Terminar con la violencia en el hogar es un deber de toda la comunidad – las mujeres y hombres de Harare, Zimbabue están utilizando el teatro para reclamar su derecho a vivir libres de violencia doméstica.
Hazel tiene 28 años. Vive en el asentamiento de Hopley Farm en la capital Harare, con sus tres hijos, en un área caracterizada por un alto desempleo y problemas sociales y urbanísticos.
Hazel (cuyo nombre ha sido modificado) se puso a llorar cuando supo que la violencia doméstica es castigada por ley de Zimbabue. “No tengo una vida normal”, explica, ya que su marido abusabafísicamente de ella y de sus hijos a diario.
Vongai Chikwanda, ex-coordinador de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Zimbabue, explica que la violencia de género es un gran problema en el asentamiento. Los hombres pagan tradicionalmente una dote, que se conoce como lobola, y sienten que eso les da derecho a «castigar» a sus mujeres siempre que hagan algo que no les guste. En Zimbabue, la violencia doméstica se castiga por ley pero normalmente no se denuncia, ya que se considera un asunto privado que se trata en los consejos familiares.
“Es importante educar a las mujeres para que defiendan sus derechos humanos, y para que a su vez puedan educar a las mujeres de sus comunidades para que reclamen sus derechos y terminen con la violencia doméstica en sus hogares”, afirma Vongai.
Hazel se sintió tan empoderada e inspirada por debates y las obras de teatro que decidió vivir una vida libre de violencia…y se ha convertido en activista
Vongai Chikwanda, ex-coordinador de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Zimbabue
Mediante el teatro el mensaje llega a un público más amplio, dirigiéndose a toda la comunidad de una manera entretenida y comprometida. Las técnicas participativas que se introducen en las obras de teatro atraen al público a la escena, dándoles la oportunidad de actuar junto a los actores o de sugerir cómo modificar las escenas.
“El teatro atrae a personas de diferentes clases sociales y niveles educativos y es una forma sutil de hablar de temas de los que no se suele hablar», dice Vongai.

El público participa tanto de forma colectiva e individual en el debate y puede reflexionar sobre sus derechos mediante un juego de rol que permite que imaginen cómo los cambios en sus actitudes pueden cambiar radicalmente sus vidas en el día a día.
Amnistía trabajó con el grupo local de teatro «Todas Las Generaciones» y entrenó a 28 mujeres de seis zonas diferentes del asentamiento Hopley Farm sobre la violencia de género y los derechos de las mujeres. Estas mujeres participaron en el entrenamiento para convertirse en defensoras de los derechos humanos y romper el tabú que impide a la gente hablar de la violencia doméstica. Posteriormente, organizaron teatros comunitarios y diálogos con debates abiertos tanto con hombres como con mujeres sobre la violencia doméstica. Miembros de la policía, la unidad de ayuda de víctimas, también asistieron y explicaron los pasos que hay que tomar cuando se sufre violencia doméstica en los hogares.
En un debate de la comunidad Hazel reunió el coraje para hablar abiertamente sobre la realidad de su propia vida: los abusos diarios de su marido y su miedo constante. La unidad de ayuda de víctimas le ofreció su número de teléfono y le aseguraron que podía llamarles siempre que se sintiera amenazada. Al principio, su marido siguió maltratándola y ella llamó a la policía. Su marido fue detenido y amonestado numerosas veces y Hazel afirma que actualmente ha dejado de atacarla.

“Hazel se sintió tan empoderada e inspirada por debates y las obras de teatro que decidió vivir una vida libre de violencia», informa Vongai, «como resultado de ello, se ha convertido en activista y ha empezado a educar a otras mujeres para que se defiendan y terminen con la violencia doméstica en sus hogares».
Otras mujeres del asentamiento han experimentado historias similares, Daya (cuyo nombre ha sido modificado) sufría maltrato físico y económico, ya que su marido se negaba a darle dinero para comprar comida o dejarla trabajar y la maltrataba diariamente. Daya asistió a una sesión de debate en Junio y tras varios ataques violentos por parte de su marido, pidió ayuda y llamó a las mujeres entrenadas por Amnistía.
Ellas le animaron a llamar a la policía para que interviniese, y marido y esposa participaron en varias sesiones de terapia sobre las implicaciones del maltrato físico. Según Daya, su marido ahora le permite trabajar y ha dejado de maltratarla. Ella tiene el poder de conocer sus derechos legales y se dedica a educar a otras mujeres en el mercado en el que trabaja.

“A través del teatro comunitario o interactivo se ha demostrado que se puede influenciar a la gente para promover el cambio social y concienciar sobre las difíciles condiciones sociales en Hopley. Ha ayudado a mantener el activismo por los derechos humanos. El impacto de los diálogos comunitarios y las obras de teatro ha sido muy positivo y muchas mujeres de la comunidad Hopley Farm han expresado su alegría con respecto a esta iniciativa» afirma Vongai, añadiendo que los líderes locales también apoyan el trabajo. Otro resultado del compromiso de la comunidad en su totalidad es que Amnistía Zimbabue ya no necesita el permiso de la policía para organizar las obras de teatro en estas comunidades locales.
