El comercio de armas irresponsable destroza vidas todos los días. Tres activistas cuentan a Amnistía Internacional cómo les afecta este problema y lo que están haciendo para que las cosas cambien.
“Hasta 2017 no me di cuenta de la importancia del comercio mundial de armas en la guerra de Yemen”, dice Radhya al Mutawakel, defensora yemení de los derechos humanos.
“Yo daba por hecho que el mundo no sabía lo que estaba sucediendo en mi país.”
Radhya al Mutawakel
Para Al Mutawakel, presidenta de la organización de derechos humanos Mwatana, el momento decisivo llegó al asistir a un periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, cuando Yemen llevaba tres años de sangrienta guerra civil. La poca disposición de Estados Unidos, Reino Unido y Francia a apoyar una investigación sobre presuntos crímenes de guerra cometidos por la coalición dirigida por Arabia Saudí la dejó consternada.
Semanas antes, un informe de la ONU había documentado cómo los ataques aéreos de la coalición habían matado al menos a 933 civiles en poco más de un año. Las imágenes de Buthaina, una niña de cinco años que había perdido a toda su familia en uno de estos ataques, acababan de hacerse virales, y la investigación de Amnistía Internacional mostró que la bomba que había matado a la familia era de fabricación estadounidense. Pero los proveedores de armas a Arabia Saudí no querían pedir responsabilidades a su cliente.
“Entonces me di cuenta de que los intereses económicos de estos países implican que continúen suministrando ciegamente armas a Arabia Saudí”, afirma Al Mutawakel. “Las palabras clave en este conflicto son ‘comercio de armas’.”
Al Mutawakel es una de las mujeres que en los últimos años ha estado en primera línea de la campaña contra el comercio de armas irresponsable.
Folade Mutota, directora ejecutiva del Instituto de Mujeres para un Desarrollo Alternativo de Trinidad y Tobago (WINAD), explica por qué es tan importante que las voces de las mujeres se oigan en los debates sobre control de armas.
“La mayoría de las víctimas de la violencia armada en Trinidad y Tobago son hombres, y por ello el impacto sobre las mujeres suele pasarse por alto. Pero cualquier situación de inseguridad afecta significativamente a la salud y el bienestar de las mujeres. La presencia de armas en una sociedad exacerba las diferencias de poder relacionadas con el género.”
Folade Mutota
Alimentar una guerra despiadada
El comercio mundial de armas mueve unos 100 mil millones de dólares estadounidenses cada año. En 2014, la entrada en vigor del Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA) supuso un gran avance en el activismo para regular esta gigantesca industria. Las normas del TCA son sencillas: las transferencias de armas están prohibidas cuando exista un riesgo preponderante de que contribuyan a cometer o facilitar violaciones de derechos humanos, o si se sabe que las armas se utilizarán para cometer crímenes de guerra. Pero hasta ahora ha costado mucho que los gobiernos cumplan estas normas.
La guerra de Yemen, estimulada por la venta de armas estadounidenses y europeas a las fuerzas de la coalición y la venta de armas iraníes a las fuerzas huzíes, se ha convertido en un caso emblemático del comercio de armas irresponsable.
Mwatana, la organización de Radhya Al Mutawakel, ha estado a la cabeza de la lucha para exigir responsabilidades a los gobiernos por su papel en las muertes de civiles en Yemen, donde actualmente se desarrollala peor crisis humanitaria del mundo. Tras un ataque aéreo, Mwatana suele ser una de las primeras que acude al lugar a analizar los restos de armamento.
“Hemos podido demostrar que se han utilizado armas de fabricación británica, estadounidense e italiana en ataques ilícitos de la coalición”, afirma Al Mutawakel.
Este año, Mwatana y otras dos organizaciones europeas emprendieron acciones judiciales contra autoridades del gobierno italiano y un fabricante de armas de este país, al encontrar restos de material de fabricación italiana en el lugar donde murieron seis miembros de una familia en un bombardeo en 2016.
“Durante más de tres años, armas fabricadas y vendidas por diversos Estados, algunos de los cuales se han comprometido a cumplir a las reglas del Tratado sobre el Comercio de Armas, han matado a mi pueblo”, afirma Al Mutawakel.
“Esto tiene que acabar.”
