Por Josefina Salomón, redactora de Amnistía Internacional @josefinasalomon
La doctora abrió la puerta de la sala dace emergencias con una amplia, aunque nerviosa, sonrisa.
Nos estaba dando la bienvenida a su mundo, donde se supone que los milagros se hacen realidad. Pero mientras nos adentrábamos en los corredores del hospital pediátrico JM de los Ríos en Caracas, el principal hospital pediátrico de Venezuela, su sonrisa se desvaneció y lágrimas comenzaron a caerle por el rostro.
“¿Qué necesitamos?, absolutamente todo,” dijo.
Los hospitales no son lugares alegres, pero esto es una fotografía del infierno.
Mientras la doctora leía una aparentemente interminable lista de medicamentos y suministros que han estado faltando en el hospital desde que Venezuela cayó en una crisis económica sin precedentes, media docena de médicos corren a socorrer a una mujer que llegó cargando a un niño de seis años herido de bala en la cabeza. Una víctima más de la violencia armada en uno de los países con la mayor tasa de homicidios en el mundo.
Antes de la crisis, los doctores le habrían tomado una radiografía de la cabeza al niño, recetado medicinas de la farmacia del hospital y preparado un quirófano para una operación de urgencia.
Pero estos no son tiempos normales.
Desde que el precio del “oro negro” se desmoronó hace tres años, Venezuela, cuya producción interna también se ha venido desmoronando y que depende del petróleo como única fuente de divisas, ha estado en caída libre. El país es ahora incapaz de importar productos alimenticios y medicamentos básicos, y no tiene las materias primas para producirlos en casa. En meses recientes, la situación se ha deteriorado al punto que hay una falta del 80% de la comida y medicina que se necesita, según información de Datanálisis, una encuestadora local.
El niño es solo una de las más recientes víctimas de una crisis que empeora cada día. Mientras tres doctores lo evalúan, otro corre al teléfono y lee una lista de medicinas a la mujer que trabaja en la ahora diezmada farmacia. El doctor sabe que no conseguirá la medicina que busca, pero a esta altura, cualquier cosa es mejor que nada. Otro médico lucha por conseguir acceso al único quirófano que funciona, pero sin aire acondicionado el pequeño cuarto parece más un sauna que un ambiente estéril.
“Cuando opero, alguien tiene que estar constantemente secándome la frente y la cara para que no se caiga el sudor encima del paciente. Hacer una cirugía en estas condiciones es como hacerla en medio de la calle,” me dijo una cirujana.
Cuando opero, alguien tiene que estar constantemente secándome la frente y la cara para que no se caiga el sudor encima del paciente. Hacer una cirugía en estas condiciones es como hacerla en medio de la calle.
Cirujana del principal hospital pediátrico de Venezuela.
Si el niño tiene suerte y sobrevive a la operación, pasará los próximos días recuperándose en una de las pequeñas habitaciones del hospital, que son casi inhabitables. Su madre tendrá que conseguir todo desde sábanas, hasta medicinas y comida para él. El sistema de racionamiento impuesto por el gobierno significa que tendrá que pasar horas haciendo fila en los únicos dos días de la semana en los que se le permite comprar productos esenciales. Aun así, es probable que no encuentre ninguno de ellos.
Enfermarse en Venezuela es sumamente peligroso.
La gente está llegando a cortar sus tratamientos, para hacer que las pocas medicinas disponibles duren más.
“Tengo un problema cardíaco pero es muy difícil conseguir los medicamentos, entonces he decidido cortar mi dosis a la mitad. Sé que no es ideal pero no me queda otra opción,” dijo una médica mientras caminábamos por el hospital.
¿Pero cómo es posible que Venezuela, con sus vastas y lucrativas reservas petroleras, haya llegado a esto?
Intentar encontrar la respuesta a esta pregunta no es fácil – como tampoco lo es decir nada sobre Venezuela.
Tengo un problema cardíaco pero es muy difícil conseguir los medicamentos, entonces he decidido cortar mi dosis a la mitad. Sé que no es ideal pero no me queda otra opción.
Doctora Venezolana
No importa lo que digas, alguien va a acusarte de apoyar o estar financiado por un lado de espectro político, o el otro.
Si criticas la innegable crisis humanitaria que enfrenta el país o si cuestionas las razones por las que el gobierno no invirtió los frutos de los años de prosperidad petrolera en la infraestructura que hubiera hecho que Venezuela pudiera proveer a su gente en tiempos de crisis, se te acusará de alinearte con los “imperialistas”.
Si reconoces las muchas políticas sociales promovidas en las últimas décadas por Hugo Chávez y su administración para ayudar a millones de personas para salir de la pobreza, se te acusará de no ver las violaciones a los derechos humanos y limitaciones en el país.
Durante la última década, Venezuela se ha convertido en un país severamente polarizado. La retórica de “estás con nosotros o en contra nuestra” que ha causado tanto daño en las Américas ha encontrado un nuevo, trágico significado aquí. Está previniendo que el país pueda salir de esta pesadilla.
La administración de Nicolás Maduro, se niega tercamente a admitir las dimensiones de la crisis y rechaza cualquier sugerencia de que tal vez necesita ayuda.
Pero aquellas personas al frente de esta tragedia tienen otra historia que contar.
Uno de los principales médicos del país recientemente dijo que el número de muertes maternas se duplicó en los primeros meses de 2016, en comparación con el mismo período en 2015. Los maestros se quejan que muchos niños son enviados a la escuela con nada más que un mango para comer.
Venezuela está en una clara encrucijada. El gobierno argumenta que están luchando contra fuertes fuerza políticas que están intentando destruir el sueño de igualdad que tantos han luchado para conseguir.
El problema es que parecen estar olvidando a millones en el camino.
Los proyectos y estrategias que han puesto en marcha en un intento desesperado para mitigar esta crisis –incluyendo la regulación de precios de alimentos y medicinas y la distribución de productos mediante grupos informales– apenas está haciendo una diferencia. Una y otra vez, la gente se ha quejado de que estas medidas simplemente no son suficientes.
Cualquiera sea tu opinión política, una cosa es innegable: las políticas mezquinas están pudriendo el núcleo de este hermoso país. Están poniendo en riesgo las vidas de su gente, perjudicando el derecho a acceder a la salud y sentenciado a una generación de niños, que no están comiendo lo suficiente para sacar el mayor provecho a su educación, al peor futuro posible.
Venezuela es el ejemplo perfecto de lo que pasa cuando se prioriza la política por sobre la gente. Cuando los políticos, cualesquiera sean sus ideas, están tan alejados de la realidad que es como si estuvieran sentados en otro planeta.
Me pregunto cuánto tiempo más pasará hasta que los políticos dejen sus intereses egoístas en la puerta y comiencen a poner a las personas primero.
Porque el tiempo se está acabando, y rápido.
Este reportaje fue originalmente publicado en Newsweek en Español