Obligada a dar sus huellas dactilares: la historia de Mariam

Mariam, sudanesa de 23 años, entrevistada en julio de 2016

Desde Egipto, viajé en barco hasta Italia, con mi hijo de cuatro años y mi hija de dos años y unas 400 personas más. Llegamos el 6 de junio, no sé adonde. En el puerto, la Cruz Roja nos preguntó si necesitábamos asistencia médica. Estoy embarazada y durante el viaje había sangrado, de modo que lo dije.

Subimos a unos autobuses y nos llevaron de inmediato a un centro rodeado con vallas, donde nos preguntaron nuestro nombre, apellido, fecha de nacimiento y nacionalidad. No nos hicieron más preguntas, ni dijeron nada sobre asilo, ni me dieron ninguna documentación. Sólo nos pidieron que diéramos nuestras huellas dactilares “por razones de seguridad”, así que se las dí sin ningún problema.

Entonces, hacia las nueve de la noche, nos fuimos otra vez en los autobuses y, hacia las seis de la mañana del día siguiente, llegamos a otro centro. Yo seguía sangrando. En el centro en Vibo Valentia nos preguntaron quién quería dar sus huellas dactilares para presentar una solicitud de asilo. Algunas personas se negaron. Yo no quería solicitar asilo en Italia, así que nos ordenaron que nos fuéramos.

Estaba lloviendo mientras caminaba hacia la estación de trenes con mi hijo y mi hija. La estación estaba sólo a 10 minutos, pero mi hijo y mi hija estaban empapados y en condiciones deplorables, así que volví al centro. Yo seguía sangrado y necesitaba ayuda.

Cuando llegué había un policía de uniforme y un intérprete que hablaba Árabe con acento marroquí. Me dijeron que si no daba mis huellas dactilares no podíamos entrar. Así que se las dí. Lo hice por mi hijo y por mi hija, porque fuera estaba lloviendo y estaban empapados. Me preguntaron otra vez las mismas preguntas: nombre, apellido, nacionalidad, edad y lugar de partida. No hicieron más preguntas.

Me pidieron que me sacara el velo y me hicieron una foto y me tomaron las huellas dactilares: cada dedo de la mano, en ambas manos. También me preguntaron los datos de mi hijo y de mi hija, pero a ellos no les hicieron fotos ni les tomaron las huellas dactilares. Nos dieron una pulsera con nuestros datos y con la que podíamos salir del centro.

Sólo entonces llamaron a una ambulancia para llevarme al hospital. Esperé allí todo el día, desde las ocho de la mañana hasta la medianoche. Intenté hablar con varios médicos y médicas, pero no había ningún intérprete y como nadie me entendía nadie me visitó. Estaba preocupada por mi hijo y mi hija, que se habían quedado en el centro.

Por suerte, pasó una persona que hablaba árabe y que me ayudó a explicarme. Así que desde el centro enviaron un automóvil para que me recogiera. Al día siguiente volví al hospital, esta vez acompañada por un intérprete, y me dieron medicamentos. Me explicaron que las pérdidas se debían a que había viajado en una postura muy incómoda y que el bebé estaba vivo sólo porque había informado pronto del problema.

Nota: Amnistía Internacional ha transcrito estos testimonios orales recogidos en Italia.