Abran la puerta. Soy yo.

Empecé este artículo mientras viajaba hacia ese lugar al que partía todos los lunes a las 6.30 de la mañana; ese lugar que se había introducido por la fuerza en nuestras vidas. Me refiero a la cárcel. Ojalá pudieran ustedes vivir la experiencia de visitar ese lugar, tan sólo una vez. Dicho esto, jamás les desearía que ustedes ni ninguno de sus seres queridos fueran encerrados “injustamente”, ni siquiera aunque tuvieran ustedes por corazón una piedra tallada de odio sin sentido.

Han pasado 200 días. Las estaciones transcurren, el invierno ha pasado, la primavera también, y ahora el verano llega a su fin.

Dilek Mayatürk Yücel

Ojalá hubieran experimentado ustedes esto tan sólo una vez, para poder comprenderme mejor. Nada más. Porque entonces comprenderían lo que significa la injusticia. Entonces comprenderían lo que es tener que luchar sólo para intentar –sin conseguirlo– que las autoridades penitenciarias acepten unas sábanas de colores para tu ser querido, como si en tu vida no hubiera más problemas. Entonces comprenderían que la justicia no puede aplicarse arbitrariamente de una persona a otra.

¿Saben lo que es encerrar tus penas en una caja de seguridad?

En la cárcel, en el penúltimo lugar por el que tengo que pasar antes de llegar hasta Deniz, un lugar donde tengo que someterme a un escaneo de iris, tras haberme inscrito y haber recibido mi tarjeta de visitante, hay unas cajas de seguridad. Para cuando llegas a ese lugar, ya has entregado en la entrada tu teléfono móvil, tus llaves y otros objetos. Estas cajas son para los objetos más pequeños que llevas en los bolsillos: monedas, el reloj… Siempre dejo ahí un cigarrillo, para después de mi visita a Deniz. Estas son las cosas visibles. Luego están las cosas invisibles que guardo en la caja. Mi insomnio, mi cansancio, si estoy enferma: mi enfermedad. Antes de entrar a ver a Deniz dejo en esa caja todas mis frustraciones, para tener buen aspecto delante de él, aunque lleve dos noches sin dormir.

Dejo mis huellas dactilares en el cristal que me separa de Deniz y que separa a Deniz de su libertad.

Dilek Mayatürk Yücel

Y luego me voy a casa a dormir, después de haber dejado mis huellas dactilares plasmadas en el cristal que me separa de Deniz y que separa a Deniz de su libertad. Durante meses, mis lunes han consistido en esto. Así que, sólo por una vez, ¿serán ustedes capaces de ponerse en mi lugar?

Deniz lleva encarcelado 200 días. Está solo, aislado. Quiero decir en régimen de aislamiento, ese trato inhumano que sirve para destruir por completo la salud física y mental de una persona a largo plazo. Para alienar a una persona tanto de su propia naturaleza como del mundo exterior. Un mecanismo concebido para que una persona se haga pedazos. Este mecanismo, totalmente antinatural y que sólo ofrece limitaciones y restricciones, no causa más que daños a la persona sometida a él.

No me importan las ideas políticas que ustedes tengan, ni su género, su nacionalidad, el equipo al que apoyan o su comida favorita. Sólo me importa el hecho de que ustedes son personas. También Deniz lo es: por encima de ser mi esposo o un periodista, es ante todo una “persona”. Ustedes y yo nos encontramos bajo el cobijo conocido como humanidad. El régimen de aislamiento es un trato que va en contra de la humanidad misma. ¿Son ustedes conscientes de eso?

El hecho de que las personas con cuyos nombres están más familiarizados sean periodistas no debería hacer este proceso más atractivo o importante o esta injusticia más o menos aceptable que otras. Hay miles de personas encarceladas que no pueden hacer oír su voz, que están encerradas allí injustamente. Por ejemplo, todos ustedes han oído hablar del “encarcelamiento de los periodistas del Cumhuriyet‘”, ¿verdad? Respecto a esto quisiera recordarles un punto importante. El contable del Cumhuriyet, que lleva meses encarcelado, también lleva meses en régimen de aislamiento. No den prioridad a los detenidos dependiendo de su profesión. Todos somos tan sólo personas tan invisibles como hormigas desde el espacio. La libertad de uno de nosotros no vale ni más ni menos que la de otro. Ninguno de nosotros es más importante que otro. Somos lo mismo. Somos iguales.

El régimen de aislamiento es un trato que va en contra de la humanidad misma. ¿Son ustedes conscientes de eso?

