No sé muy bien por dónde empezar, porque lleva pasando mucho tiempo. Creo que Twitter es la peor [de las plataformas de redes sociales] simplemente por el flujo acelerado y encubierto [de comportamientos abusivos] que se produce. El comportamiento abusivo en Twitter es como una corriente constante. Puede incluir mensajes agresivos en general o insultos (puta, ramera, zorra…). Puede tratarse más bien de un acoso dirigido o de amenazas directas, como las que [en el pasado] me han llegado contra mi hija. Han hecho pública mi dirección, mi información fiscal y mi número de teléfono, y he recibido llamadas telefónicas de personas que los encontraron [los datos] en Internet.
En Twitter hay una opción para desactivar las notificaciones de las personas a quienes no sigues recíprocamente, lo que es bueno y malo a la vez. Mi vida diaria mejoró inmensamente, pero es malo en el sentido de que no me entero de las opiniones de las personas que me leen. Y eso fastidia. Durante más de 10 años, gran parte de mi trabajo consistía en el contacto con mis lectores. La razón por que la que estoy en Internet es relacionarme con la gente, por lo que esta situación me supone una gran pérdida. Me preocupa que no ver las notificaciones de Twitter de las personas a las que no sigo me ponga en un mayor peligro al no ver las amenazas que me lanzan, pero tuve que sopesar eso y mi salud mental diaria y ganó la salud.
Lo fuerte del acoso en Internet es que las respuestas que sueles recibir sean que “pues no estés en esa plataforma. No estés en Twitter, etc.”, y eso es como decirle a alguien que sencillamente no camine sola por la calle en la noche. Estas plataformas son espacios públicos, son las nuevas plazas del pueblo. Las mujeres tenemos que estar en esos espacios para participar plenamente en la vida. Muchas veces, especialmente si eres escritora, es prácticamente un requisito informal. Es absurdo decirnos a las mujeres que no estemos ahí.
Con lo que sé ahora, no sé si hubiera escogido mi nombre real para escribir. Creo que no tendría que haberlo hecho. El comportamiento abusivo no sólo me afecta a mí, afecta a mi familia. Cuando tengo un día muy malo en el que he recibido un montón de amenazas, no soy capaz de ir a la policía y denunciarlo. No puedo levantarme de la cama, me quedo destrozada y mi marido tiene que cuidarme. Los insultos tienen un efecto dominó que va más allá de la cuenta de Twitter.