduzca la discriminación pasada y presente.

El movimiento por la justicia climática se centra en las reivindicaciones, la experiencia y los conocimientos de los grupos y comunidades más afectados por la crisis climática.

Nos pide que reconozcamos nuestros propios privilegios en la manera en que hacemos campaña y nos movilizamos en favor de un futuro justo y equitativo.

La justicia de género, racial, de clase, étnica, intergeneracional y relativa a la discapacidad es fundamental para conseguir realmente justicia climática.

Un grupo de mujeres con la indumentaria tradicional masái sostienen carteles que dicen “Salva a los masáis” y “Personas, no beneficios”.
Mujeres masáis participan en una de las huelgas globales por el clima organizadas por Viernes por el Futuro para exigir reparación de los daños y pérdidas causados por el clima y la acción de los dirigentes mundiales y emprender así genuinas acciones climáticas.
Dos hombres están de pie delante de una masa de agua rodeada de vegetación. Ambos llevan gorras de béisbol y camisetas coloridas.
Uncle Paul y Uncle Pabai son líderes comunitarios del pueblo indígena de Guda Maluyligal, que habita el estrecho de Torres (la parte más septentrional de Australia). Ellos sostienen que el gobierno australiano no está adoptando medidas suficientes para prevenir los daños derivados del cambio climático, lo que provoca la destrucción de sus tierras y su cultura.

Caso práctico: Australia

En muchas partes del mundo, los pueblos indígenas están liderando la lucha por la justicia climática. Esto se debe a que sus tierras y medios de vida están especialmente amenazados por el cambio climático.

Por ejemplo, dos líderes comunitarios del pueblo indígena de Guda Maluyligal están demandando judicialmente al gobierno australiano para impedir que se sigan destruyendo lugares culturales sagrados y la infraestructura de sus islas.

A menos que se adopten medidas urgentes, muchos habitantes de las Islas del Estrecho de Torres se verán obligados a abandonar su hogar al irse volviendo inhabitables grandes partes de la zona. Esto sería devastador para las comunidades.

Pide al gobierno australiano que reduzca las emisiones de carbono y proteja los derechos de las comunidades indígenas.  

¿Por qué es importante la transición energética?

Es fundamental una transición rápida de un sistema energético basado en combustibles fósiles a otro basado en energías renovables para poder reducir globalmente las emisiones de gases de efecto invernadero en un 43% antes de 2030 y alcanzar las cero emisiones antes de 2050, en comparación con los niveles de 2019.

También es fundamental que los gobiernos impulsen con urgencia la transición a fuentes de energía renovables y tecnologías acreditadas, y que lo hagan con soluciones genuinas que no sacrifiquen el planeta ni a las personas. No deben convertirlo en problema de las generaciones venideras. Los gobiernos deben exigir a las empresas que respeten los derechos humanos durante la transición energética.

Años de prácticas industriales mal reguladas han llevado a que el aspecto negativo del auge de las baterías haya hecho sentir sus efectos en comunidades que habitan tierras ricas en minerales, como las del “Triángulo del Litio” de Argentina, Chile y Bolivia y la región de la minería del cobalto de la República Democrática del Congo.

Un operario con casco blanco y chaqueta reflectante camina entre hileras de placas solares.
Un técnico camina junto a las placas solares fotovoltaicas de la central eléctrica O’Mega1 en Piolenc, sur de Francia.

Pongan fin a los desalojos forzosos en Kolwezi (RDC)

¿Qué está haciendo Amnistía para hacer rendir cuentas a los dirigentes y presionar en favor del fin de los combustibles fósiles?

Los poderosos responsables de la toma de decisiones deben anteponer las personas a sus beneficios y llevar a término el abandono total y rápido del uso de los combustibles fósiles.

La verdadera justicia incluirá el fin de la destrucción del planeta, pero también compensaciones y apoyo para aquellas personas cuyas vidas se han visto más afectadas.

Los gobiernos y los cargos directivos de empresas están violando nuestros derechos humanos cuando deciden seguir destruyendo el medioambiente. No se trata simplemente de una cuestión de buena voluntad, sino de una obligación legal aplicable a todos los gobiernos y empresas. El movimiento para abandonar gradualmente la producción y el uso de combustibles fósiles debe llevarse a cabo de manera justa, por ese motivo, a la hora de lograr la justicia climática, la carga de los países de ingresos elevados, que son los que históricamente han emitido más gases de efecto invernadero, es mayor. Dichos países deben proporcionar dinero a los Estados de bajos ingresos para que todas las partes puedan cumplir sus objetivos de reducción de emisiones.

Buscamos justicia por los efectos del cambio climático. Recopilamos pruebas y realizamos investigaciones para exigir a quienes ocupan cargos de auténtico poder que actúen de manera efectiva, y para reforzar las acciones judiciales contra ellos.

Y, posiblemente lo más importante de todo, hacemos campaña con personas como tú, que pueden ayudarnos a hacer suficiente ruido para que quede claro que la inacción sobre el cambio climático no pase inadvertida.

Activistas de Amnistía vestidos con camisas blancas y negras se manifiestan con carteles y pancartas por el derecho a un planeta seguro y sano.
Marcha por el clima del movimiento Viernes por el Futuro, Madrid (España), 6 de diciembre de 2019.