Efectos de un ataque aéreo de la coalición dirigida por Arabia Saudí en Saná – ©Rawan Shaif
El comercio de armas irresponsable no sólo afecta a los países donde hay conflictos armados. En Trinidad y Tobago, uno de los países con mayor índice de homicidios de las Américas, la deficiente regulación del comercio mundial de armas fomenta los delitos violentos.
“Inundación de armas”
Folade Mutota describe cómo la proliferación de armas ilegales en el Caribe “deteriora la calidad de vida de toda la población”.
“Las comunidades se convierten en zonas de conflicto, los homicidios por arma de fuego son algo cotidiano y la inseguridad sistémica de las mujeres aumenta. Cada día, las mujeres ven amenazadas sus vidas en sus hogares y en los espacios públicos debido a la facilidad de acceso a armas de fuego ilegales”, afirma.
“La inseguridad también tiene un coste económico. A medida que aumenta la violencia con arma de fuego, se incrementa también el gasto público en seguridad y aplicación de la ley, a costa del gasto en salud y educación.”
Jasmin Nario-Galace, educadora para la paz y defensora de los derechos humanos de Filipinas, comparte la sensación de Mutota respecto a lo patente que puede llegar a ser la presencia de las armas de fuego en la sociedad.
“En Filipinas, la violencia afecta a todo el mundo”, afirma.
“Es visible en todas partes: desde las comunidades rurales, donde reina la política de clanes, a las grandes ciudades, cuando piden a la gente que entregue las armas en escuelas y grandes almacenes.”
Jasmin Nario-Galace
Filipinas tiene dos largos conflictos internos, y un presidente cuya “guerra contra las drogas” ha provocado miles de homicidios ilegítimos en sus primeros dos años en el cargo. Y a pesar de ello, muchos Estados, incluso firmantes del TCA, siguen suministrando armas al país.
“Filipinas está inundada de armas, desde rifles AK-47 a minas terrestres y granadas. En un país con una fuerte cultura de caudillos militares y contiendas sangrientas, esto es la fórmula del desastre”, afirma Nario-Galace.
“Cuando hay tantas personas armadas, las situaciones cotidianas pueden agravarse rápidamente. Ha habido gente que ha muerto por arma de fuego en una discusión por una plaza de aparcamiento.”
Armas de fuego y violencia sexual
Además de desarrollar su labor de activismo en Filipinas, Nario-Galace es miembro de la Red de Mujeres de IANSA, que lanzó una exitosa campaña para que el TCA incluyera medidas específicas de protección de las mujeres en todo el mundo contra la violencia de género y sexual. Como la ex presidenta de IANSA, Sarah Masters, dijo en 2011: “No sería posible que se violara a un número tan grande de mujeres delante de sus comunidades y familias […] si la disponibilidad de las armas pequeñas y ligeras estuviera controlada”.
“Formar parte de esta exitosa campaña es uno de los logros de los que me siento más orgullosa”, afirma Nario-Galace.
“Es muy importante que reconozcamos las formas concretas en que la violencia armada afecta a las mujeres.”
La activista pone un terrible ejemplo de su propio país. El 23 de noviembre de 2009, 58 personas, 33 de ellas periodistas, que viajaban en una caravana electoral fueron masacradas en la provincia filipina de Maguindánao. Hay indicios de que al menos a cinco de las mujeres las violaron antes de matarlas, y que a muchas de las mujeres les dispararon en los genitales antes de decapitarlas.
El lugar de la matanza de Maguindánao
“Esto demuestra la forma específica en que la violencia armada afecta a las mujeres, y muestra el gran papel que la violencia sexual desempeña en una sociedad tan inundada de armas”, concluye Nario-Galace.
Para Folade Mutota es importante reconocer también formas concretas en que las mujeres pueden ser parte de la solución a la violencia armada.
“Las mujeres tienen un valioso papel que desempeñar en la creación del cambio. Ya sea presionando para conseguir recursos y oportunidades para sus comunidades, como intermediarias en iniciativas de paz o creando y gestionando proyectos de desarrollo, es importante que haya mujeres desempeñando funciones de liderazgo.”
“Creo que tengo la responsabilidad de evitar que mi país sea desbordado por el trauma de la violencia por arma de fuego”, declara.
Radhya al Mutawakel coincide con ella.
“Pueden imaginarse lo difícil que resulta realizar esta labor en mitad de un conflicto armado. Pero lo más difícil sería no poder hacer nada para ayudar.”
Más información acerca del trabajo de Amnistía Internacional sobre control de armas aquí.