Tortura en México: “Todavía creo que fue una pesadilla”

A Miriam Isaura López Vargas, tras ser torturada y violada por soldados mexicanos, le llevó varias semanas reconstruir lo que le había sucedido.

El 2 de febrero de 2011, esta mujer de 30 años, madre de cuatro hijos, acababa de dejar a tres de sus hijos en la escuela, en la ciudad de Ensenada, norte de México, cuando dos hombres con el rostro cubierto por pasamontañas la obligaron a entrar en una furgoneta blanca y se la llevaron.

En aquellos momento, Miriam no sabía quiénes eran esos hombres, ni que la estaban llevando a un cuartel militar.

Los hombres le vendaron los ojos y le ataron las manos.

“Yo no sabía quiénes eran ni nada y, cuando les pregunté, me pusieron una pistola en la cabeza y me dijeron que me callara porque si no me iban a volar la cabeza”, dijo a Amnistía Internacional.

Luego la llevaron a un cuartel militar en la ciudad de Tijuana, a unos 84 kilómetros de distancia, y la tuvieron allí recluida una semana.

Según afirma, fueron los siete peores días de su vida.

“En ese lugar me torturaron, me pusieron trapos húmedos en la cara y me echaban agua al mismo tiempo. No podía yo respirar. Me dieron toques eléctricos”, explicó.

Según describió Miriam más tarde, los soldados la violaron repetidamente mientras estuvo allí.

Los soldados trataban de obligarla a “confesar” que traficaba con drogas a través de un control militar. Ella niega toda implicación en ese tipo de actividades, y asegura que viajaba, varias veces a la semana, para visitar a su madre, que vive a 45 kilómetros de distancia.

Días de incertidumbreDespués de siete días de tortura, a Miriam la llevaron a un centro de detención preventiva en Ciudad de México.

Aunque los abusos cesaron, describe que cada ruido la hacía sobresaltarse, aterrada por la posibilidad de que sus torturadores hubieran regresado.

“Los primeros días fueron difíciles porque yo no sabía si me iban a seguir golpeando, si me iban a seguir abusando. Nada más escuchaba un ruidito y estaba muy a la defensiva”, dijo.

Miriam pasó 80 días en el centro de detención preventiva, y luego fue acusada de delitos relacionados con las drogas y trasladada a una prisión en Ensenada.

Sólo entonces pudo hablar con su esposo y contarle los abusos a los que había sido sometida.

Su esposo, a su vez, le pasó la información a un abogado de derechos humanos, que se hizo cargo del caso.

“Al principio yo tenía la mente bloqueada, no me acordaba de muchas cosas. Conforme ya fue pasando el tiempo, me fui tal vez relajando un poco, haciendo memoria, tratando de reconstruir todo lo que me habían hecho, entonces ya se lo iba diciendo a él.”

Miriam fue puesta finalmente en libertad el 2 de septiembre de 2011, cuando su caso fue desestimado por falta de pruebas.

Una pesadillaTras presentar sus informes el abogado, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México investigó el caso y concluyó que Miriam había sido torturada. Pero la investigación oficial avanza a paso de tortuga, y los responsables de los abusos a los que fue sometida Miriam no han comparecido ante la justicia.

Según afirma Amnistía Internacional, los casos como el de Miriam son frecuentes en México, donde las autoridades utilizan habitualmente la tortura contra personas que simplemente se ven atrapadas en “el lado equivocado de las operaciones militares contra los grupos criminales”.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México informó recientemente de que, sólo durante 2012, había recibido 1.921 denuncias de violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas armadas y 802 contra agentes de la policía federal.

“Las fuerzas de seguridad de México siguen atacando a personas a las que consideran enemigos, especialmente aquellas de las que creen que tienen vínculos con el narcotráfico, sin poseer necesariamente pruebas reales. Esto ha dado lugar a detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y homicidios ilegítimos”, ha manifestado Rupert Knox, investigador de Amnistía Internacional sobre México.

En la actualidad, Miriam lucha por asimilar lo que le sucedió.

“Todavía creo que fue un mal sueño, una pesadilla. Trato de vivir los días normalmente pero siempre tengo el temor hacia mí, a mi familia, a que les vayan a hacer algo, siempre estoy a la defensiva esperando cuando van a venir a hacerme algo porque nunca esperé que me pasara lo que me pasó, y me pasó”, ha declarado Miriam.