Dilek Mayatürk Yücel

Los motivos que dieron para el encarcelamiento de Deniz fueron los reportajes y artículos periodísticos que había escrito, incluidas traducciones erróneas, que ya estaban fuera del plazo para ser enjuiciados en virtud de la Ley de Medios de Comunicación. En otras palabras, eran todas actividades “periodísticas”. Antes de que se redactara siquiera su acta de acusación formal o de que compareciera ante un tribunal, Deniz ya era un objetivo contra el que se estaban dirigiendo acusaciones surrealistas y falsas. Déjenme refrescar su memoria: el 14 de febrero, Deniz fue “por decisión propia” a prestar declaración.

Sus escritos son agudos y ágiles y en ocasiones, sí, indulgentes. Pero te guste Deniz o no, es un periodista. Tiene un corazón enorme, una bondad en peligro de extinción. No dejen de escuchar. ¡Préstenme atención!

El mundo exterior está muy ocupado, se está haciendo mucho ruido cuando, en realidad, no hay ninguna necesidad. Deniz está aquí, no va a ir a ninguna parte; al igual que fue a prestar declaración por decisión propia, su única petición es que haya un juicio justo. Podría ser juzgado perfectamente estando en libertad bajo fianza.

“¿Por qué es importante Deniz, por qué hay detrás de él tanto apoyo individual y de organizaciones, por qué recibe tanto apoyo público en Alemania?”. Me doy cuenta de que hay gente que sencillamente no lo comprende.

La respuesta es muy simple: Deniz es un periodista respetado en Alemania, es el corresponsal turco del periódico die Welt. Es un periodista absolutamente enamorado de su trabajo. Es más conocido en Alemania que en Turquía. Y en Turquía no sabían lo conocido e importante que es en Alemania hasta que lo encarcelaron.

En los países en los que hay ley y democracia, ni siquiera un niño podría entender que una persona pueda ser encarcelada simplemente por su trabajo como periodista. Es por eso por lo que las reacciones en Alemania sólo –y subrayo sólo– pueden interpretarse como la defensa de personas o del Estado a periodistas que tienen la ciudadanía de su país. No es más que eso.

Deniz es ciudadano alemán y turco. Y los Estados tienen responsabilidades para con sus ciudadanos. Alemania tiene la responsabilidad de seguir hasta el final un caso de privación injusta de la libertad de uno de sus ciudadanos, y Turquía tiene la responsabilidad de actuar sin demora de acuerdo con la ley: presentar un acta de acusación definitiva y garantizar unas condiciones que sean humanas y no arbitrarias, y unas condiciones de reclusión que sean conformes con la dignidad humana.

No se puede interferir en la vida y la libertad de una persona, ya sea por estrategia política o como muestra de terquedad, por el referéndum de Turquía o las elecciones de Alemania, y, en mi opinión, eso sólo servirá para empujar a todas las partes a una hoguera de la que no quedarán más que cenizas.

Abran la puerta, soy yo. Soy yo.

Han pasado 200 días desde que la flor más preciada de mi jardín me fue arrebatada brutalmente. Pero, incluso con esta polifonía exterior, el único sonido al que presto atención es la risa de Deniz. Pese a todo, saldremos de este proceso tan hermosos como flores.

Ahora, salgan de su cueva, por favor. Asomen la cabeza. No se mantengan cautivos de las sombras, y no crean únicamente lo que les muestran.

Escúchenme.

¿Creen que es fácil estar ahí dentro 200 días?

¿Creen que es fácil estar aquí fuera 200 días?

Han pasado 200 días. Las estaciones transcurren, el invierno ha pasado, la primavera también, y ahora el verano llega a su fin. Escúchenme.

Una persona está perdiendo días y meses de su vida en régimen de aislamiento. Únicamente por hacer su trabajo. Únicamente por escribir artículos periodísticos. Únicamente por conceder entrevistas.

En cifras redondas, en este proceso hemos tenido que acostumbrarnos a innumerables actos absurdos como gritar cada vez más fuerte nuestra angustia y la injusticia que hemos sufrido. Si me preguntan la diferencia entre el día 200 y el 78, les diré que no la hay. Los días son iguales.

Han pasado 200 días desde que la flor más preciada de mi jardín me fue arrebatada brutalmente.

Dilek Mayatürk Yücel

¿Saben que a veces la carga mental que tienes que soportar es más agotadora y dolorosa que una herida física? Preferiría mil veces tener en el cuerpo una herida física visible que estar mentalmente encarcelada en la prisión de Silivri.

Al final de cada visita trato de soplar con todas mis fuerzas, como si fuera una niña, para expulsar todos los posibles efectos negativos del aislamiento de Deniz. Y ustedes, las organizaciones que incluyen en su nombre las palabras “derechos humanos”, espero que soplen mucho más fuerte que mis esfuerzos de aficionada.

Han pasado 200 días. ¿Son ustedes conscientes de eso?

Dilek Mayatürk Yücel es la esposa de Deniz Yücel. Más información sobre este caso.

Traducido del turco al inglés por Caroline Stockford.

Las opiniones aquí vertidas son las de la autora, y no representan necesariamente las de Amnistía Internacional.