- Mujeres, hombres y niños y niñas víctimas de trata, recluidos en condiciones infernales, golpeados o asesinados a cambio de rescate
- Se teme que hayan muerto en el mar cientos, quizá miles, de personas refugiadas y migrantes más de las que se creía en un principio
- Con la “temporada de navegación” una nueva crisis se cierne sobre la bahía de Bengala y el mar de Andamán
Mujeres, hombres, niños y niñas rohingyas que trataban de huir de la persecución en Myanmar en barco este año murieron o fueron víctimas de brutales palizas a manos de traficantes de personas si sus familias no pagaban los rescates, y estuvieron recluidos en condiciones infernales e inhumanas, revela Amnistía Internacional en un nuevo informe hoy.
Deadly journeys: The refugee and trafficking crisis in Southeast Asia se basa en entrevistas realizadas a más de cien personas refugiadas rohingyas —en su mayoría víctimas de trata de personas y muchas de ellas menores— que llegaron a Indonesia tras huir de Myanmar o Bangladesh cruzando el mar de Andamán.
Con el final del monzón y la nueva “temporada de navegación” ya iniciada, podrían estar embarcándose miles de refugiados más. Amnistía Internacional pide a los gobiernos de la región que aumenten urgentemente los medios para responder a la crisis.
“Los malos tratos físicos que sufrían a diario los rohingyas atrapados en barcos en la bahía de Bengala y el mar de Andamán son casi demasiado terribles para describirlos con palabras. Huyeron de Myanmar, pero sólo cambiaron una pesadilla por otra. Ni siquiera los niños y niñas se libraron de estos abusos”, declaró Anna Shea, investigadora sobre personas refugiadas de Amnistía Internacional.
“La cruda verdad es que las personas con las que hablamos son las ‘afortunadas’ que consiguieron llegar a la costa; innumerables personas más murieron en el mar o acabaron haciendo trabajos forzados tras ser víctimas de trata. Los gobiernos deben tomar más medidas para prevenir que se repita esta tragedia humana.”
Los terribles hechos que se desarrollaron en mayo de 2015 —desencadenados por la represión en Tailandia de la trata de seres humanos y el abandono por los traficantes de estas personas en el mar— dejaron a miles de personas refugiadas y migrantes atrapadas en el mar durante semanas, sin comida, agua ni atención médica.
Aunque la ONU calcula que al menos 370 personas perdieron la vida entre enero y junio de 2015, Amnistía Internacional cree que la cifra real es muy superior. Testigos presenciales que hablaron con Amnistía Internacional vieron decenas de grandes barcos llenos de refugiados y migrantes en circunstancias similares, pero según fuentes de la ONU sólo cinco de ellos llegaron a Indonesia y Malasia. Cientos —cuando no miles— de personas siguen en paradero desconocido y podrían haber muerto durante el viaje o haber sido vendidas para hacer trabajos forzosos.
Muertes y palizas a cambio de dinero
Muchos rohingyas dijeron que habían visto a miembros de la tripulación matar a personas cuando sus familias no pagaban el rescate. Los traficantes mataron a tiros a algunas personas en los barcos y arrojaron a otras al mar, dejando que se ahogaran. Otras murieron por falta de comida y agua o de enfermedad.
Los refugiados afirmaron que estuvieron encerrados durante meses en barcos muy grandes y que recibían palizas brutales mientras los traficantes contactaban con sus familiares para pedirles un rescate. Una joven rohingya de 15 años dijo que la tripulación llamó a su padre en Bangladesh, le obligó a escuchar sus gritos mientras la pegaban y le exigieron el pago de alrededor de 1.700 dólares estadounidenses.
Prácticamente todas las mujeres, hombres, niños y niñas rohingyas dijeron que habían sido objeto de palizas o que habían visto a otros sufrir malos tratos físicos brutales. Pegaban a la gente con porras de metal o de plástico —a veces durante varias horas— sólo por pedir comida, moverse o pedir permiso para ir al retrete. Muchas personas sufren secuelas físicas o psicológicas a largo plazo derivadas de la violencia.
Las palizas se infligían de una forma escalofriantemente rutinaria y sistemática. Un joven rohingya de 15 años dijo: “Por la mañana nos pegaban tres veces. Por la tarde nos pegaban tres veces. Por la noche nos pegaban nueve veces.”
Perseguidos en su país
La desesperación de los rohingyas es consecuencia de décadas de persecución y discriminación en Myanmar, donde se les niega de hecho la ciudadanía en aplicación de la legislación nacional. Las oleadas de violencia contra los rohingyas, la más reciente de las cuales estalló en 2012, han obligado a decenas de miles de ellos a huir a campamentos superpoblados donde viven en condiciones desesperadas.
Algunas personas dijeron que habían sido secuestradas por traficantes en Myanmar o en Bangladesh, mientras que a otras les habían prometido un viaje seguro a Malasia por un precio simbólico, táctica que suelen usar los traficantes que quieren coaccionar a personas para realizar trabajos forzosos.
“Los rohingyas están tan desesperados que seguirán arriesgando la vida en el mar hasta que se aborden las causas de fondo de esta crisis; el gobierno de Myanmar debe poner fin inmediatamente a su persecución de los rohingyas”, declaró Anna Shea.
Condiciones infernales
Los rohingyas eran encerrados en condiciones inhumanas y degradantes durante sus viajes. El hacinamiento en los barcos era extremo, y las personas se veían obligadas a sentarse en posturas muy forzadas, a veces durante meses seguidos. Un hombre que ayudó a rescatar a personas frente a la costa de Aceh, en Indonesia, dijo que el hedor era tan fuerte que los rescatadores no podían subir a bordo.
La comida y el agua escaseaban gravemente, y las raciones solían consistir en una pequeña taza de arroz al día. Muchos de los rohingyas que llegaron a Indonesia estaban escuálidos, tenían dificultades para caminar tras permanecer tanto tiempo en posturas forzadas y sufrían deshidratación, malnutrición, bronquitis y gripe.
Las condiciones en Indonesia
En mayo de 2015, Indonesia, Malasia y Tailandia rechazaron los barcos superpoblados de sus costas e impidieron el desembarco de miles de pasajeros desesperados. Tras las críticas internacionales, Indonesia y Malasia accedieron finalmente a admitir a algunos solicitantes de asilo, con la condición de que los aceptara otros país en mayo de 2016.
Hay que reconocer que Indonesia dedicó recursos a alojar a cientos de personas vulnerables en su provincia de Aceh y trabajó para cubrir sus necesidades básicas en cooperación con la sociedad civil local y las agencias internacionales. No obstante, sigue habiendo preguntas importantes sin respuesta sobre una solución a largo plazo, pues el gobierno no ha aclarado si los refugiados podrán permanecer en el país después de mayo de 2016.
Recomendaciones
“Sin la cooperación entre los gobiernos para combatir la trata de seres humanos, se volverán a cometer abusos graves contra los derechos humanos de algunas de las personas más vulnerables y desesperadas del sureste asiático”, afirmó Anna Shea.
“Los gobiernos deben garantizar que las iniciativas contra los traficantes no ponen en peligro la vida ni los derechos humanos de las personas, como sucedió en mayo de 2015. También deben actuar con rapidez para implementar operaciones de búsqueda y salvamento marítimo.”
Amnistía Internacional pide a los Estados del Sudeste Asiático que actúen ya, sin esperar a que se produzca otro desastre para los derechos humanos en el mar.