En el Día Mundial del Refugiado, Amnistía Internacional exhorta a la comunidad internacional a incrementar de manera urgente la ayuda internacional para las más de 900.000 personas refugiadas rohingyas del distrito de Cox’s Bazar (Bangladesh) ante las extremas condiciones meteorológicas monzónicas.
Según las Naciones unidas, más de 200.000 personas refugiadas rohingyas corren peligro de corrimientos de tierra e inundaciones durante la actual estación monzónica. Durante las cinco semanas pasadas, más de 28.000 personas se han visto afectadas al producirse 133 corrimientos de tierras que dañaron más de 3.000 refugios.
“Las personas refugiadas rohingyas que languidecen en los campos congestionados y endebles de Cox’s Bazar precisan ayuda internacional urgente. Hasta ahora sólo se ha comprometido una quinta parte de la ayuda solicitada por las Naciones Unidas. El mundo no puede permanecer de brazos cruzados mientras Bangladesh asume la responsabilidad solo”, manifestó Biraj Patnaik, director de Amnistía Internacional para Asia Meridional.
Condiciones de los campos
Se necesita ayuda para satisfacer las necesidades más básicas de la población rohingya en los campos, incluido el acceso a una vivienda adecuada. Casi todos los refugios están hechos de materiales endebles como bambú y lona, y muchos de ellos están encaramados de forma precaria en colinas de lodo. El gobierno de Bangladesh ha impuesto restricciones a la construcción de estructuras más permanentes en los campos de personas refugiadas.
En previsión de las condiciones meteorológicas extremas, los asentamientos apenas han sido reforzados con capas adicionales de bambú y lona. Aunque el personal de ayuda humanitaria ha organizado operaciones para reparar los asentamientos dañados, los campos tienen tal extensión que no es posible llegar a todo el mundo. No hay asentamientos duraderos en casi ningún campo, lo que los hace vulnerables a nuevos fenómenos meteorológicos.
Los campos también están extremadamente congestionados. La zona en la que se ha refugiado la mayoría de la población rohingya es tan extensa que podría contarse como la cuarta ciudad más grande de Bangladesh, con casi un millón de personas, incluida la comunidad de acogida local.
En su zona más densa, los campos tienen 95.000 personas por kilómetro cuadrado, lo que supera la densidad de población de cualquier ciudad del mundo. La población de los campos está integrada en un 80% por mujeres y niños y niñas.
La Agencia de la ONU para los refugiados ha advertido que “dado el tamaño de la población refugiada, las enormes dimensiones de los asentamientos y las dificultades del terreno, tem[e] que las condiciones meteorológicas extremas causen más daños, destrucción y posiblemente pérdida de vidas.
A fin de evitar mayores desastres, se deberá reasentar a las personas refugiadas en zonas menos congestionadas y sobre terreno llano, algo que también mitigará los riesgos médicos y para la seguridad.
Esta crisis no va a desaparecer a corto plazo. Debemos hacer frente a la perspectiva de que la población rohingya tenga que permanecer en Bangladesh durante años. En consecuencia, la comunidad internacional tiene el deber de proporcionar ayuda a estas víctimas de las violaciones de derechos humanos más atroces y no esperar a que sufran los efectos de nuevos desastres antes de emprender acciones.
Biraj Patnaik
Necesidades a largo plazo
Aunque muchas personas refugiadas rohingyas han expresado el deseo de regresar a sus hogares en el norte del estado de Rajine, la perspectiva de que puedan hacerlo en condiciones de retorno digno, seguro y voluntario en el futuro cercano parece remota.
Hasta que puedan regresar a Myanmar sin correr el riesgo de sufrir graves violaciones de derechos humanos, es preciso modificar la respuesta para las personas refugiadas: abandonar el actual enfoque centrado casi exclusivamente en dar respuesta a la crisis humanitaria y adoptar medidas para satisfacer las necesidades de protección de las personas refugiadas, lo que incluye unas condiciones de vida seguras y sostenibles.
La población del campo está segregada de la comunidad de acogida local, por lo que los niños y niñas, que representan más de la mitad de la población refugiada, tienen un acceso limitado a la educación. Desde que fueron expulsados de sus pueblos por los crímenes contra la humanidad del ejército de Myanmar, ya han perdido un curso escolar completo, y en Bangladesh no pueden asistir a escuelas formales.
Otro motivo de preocupación es el derecho al trabajo y la oportunidad de hacerse autosuficientes. Las restricciones a la libertad de circulación en Bangladesh, donde la población refugiada está obligada a permanecer en áreas designadas, limita su capacidad de buscar trabajo.
A fin de organizar un respuesta eficaz y sostenible a la situación de la población refugiada en Cox’s Bazar, los niños y niñas deben poder acceder a la educación, y la población adulta debe tener el derecho a la libertad de circulación y a trabajar.
“Esta crisis no va a desaparecer a corto plazo. Debemos hacer frente a la perspectiva de que la población rohingya tenga que permanecer en Bangladesh durante años. En consecuencia, la comunidad internacional tiene el deber de proporcionar ayuda a estas víctimas de las violaciones de derechos humanos más atroces y no esperar a que sufran los efectos de nuevos desastres antes de emprender acciones”, manifestó Biraj Patnaik.