Sudán del Sur, el país más joven del mundo, logró la independencia el 9 de julio de 2011 tras varios decenios de guerra, largas negociaciones y un referéndum sobre la secesión respecto a Sudán. Sin embargo, la alegría por la recién adquirida libertad resultó efímera y las disensiones internas han enturbiado gran parte de su corta vida como Estado independiente. El conflicto armado que estalló en diciembre de 2013 persiste en la actualidad y tiene un efecto devastador para millones de civiles.
El conflicto enfrenta al presidente Salva Kiir y sus aliados contra su ex vicepresidente Riek Machar y las fuerzas leales a éste, acusadas de planear un golpe de Estado en Juba, la capital, a finales de 2013. Diversas milicias y grupos armados de oposición también se unieron a la contienda en varias zonas del país. Las cesaciones del fuego y los intentos de conseguir un acuerdo de paz han fracasado, dando siempre lugar a la reanudación de los enfrentamientos.
Los combates han tenido efectos devastadores en la población civil, incluida la amenaza de hambruna, violencia política y alertas de posible genocidio. También ha dado lugar a la mayor crisis de refugiados de África, la que más rápidamente crece y la tercera mayor del mundo tras las de Siria y Afganistán.
Amnistía Internacional ha visitado Sudán del Sur en varias ocasiones durante el conflicto y, a mediados de 2017, sus investigadores regresaron a dos de las regiones actualmente más afectadas por los nuevos enfrentamientos: el Alto Nilo, en el norte y Ecuatoria, en el sur. Los invetigadores también visitaron asentamientos de refugiados al otro lado de la frontera, en Uganda, que tiene dificultades para lidiar con la afluencia masiva de personas que huyen de Sudán del Sur.
En Sudán del Sur vi mujeres a las que no les quedaban más lágrimas que derramar. Lo que vi en sus ojos me atormenta. ¡Debemos hacer callar las armas!
Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana.

La dimensión étnica
El conflicto armado que comenzó en diciembre de 2013 ha ido adquiriendo de manera creciente una dimensión étnica; los líderes de las dos principales facciones enfrentadas pertenecen a los dos grupos étnicos más numerosos —el presidente Salva Kiir es dinka y el ex vicepresidente es nuer— y la mayor parte del apoyo lo reciben de los miembros de sus propios grupos étnicos. Está cada vez más extendida la percepción de que el gobierno emplea las Fuerzas Armadas —el Movimiento/Ejército de Liberación Popular de Sudán (SPLA/M)— para aplicar un plan etnocéntrico que favorezca a los dinka, incluso mediante la utilización de milicias dinka. La oposición armada, conocida como Movimiento/Ejército de Liberación Popular de Sudán en la Oposición (SPLM-IO), un movimiento mayoritariamente nuer, ha tratado de ampliar su base de apoyo con la inclusión de otros grupos étnicos.
Todas las partes en el conflicto han cometido atrocidades, incluidos crímenes de guerra. Han torturado y matado a civiles, secuestrado y violado a mujeres, destruido y saqueado bienes civiles y atacado deliberadamente a cooperantes. Decenas de miles de personas han sido asesinadas o resultado gravemente heridas, millones de personas han sido desplazadas, y la violencia ha provocado inseguridad alimentaria y la masiva pérdida de sustentos.
Alarmante sufrimiento de la población civil
Datos y cifras del conflicto (a junio de 2017)


Millones de personas desarraigadas y en peligro
La población civil se lleva la peor parte en el brutal conflicto de Sudán del Sur, con más de dos millones de personas arrancadas de sus hogares y sus medios de vida.
A junio de 2017, más de 1,9 millones de personas han huido para buscar refugio en todos los países vecinos de Sudán del Sur —Sudán, Etiopía, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo y República Centroafricana—, muchos de los cuales también están en situaciones de conflicto armado interno. Uganda, en el sur, ha recibido la mayor afluencia: unas 950.000 personas refugiadas sursudanesas, aproximadamente la mitad del total, han acabado allí. A principios de 2017, cada día cruzaban la frontera más de 2.000 refugiados para entrar en Uganda, y en febrero se registraron hasta 6.000 en un solo día. Al menos el 86% de estos nuevos refugiados son mujeres y niños y niñas, pero la falta de financiación hace que muchos de ellos no reciban ayuda humanitaria básica como alimentos, agua y cobijo.
Una tragedia cruel de esta guerra es que el granero de Sudán del Sur –una región que hace un año podía alimentar a millones de personas– se ha convertido en traicioneros campos de la muerte que han obligado a cerca de un millón de personas a huir en busca de seguridad.
Asesora general sobre respuesta a las crisis de Amnistía Internacional
La situación es extremadamente penosa para muchos civiles que se han quedado en Sudán del Sur. Alrededor de 220.000 temen por sus vidas y han buscado protección en campamentos patrullados por tropas de mantenimiento de la paz de la ONU, que a veces tienen dificultades incluso para brindarles seguridad.
En todo el país, más de 5,5 millones de personas dependen de la ayuda humanitaria simplemente para sobrevivir, la malnutrición es cada vez más generalizada y amplios sectores del país afectados por el conflicto siguen siendo expuestos a sufrir hambrunas.