Amnistía Internacional pide a todas las partes enfrentadas que detengan de inmediato los bombardeos indiscriminados de zonas civiles en Trípoli y Bengasi, donde, en las últimas semanas, los enfrentamientos se han intensificado hasta convertirse en dos conflictos armados diferentes. Los ataques indiscriminados que causan la muerte o heridas a civiles constituyen crímenes de guerra.
Los intensos combates entre grupos armados rivales y milicias en las dos ciudades han matado a 214 personas y han herido a 981, según el Ministerio de Salud. Además, han causado daños a bienes civiles. Según ha informado el personal médico, entre las personas muertas y heridas había civiles, en especial mujeres, niños y niñas.
“Las partes enfrentadas en Trípoli y Bengasi han mostrado un desprecio injustificado por la seguridad de la población civil, que se ha encontrado despiadadamente atrapada por bombardeos indiscriminados con armas poco precisas que jamás deberían usarse en zonas pobladas”, ha manifestado Philip Luther, director del Programa para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional.
“Todas las partes de estos dos conflictos tienen la obligación absoluta, en virtud del derecho internacional, de no dirigir ataques contra civiles.”
Las partes enfrentadas tienen asimismo la obligación de abstenerse de lanzar ataques que causen un daño desproporcionado a civiles o que no distingan entre civiles y combatientes.
En uno de los sucesos más trágicos, cinco miembros de una misma familia murieron cuando un cohete GRAD impactó en su casa de Sawani, a las afueras de Trípoli, el 31 de julio. Entre los fallecidos se encontraba Na’ima Bahloul al Dawa, embarazada de ocho meses; sufrió heridas de metralla en el abdomen que le provocaron un aborto. Una niña de unos 10 años murió también por heridas en la cabeza. Otros tres miembros de la misma familia, entre ellos un niño de 14 años y una mujer de más de 60, resultaron heridos en ese mismo incidente.
Ha habido varios casos más de civiles que han muerto en sus casas al ser bombardeado su edificio. Uno de ellos es un hombre de 60 años muerto en Qasr Ben Ghashir, Trípoli, el 20 de julio. El día anterior murió también un muchacho, Anas Kamal al Harrabi. En Bengasi se ha informado asimismo de varias muertes de civiles.
Tanto en Trípoli como en Bengasi, el bombardeo indiscriminado de zonas urbanas con morteros, artillería, cohetes GRAD y armas antiaéreas ha sido práctica frecuente. El disparar esas armas poco precisas contra zonas urbanas, de manera que causen la muerte o heridas a civiles, constituye un crimen de guerra. Todas las partes del conflicto deben cesar los ataques indiscriminados y desproporcionados, y las autoridades deben iniciar investigaciones efectivas e independientes sobre todas las denuncias creíbles de crímenes de guerra perpetrados durante estos dos conflictos.
“Los grupos armados que participan en los combates han actuado con una temeridad absoluta respecto a la población civil y sus bienes en las últimas semanas, al lanzar ataques indiscriminados sin prestar apenas atención a las devastadoras consecuencias de esas irresponsables acciones”, ha manifestado Philip Luther.
En Bengasi y sus alrededores, una coalición de grupos armados y milicias islamistas, entre los que se encuentra Ansar al Sharia, recientemente redenominado Consejo Consultivo de Revolucionarios de Bengasi, lleva desde mediados de mayo enfrentada en un conflicto con las fuerzas armadas aliadas del general retirado Khalifa Haftar.
En Trípoli, las milicias rivales de Zintan y Misrata y sus respectivos aliados llevan desde el 13 de julio luchando por el control del Aeropuerto Internacional de Trípoli.
Los bombardeos indiscriminados en zonas urbanas en torno al aeropuerto de la capital han provocado la huida de miles de residentes. Muchos de ellos, incluidos diplomáticos extranjeros y trabajadores de ayuda humanitaria, huyeron a Túnez a través de la frontera. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, unas 30.000 personas, muchas de ellas trabajadores egipcios, cruzaron la frontera con Túnez la semana pasada. Los aeropuertos tanto de Trípoli como de Bengasi se han cerrado a causa de la espiral de violencia.
Daños a edificios e infraestructuras civiles
Además de la creciente cifra de muertes de civiles, los persistentes bombardeos han causado importantes daños en edificios e infraestructuras civiles de Trípoli y Bengasi.
Decenas de edificios de viviendas civiles, así como fábricas, mezquitas y comercios, han sido destruidos o han resultado dañados en las zonas residenciales de Qasr Ben Ghashir, Al Akwakh y Kremiya y a lo largo de la carretera principal al aeropuerto en Trípoli. En Qasr Ben Ghashir se han bombardeado granjas y se ha matado al ganado, según las autoridades locales. Decenas de casas de la zona han sufrido saqueos o vandalismo a manos de bandas de delincuentes, según la información recibida. El saqueo de propiedades privadas durante conflictos armados está prohibido por el derecho internacional.
Los ataques contra las milicias Zintan, encargadas de proteger el Aeropuerto Internacional de Trípoli desde la caída del coronel Gadafi, han causado daños en varios edificios y 20 aviones, según fuentes oficiales. El aeropuerto ha sido blanco de reiterados ataques, algunos de ellos con cohetes GRAD, desde el 13 de julio. Aunque la mayoría de los civiles que viven en las cercanías del aeropuerto dejaron sus casas la primera semana de los combates, otros no han podido marcharse a causa de los bombardeos o de la escasez general de combustible en la ciudad.
Los residentes de Trípoli han denunciado que, a consecuencia del corte de carreteras en el sur de la ciudad, hay escasez de alimentos, leche para bebés y medicinas para el tratamiento de enfermedades crónicas.
Los daños sufridos por la central eléctrica del sur de Bengasi y las principales líneas de tendido eléctrico de Trípoli a causa de los bombardeos también han provocado cortes de energía en las dos ciudades.
Al menos tres centros médicos resultaron dañados durante los combates en Trípoli, y dos almacenes médicos fueron destruidos. También una clínica y un almacén médico de Bengasi quedaron parcialmente destruidos a consecuencia de los bombardeos.
La clínica de Al Afya, el hospital privado más grande de Trípoli, a tan sólo tres kilómetros del Aeropuerto Internacional de Trípoli, resultó dañada por proyectiles y por un cohete GRAD cuando un grupo armado estableció a unos 200 metros de distancia una base desde la que lanzaba ataques contra el aeropuerto. Según ha relatado el personal, en el momento de los bombardeos había en el hospital cientos de personas, entre personal médico, pacientes y visitantes. La clínica permaneció abierta para tratar a los civiles y combatientes heridos de la zona, pero el 17 de julio, tras ser alcanzada por fuego de mortero, se vio obligada a cerrar del todo.
“Deben tomarse todas las medidas para evitar el sufrimiento innecesario de la población civil. Nunca puede justificarse el ataque a un centro médico que proporciona una atención vital”, ha manifestado Philip Luther.