Sólo nueve países europeos reconocen que el sexo sin consentimiento es violación, y eso tiene que cambiar

“¿Es usted consciente de que le está arruinando la vida?”

Ésa fue la pregunta que me hizo un policía en 2016 cuando fui a denunciar que me habían violado. Tres años después volví a oírla.

Pero esta vez no fue en la sala de entrevistas de una comisaría de policía de Copenhague; estaba en la Gran Sala de la sede de las Naciones Unidas en Ginebra. La pregunta no era de un policía dirigida hacia mí, sino de un experto de la ONU al gobierno de Dinamarca, y se enmarcaba en un contexto muy diferente: “¿Qué medidas están tomando para garantizar que las sobrevivientes de violación no tengan que oír preguntas como: ‘es usted consciente de que le está arruinando la vida’?”.

Esto sucedió en el examen de la ONU sobre los derechos humanos en Dinamarca que se realizó el mes pasado, al cual asistí como parte de la delegación de Amnistía Internacional. A pesar de estar rodeada de amistades y colegas, al oír esas palabras sentí un nudo el estómago y se me quedó la boca seca. Era una pregunta que me había atormentado durante años.

Al oír esas palabras sentí un nudo en el estómago y se me quedó la boca seca. Era una pregunta que me había atormentado durante años.

Kirstine Marie Thomsen

Mi experiencia cuando acudí a la policía a denunciar que me habían violado fue traumática. Yo tenía 21 años entonces. Antes de ir a la comisaría me corroían las dudas. Temía que no me creyeran porque conocía a mi agresor y porque el ataque había sucedido en mi piso y no se había cometido con violencia.

Por desgracia, tenía razón. La policía fue muy despreciativa. Pensaron que no eran argumentos sólidos y mi denuncia nunca llegó a juicio.

Mi experiencia me hizo ser sumamente consciente de que los defectos del sistema de justicia danés disuaden a las sobrevivientes de denunciar y contribuyen a la impunidad endémica de que disfrutan los violadores en Dinamarca. Además, sabía que, al ser una mujer blanca de clase media, ni siquiera estaba viendo su peor cara. Nuestro sistema de justicia trata aún más injustamente a las mujeres de entornos más desfavorecidos.

Experiencias como la mía demuestran que, a pesar de la reputación de Dinamarca como la tierra de la igualdad de género, las mujeres de este país no son escuchadas debidamente en lo referente a la violencia de género. Como ha revelado Amnistía Internacional en un informe reciente, las anticuadas leyes del país establecen una definición de violación basada en si hubo violencia física, amenaza o coacción o si la víctima no fue capaz de resistirse.

La situación es parecida en otros países europeos. Sorprendentemente, sólo nueve países del Espacio Económico Europeo (EEE) reconocen que el sexo sin consentimiento es violación.

Ahora el gobierno de Dinamarca se ha comprometido a reformar la ley para reconocer algo muy simple: que el sexo sin consentimiento es violación. Si esto finalmente sucede, será un gigantesco paso adelante: las leyes son lo que nos define como sociedad y pueden cumplir una función primordial a la hora de definir actitudes sobre qué es violación.

Pero la legislación por sí sola no erradicará la violación,

Según un estudio de la Comisión Europea, más del 25 por ciento de la población de la UE piensa que las relaciones sexuales sin consentimiento podrían estar justificadas en ciertas circunstancias, como por ejemplo si la víctima está bajo los efectos del alcohol o las drogas, si va voluntariamente a casa con alguien, si lleva ropa sugerente, si no dice claramente que no, o si no se resiste físicamente.

La educación sexual que recibí sólo me enseñó a poner un condón en un plátano. En ningún momento se mencionó el consentimiento ni lo que significa.

Kirstine Marie Thomsen

Para que el sistema de justicia haga honor a su nombre, necesitamos que los y las agentes de policía y profesionales del derecho —y los tribunales que se ocupan de estos casos— dispongan de preparación y empatía. Tenemos que poner fin a los estereotipos de género que tachan a las mujeres de mentirosas y excesivamente emocionales y tomarnos en serio estos testimonios valientes, para que nunca se considere que la vida de una sobreviviente vale menos que la de su agresor.

Y es necesario hacer mucho más en el área de prevención: en Dinamarca y otros lugares, necesitamos una educación sexual mejorada, adecuada a la edad y centrada en el consentimiento. La educación sexual que recibí de niña sólo me enseñó a usar un tampón y a poner un condón en un plátano. En ningún momento se mencionó el consentimiento ni lo que significa.

Eso tiene que cambiar. Es fundamental educar a la gente de nuestra generación y de generaciones más jóvenes sobre la autonomía corporal y el consentimiento. Nadie tiene ningún derecho sobre el cuerpo de otra persona.

Aún falta mucho trabajo por hacer para reducir la violencia sexual, pero no vamos a rendirnos. Hoy, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, seguiremos luchando como cada día por nuestro derecho inequívoco a la autonomía sobre nuestros cuerpos.

Kirstine Marie S. Thomsen participa en la campaña “¡Hablemos del sí!” de Amnistía sobre el consentimiento y fue parte de la delegación de Amnistía durante el examen de Dinamarca por el Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales de la ONU en Ginebra en octubre de 2019.

Este artículo fue publicado originalmente por Al Yazira.