Cierre de la frontera de Macedonia: Reenvíos ilegales de personas refugiadas a Grecia

En el perímetro que rodea la valla, con el cuerpo encogido, un joven llora. Con las manos en la cara, solloza como si no hubiera un mañana.

La policía de Fronteras de Macedonia acaba de encontrarlo a él y a su madre, y los ha llevado al centro de registro de Gevgelija. La mujer necesita ayuda para mantenerse en pie. Está exhausta, hambrienta y desorientada. Dice que llegaron de Grecia, se perdieron y que han estado caminando durante tres días. Están conmocionados, aunque aún no saben que, al ser iraníes, sus esfuerzos han sido en vano. Pronto los reenviarán de vuelta a Grecia: Macedonia no permite la entrada a los refugiados iraníes.

El 18 de noviembre, Macedonia, junto a Serbia, Croacia y Eslovenia, adoptó una nueva política fronteriza discriminatoria, por la cual sólo los refugiados sirios, iraquíes y afganos pueden entrar en su territorio. Los 20 días posteriores, las autoridades de Macedonia reenviaron arbitrariamente a miles de personas refugiadas y migrantes a Grecia, ignorando toda solicitud de asilo que hubieran presentado.

A principios de diciembre, Amnistía Internacional volvió a la frontera para observar cómo se llevaba a la práctica esta política. Las personas refugiadas y migrantes no pueden creer lo que está sucediendo. Han venido desde tan lejos para que ahora les impidan el paso. Aunque la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) nos ha dicho que intentan informarles, la mayoría de refugiados y migrantes “prohibidos” que llegan en autobús desde más allá del sur de Grecia no saben que se considera que tienen una nacionalidad “inadecuada”. A no ser que sean sirios, iraquíes o afganos, los obligan a dar media vuelta cuando presentan su documentación a la policía de Macedonia en la frontera. La mayoría están conmocionados algunos lloran.

No solamente es una práctica flagrantemente discriminatoria, sino que los reenvíos ni siquiera funcionan en el 100 % de los casos.

Sian Jones, investigadora sobre los Balcanes de Amnistía Internacional

No solamente es una práctica flagrantemente discriminatoria, sino que los reenvíos ni siquiera funcionan en el 100 % de los casos. Se supone que la familia Habib, que es de Halab (Alepo), y sus primos de Yarmouk, tienen permitida la entrada. Huyeron de Siria hace diez días, pasaron por Turquía y llegaron en barco a la isla griega de Quíos. Allí, la policía los registró como palestinos y no como refugiados palestinos registrados como residentes en Siria.  Como la familia Habib no podía leer su propia documentación  no llegaron a enterarse.

La policía de Fronteras les niega la entrada.  Vuelven lentamente desde la entrada, incrédulos. Nos muestran su documentación, guardada en los móviles, en la que se demuestra su condición. Los llevamos al ACNUR, que a veces ayuda a los sirios palestinos a entrar en Macedonia. Pero esta vez recomiendan a la familia Habib volver a Atenas, para que allí obtengan su nueva documentación modificada. Están entre los muchos palestinos sirios que deben dar media vuelta cada semana.

A las personas refugiadas a las que se les impide cruzar la frontera, se las lleva al Centro de Crisis de Gevgelija, donde las registran para viajar por Macedonia. Pero sólo en las dos horas que estuvimos observando este procedimiento vimos cómo 50 personas eran reenviadas de Gevgelija a Grecia de nuevo.

Puede que la guardia de la frontera no se haya percatado de su nacionalidad o que su documentación sea falsa, pero la mayoría están desesperados ante la idea de ser devueltos. Una familia iraní, compuesta por la madre, el padre y cuatro niños, provistos de mochilas cuidadas, atraviesan la verja como en un sueño. Minutos más tarde, empujan violentamente de un camión militar a 12 hombres y una familia con tres niños. En cuanto atraviesan la verja se ve claramente en sus caras tristes que pocos lo han intentado antes. Para M., de Libia, esta es la primera vez. Está asustado: “Dije que era de Libia y que en mi país había una guerra, por lo que quería solicitar el asilo, pero me dijeron que me fuera. Nadie me había dicho nada sobre esto”.

