Este año, Jewher Ilham no verá a su padre en el Día del Padre, el intelectual uigur Ilham Tohti. De hecho, lleva sin verlo desde 2013, cuando fue detenido por las autoridades chinas y más tarde condenado a prisión por cargos infundados de “separatismo”. Aquí, Jewher, que lleva haciendo campaña incansablemente por la liberación de su padre y contra la represión de la población uigur en su tierra natal del oeste de China, rememora algunos de sus recuerdos más preciados de su padre.
Un pasillo iluminado por la ópera
Cuando era muy pequeña, vivíamos en un edificio de apartamentos en el campus de la Universidad de Minzu, en Pekín. Las luces del pasillo se activaban con el sonido, así que tenías que dar palmas o hacer ruido para encenderlas. Nuestra casa estaba en un extremo y, en lugar de dar palmas o golpear con los pies, mi padre y yo cantábamos ópera juntos mientras recorríamos el pasillo. Se convirtió en nuestra pequeña tradición. Todas las personas del edificio sabían que llegábamos a casa. Mi padre tenía una voz hermosa. Mantuvimos esa tradición durante muchos años.
Incluso ahora, a veces canto ópera en mi casa, y mi marido se une a mí. Al principio él no conocía la historia, pero ahora lo hace a propósito para hacerme sonreír.
Matrimonio, amor, añoranza
Mi esposo y yo nos casamos hace poco. Ha prestado un apoyo increíble a mi activismo y tengo muy buena relación con su familia, pero apenas hay relación entre él y mi familia.
A veces me pongo un poco celosa cuando le veo escribir despreocupadamente en un chat de grupo familiar o planear visitas familiares para las vacaciones. Es algo que yo nunca he tenido a causa de la larga alteración provocada por las acciones del gobierno chino contra mi familia.
La última vez que vi a mi padre fue el 2 de febrero de 2013 en el Aeropuerto Internacional de Pekín. Se suponía que iba a viajar a Estados Unidos para visitar a un colega, y yo iba con él durante mis vacaciones de invierno. Pero le interceptaron en el aeropuerto de Pekín. Los de aduanas me dejaron marchar porque era una adolescente y al parecer no constituía una amenaza. Sin embargo, dieron el alto a mi padre, conocido internacionalmente por su activismo y su investigación. Él me dijo que subiera al avión, que esa podría ser mi última oportunidad de salir del país. Yo no tomé el vuelo, no habría podido marcharme, igual que no puede el resto de mi familia en la región uigur.
Laghman y polo
Otro recuerdo que destaca de mi padre es la primera vez que “cociné” para él. Ni siquiera cociné, sólo hice una ensalada. Estaba tan orgulloso… alardeó de ello al menos ante 10 personas. Yo estaba avergonzada, porque el supuesto “plato” no requería el menor conocimiento de cocina. Él me decía: “No puedo esperar al día que mi hija me sepa hacer laghman y polo”, dos platos típicos de la cocina uigur. El laghman es un plato de fideos, y el polo es un plato de arroz; eran sus favoritos. Más tarde aprendí a cocinar. Quería poder cocinar para él algún día.
Un alma generosa, atenta y valiente
Si tuviera que describir a mi padre, lo primero que diría es que es increíblemente generoso. Siempre pone a los demás por delante. Si tenía 100 yuanes (la moneda china), se gastaba 90 en ayudar a gente que lo necesitaba, utilizaba otros nueve para comprarme un helado, y se quedaba sólo un yuan para su billete de autobús. Así es él.
También es valiente. Empezó con su activismo en la década de 1990, escribiendo sobre historia, política y economía uigur. Tenía una visión y se mantenía firme en ella, incluso cuando se enfrentaba a amenazas y sobornos. Una vez me pidió disculpas por “arruinarme” la vida. Pero no me la arruinó: con sus acciones me enseñó cómo ser un buen ser humano. Cómo ser coherente, sincera, generosa y valiente.
Recuerdo que, antes de que lo detuvieran, decía: “Dirígete a personas de todo el mundo. A la mayoría no las conoceremos nunca, ni tú ni yo, pero te ayudarán, son amigas nuestras». También me dijo: “No odies a China. No dejes que el odio te consuma. Mantente firme y nunca dejes de luchar por tus derechos”.
Cada carta puede traer un cambio
He aprendido a sacar fuerza de las pequeñas victorias. Al principio de mi activismo quería obtener grandes victorias, y rápidas. Pero pronto me di cuenta de que a menudo eso no es factible ni sostenible. Ahora, incluso las noticias más nimias —como que alguien recupere el contacto con su familia— me parecen importantes. Me enseño a mí misma esas victorias y confío en que algún día yo también las viviré.
He aprendido que no siempre veo resultados inmediatos, pero cada carta, cada firma, puede traer un cambio. Aunque a una prisión sólo lleguen 10 cartas, pueden hacer que un guardia se lo piense dos veces. Algunas personas que han estado presas por motivos políticos nos han dicho que su trato mejoró cuando se intensificó la presión internacional. Mantener a mi padre vivo es el primer paso para conseguir su libertad.
Mi mensaje para los miles de personas que han firmado la petición para la liberación de mi padre es: por favor, no subestimen su propio poder. Una carta a lo mejor se escribe en un minuto, pero su impacto dura años. Por favor, nunca se autocensuren. No se silencien ustedes mismas antes de que lo hagan los regímenes autoritarios. Su voz cuenta.
Conceptos erróneos acerca del pueblo uigur
La gente a menudo cree que el pueblo uigur procede de una región pequeña, remota y pobre que no tiene ninguna importancia. En mi opinión, es un concepto erróneo habitual. Se trata de una región que el Estado chino denomina “Región Autónoma Uigur de Xinjiang”, o “Xinjiang”. La región uigur —que es como prefiero llamarla en mi trabajo— ocupa una sexta parte del territorio de China y alberga enormes reservas de energía, minerales, algodón, polisilicio y otros recursos. En ella, y en el resto del mundo, viven unos 15 millones de uigures, la mayoría gente trabajadora, inteligente, multilingüe, amable y hospitalaria. La discriminación sistémica y la opresión que sufre la comunidad uigur, mayoritariamente musulmana, no es sólo una cuestión religiosa. Sí, profesar la fe musulmana en China influye en que seamos objetivo del gobierno chino, pero la raíz de la cuestión está en que al pueblo uigur se le ve como un grupo diferenciado con influencia potencial y muy aferrado a su patria, con todos sus recursos. Al gobierno chino le encantaría explotar esta tierra con su abundancia de recursos naturales. Por eso ataca a cualquiera que pueda ofrecer una cosmovisión diferente: uigures, sí, pero también tibetanos, cristianos, mongoles, o activistas de Hong Kong. Es una cuestión de control.
Mis esperanzas para el futuro
No he tenido noticias de mi padre desde 2017. No se permiten las visitas familiares. No sé si mi padre sigue vivo. Todos los días rezo por su bienestar y su salud. Espero que todas las personas uigures puedan ser realmente libres: física y mentalmente. Muchas están fuera de prisión, pero siguen viviendo con temor. Confío en un futuro en el que nadie tenga miedo de telefonear a su casa, hablar su lengua o ir a su casa cuando lo desee.
No veo el momento de que todos los uigures sean libres, que cientos de miles de familias uigures se reúnan. No veo el momento de que mi padre se siente en nuestra sala sonriendo y diga: “Balam [mi niña], me gustaría comer polo”, y yo pueda decirle en persona : “Makul, Dada! (Sí, papá)”.