Lo que no te pude decir hijo de mi corazón

Eres lo más bello que me ha pasado en la vida, fue hermoso tenerte, abrazarte, besarte y compartir contigo todos los días que Dios nos permitió estar juntos. Hijo mío, eres y serás mi amor eterno, mi hijo consentido, mi alma gemela. Siempre anhelé verte graduado y nunca tuve duda que lograrías un futuro grandioso por lo especial que eras.

Solo estuviste en esta tierra 20 años colmándonos de alegrías y buenos momentos, hasta que todos mis miedos se hicieron realidad. Cuando te asesinaron los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) yo también quise morir, fue como si me arrancaran el corazón. Como muchas madres de víctimas del Estado venezolano, no lo entendía y no me acostumbraba a la idea de no tenerte en casa. Pensaba que en cualquier momento saldrías de tu habitación a abrazarme y a decirme que no me preocupara porque siempre estarías conmigo.

Desde que estabas en mi vientre y supe que llegarías a mi vida te he amado. Tenía tantos sueños contigo porque llegaste a mi vida cuando menos lo esperaba y jamás imaginé cuanto me sorprendería todas las cosas hermosas y momentos felices que viviría contigo. Me esforcé por criarte y hacerte un hombre de bien y de gran corazón. Siempre diste lo mejor de ti, siempre te preocupaste por ayudar y proteger a los más indefensos, sin hacerle daño nunca a nadie. Recuerdo cuando te esmerabas por aprender más y más porque decías que eras una persona especial, un ser distinto. Cuánta razón tenías, hijo, definitivamente eras un ser que transcendía este mundo. 

Pensaba que en cualquier momento saldrías de tu habitación a abrazarme y a decirme que no me preocupara porque siempre estarías conmigo

Hijo mío, siempre fuiste justo, alegre y amoroso. Nos parecíamos tanto que teníamos casi los mismos gustos para todo. Me sorprendía lo apegado que eras conmigo y te confieso que eso me llenaba de miedo porque sabía que, si algún día me faltabas, no lo soportaría mi corazón.

Cuando eras niño y enfermabas le rogaba a Dios que te cuidara, no sabes cuánto recé para que sanaras pronto y te quedaras conmigo. Mis ruegos fueron escuchados y creciste sano y fuerte, poco a poco te convertiste en un gran hombre. Estoy tan orgullosa de ser tu madre.

El tiempo me ayudó y tras mucho tiempo de llorar, de hacerme tantas preguntas que no tuvieron respuestas y de pensar en que estabas en un lugar mejor para consolarme, entendí que habías partido para siempre, hijo. Comencé a darme cuenta que ya no te vería más y que ya no estarías llenando mi vida de alegría. Todo fue difícil, los días sin ti, los pensamientos y los sueños después de ese día fueron una dura tortura. Todo fue muy difícil, pero de alguna forma, todo ese dolor lo transformé en fuerzas para seguir y para conseguir que estuvieras conmigo de nuevo.

Un día me levanté, hijo, y te prometí que convertiría todo el dolor que aún siento en algo positivo, que ayudaría a otras personas que pasan por esta terrible situación. Desde ese momento, todo cambió en mí, tanto en lo físico como en lo espiritual.  Mi vida dio un giro de 360 grados y aunque, hoy después de cinco años de tu ausencia siento el mismo dolor, me convertí en lo que estoy segura que querías que fuera: una mujer luchadora que apoya a muchas familias que pasan por lo mismo que nosotros. Te juro, hijo, que tu muerte ni la de miles de otros jóvenes a manos de los cuerpos de seguridad quedarán impunes.

Hoy soy alguien que ayuda a buscar justicia, esa justicia que también busco para ti y para mí. Esa justicia solo llegará cuando los funcionarios que nos extorsionaron, nos maltrataron, los que se metían a la fuerza en nuestra casa y te asesinaron asuman las consecuencias de su barbarie ante la ley.

Según Amnistía Internacional, tan solo en 2016, las autoridades venezolanas fueron responsables por casi 5 mil homicidios. La gran mayoría de las víctimas eran hombres, adolescentes y niños de zonas con altos índices de pobreza.

Hoy soy alguien que ayuda a buscar justicia, esa justicia que también busco para ti y para mí. Esa justicia solo llegará cuando los funcionarios que nos extorsionaron, nos maltrataron, los que se metían a la fuerza en nuestra casa y te asesinaron asuman las consecuencias de su barbarie ante la ley.

Aunque no te vuelva a ver y el dolor persista hasta el fin de mis días, después de que se haya logrado justicia me sentiré satisfecha. Sé que lo lograré hijo, tu muerte no será en vano porque todo esto me dio las fuerzas para ayudar a muchas familias que como yo pasan por este terrible dolor.

Todo este esfuerzo que hacemos, a pesar de los obstáculos que nos ponen los que deberían cuidarnos y garantizar nuestros derechos, se transformará en alegría cuando la historia no se vuelva a repetir y nunca más muera alguien a manos de algún funcionario de seguridad.

Estoy segura que llegará el día en que estas matanzas acaben y los jóvenes puedan crecer sin miedo, vivir con seguridad de regresar salvos a sus casas y tengan la oportunidad de construirse un futuro prometedor.

Sé que de alguna manera sigues conmigo, hijo, y a la espera de que esa realidad llegue y sea palpable para muchas familias que solo desean vivir en paz. Ese día llegará y te sentirás orgullo de tu madre por no quedarme con los brazos cruzados ante tantas injusticias.

Te amo infinitamente, Darwilson, mi hermoso hijo de ojos achinados.

Aracelis Sánchez es madre de Darwilson, quien fue ejecutado por agentes del Estado venezolano el 11 de junio de 2013. Con el apoyo de la organización local Comité de Familiares Víctimas (COFAVIC) y otras madres de jóvenes asesinados por funcionarios, Sánchez conformó la Organización de Familiares Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos (Orfavideh), la cual reúne a 50 personas que buscan justicia.

Este articulo fue publicado originalmente por Huff Post México