Dije que era de Libia y que en mi país había una guerra, por lo que quería solicitar el asilo, pero me dijeron que me fuera. Nadie me había dicho nada sobre esto.

M., hombre libio que fue reenviado desde Macedonia

En el campo de Idomeni, ya en la frontera griega, la gente aguarda con la esperanza de que abran la frontera. Un cristiano iraní de cerca de Shiraz se arremanga y nos muestra un elaborado tatuaje de una cruz en la parte interna de su muñeca. Nos cuenta que huyeron después de que las autoridades irrumpieran en las casas en las que él y otras personas rezaban. “En Internet puedes ver qué dice la ONU sobre las creencias religiosas en Irán, aunque ahora digan que venimos a buscar trabajo”. Una mujer iraní nos dice que su esposo se encuentra en prisión donde vivían y que no puede encontrar un abogado para sacarlo. Otro hombre iraní dice que dejó el país después de que la policía lo detuviera, lo interrogara y lo golpeara.

Un antiguo profesor añade: “No hay laicismo ni liberalismo. Ni siquiera hay libertad para ir con tu novia cogidos de la mano. Todos los países de la UE critican a Irán, pero cuando venimos aquí es nuestro problema”.

Algunos intentan buscar otras maneras de entrar en Macedonia. Dos hombres del norte de África nos cuentan: “Diez de nosotros decidimos cruzar la frontera. Abandonamos el campo hacia las cinco de la mañana y caminamos durante unas cinco horas. Cruzamos la valla. Cinco minutos después, oímos disparos. Nos tiramos al suelo. Estábamos aterrorizados pensábamos que los macedonios nos iban a matar. Encontraron a cinco personas de nuestro grupo; vimos cómo las pateaban y golpeaban; luego se las llevaron en vehículos militares. No nos vieron, así que volvimos aquí”.

Cruzamos la valla. Cinco minutos después, oímos disparos. Nos tiramos al suelo. Estábamos aterrorizados; pensábamos que los macedonios nos iban a matar. Encontraron a cinco personas de nuestro grupo; vimos cómo las pateaban y golpeaban; luego se las llevaron en coches militares. No nos vieron, así que volvimos aquí.

Dos hombres del norte de África

El 9 de diciembre, la policía griega despejó el campo de Idomeni y llevó a la gente en autobús de vuelta a Atenas. Pero la mayoría de las personas migrantes y refugiadas con una nacionalidad “inadecuada” no abandonan su viaje. Al día siguiente, muchas habían abandonado Atenas de nuevo con la intención de llegar ilegalmente a Macedonia. Muchas lo conseguirán, pero otras serán reenviadas de nuevo, a menudo violentamente, por la policía macedonia.

Muchas de las personas entrevistadas parecen estar atrapadas en un limbo. Tuvimos noticias de la familia Habib y de M., de Libia, tras ser devueltos en autobús a Atenas, y ninguno de ellos había recibido la ayuda que les habían prometido.

Aunque cada país tiene el control de sus propias fronteras, según el derecho internacional es ilegal rechazar a los refugiados y solicitantes de asilo por su nacionalidad, sin darles la posibilidad de que se consideren sus circunstancias personales.

Sian Jones, investigadora sobre los Balcanes de Amnistía Internacional

Aunque cada país tiene el control de sus propias fronteras, según el derecho internacional es ilegal rechazar a los refugiados y solicitantes de asilo por su nacionalidad, sin darles la posibilidad de que se consideren sus circunstancias personales. Dimitris Avramopoulos, comisario europeo, llamó recientemente la atención sobre este hecho en el Foro ministerial UE-Balcanes Occidentales que se celebró en Sarajevo.

La ruta de los Balcanes occidentales ya no es segura, y este cierre de fronteras está empeorando la situación. Si la UE no alienta a Macedonia y al resto de países de los Balcanes a acabar con su política discriminatoria, muchos de los miles de personas refugiadas que llegan cada día de las islas griegas no tendrán más opción que optar por las rutas peligrosas, ilegales y caras que les ofrecen los traficantes.

Nota: En Balkan Insight se publicó una versión de este artículo de opinión.