En una escuela de Lisboa (Portugal), al comprobar las dificultades que tenían sus compañeros y compañeras de clase, unas alumnas decidieron hacerse cargo del asunto y ofrecer la ayuda necesaria para potenciar la confianza y mejorar las calificaciones. Hemos hablado con estas dos escolares, ambas llamadas Ana, que nos demuestran cómo mejoran las condiciones de la escuela en general si se concede al alumnado el espacio necesario para hacer realidad los derechos humanos.

“Había estudiantes que tenían situaciones complicadas, tanto en casa como en la escuela, que afectaban a sus resultados escolares. Así que creamos un espacio abierto en el que pudieran hablar sobre sí, y abordar problemas como el acoso escolar, la discriminación y el racismo”, explica Ana Nunes.
Aunque la tarea de motivar al alumnado para que asistiera a clases extraescolares en su tiempo libre, y de involucrarlo y estimularlo, parecía al principio difícil, terminó propiciando un planteamiento con muy buenos resultados. Todos los miércoles por la tarde, las dos Anas convocaban una reunión de una hora con estudiantes para que hablaran de lo que quisieran, estuviera o no directamente relacionado con la escuela. Fue una idea muy eficaz.
“Las calificaciones mejoraron, al igual que el comportamiento en general. Al principio, eran reticentes, pero con el tiempo empezaron a confiar más en nosotras, y también en sí mismos”, relata Ana Nunes.
¿Cuál es la clave de este éxito? Las dos jóvenes ofrecieron un lugar libre de juicios y la autoridad de los adultos, un lugar en el que el alumnado se sentía respetado y escuchado, sin la presión de la escuela. “Nunca vino nadie de la dirección escolar”, afirma Ana Nunes. “La presencia de otra persona en el aula habría perturbado la confianza que fomentábamos.”
Juliana Santos, estudiante de 12 años que asistió a estas sesiones, habla de la necesidad que tenía de un espacio de aprendizaje seguro. “Me gusta la experiencia, porque podemos hablar sobre nuestros problemas sin que nos dé vergüenza, nos sentimos libres de hablar sobre cosas serias”, comenta. “Participamos en juegos que nos hacen pensar y debatir. Hemos aprendido a escucharnos unos a otros y a respetar la opinión de los demás.”

A medida que pasaba el tiempo, estas reuniones semanales se hicieron imprescindibles para los estudiantes que asistían a ellas. “Al principio, los estudiantes nos consideraban ajenas a ellos, y no se sentían cómodos para hablar sobre las razones que les habían llevado allí”, rememora Ana. “Sin embargo, cuando se dieron cuenta de que de verdad queríamos escuchar, se abrieron y nuestras sesiones pasaron a ser importantes para ellos.” Los estudiantes afirman que, cuando por cualquier razón, una sesión se cancelaba, la echaban de menos, y algunos aseguran incluso que iban a la escuela sólo para asistir a esa clase.
François fue uno de los primeros en unirse al grupo: “Los estudiantes más mayores son más comprensivos, entienden nuestra forma de pensar como adolescentes. Entienden mejor nuestras bromas y nuestras dificultades. Nos sentimos más cómodos con los estudiantes mayores, aunque los respetamos”, aclara.
Con esta iniciativa, Ana Nunes y Ana Moura se convirtieron en las primeras personas en aplicar la educación entre iguales en su escuela. Al principio, se apuntaron a la clase cinco estudiantes, y posteriormente se sumaron dos más. Lo que para ellas era tan natural, ayudar a jóvenes estudiantes con dificultades, es uno de los pilares del proyecto Colegios Amigos de los Derechos Humanos de Amnistía Internacional. Según una profesora de la escuela, Marília Santos, esta iniciativa es el resultado de un empoderamiento que se ajusta a los valores de Amnistía Internacional: “lo que plantea Amnistía es llevar a cabo cambios que mejoren el entorno escolar, que es exactamente lo que hicieron esas dos muchachas”, afirma.
La escuela Professor Reynaldo dos Santos viene desde 2013 participando en el proyecto Colegios Amigos de los Derechos Humanos, cuyo objetivo es empoderar a la gente joven y promover la participación activa de toda la comunidad escolar para integrar los valores y principios de valores humanos en todas las áreas de la vida escolar.
Desde que comenzó esta iniciativa espontánea de educación entre iguales, Amnistía Portugal ha profundizado en su trabajo escolar. “En la escuela, siempre ha preocupado la sensibilización sobre la defensa de los derechos humanos, y el trabajo de Amnistía ha servido para reforzarla”, concluye Ana. Este año, Amnistía Portugal está formando a multiplicadores en acoso escolar y discriminación, para que transmitan esos conocimientos y competencias al restante alumnado y al profesorado de las escuelas.
