En 2015, la crisis global de refugiados pasó a estar en primer plano en Europa como nunca antes.
Desarraigados por la persecución y los antiguos y nuevos conflictos, miles de hombres, mujeres, niños y niñas recurrieron a Europa como lugar seguro.
Transcurrido un año –tras el cierre sucesivo de fronteras–, las imágenes de miles de personas caminando penosamente por los Balcanes han desaparecido. Sin embargo, la crisis humanitaria no lo ha hecho. Casi 60.000 personas refugiadas y migrantes están atrapadas en Grecia, la mayoría de ellas en condiciones atroces.
El resultado es un sufrimiento inmenso y evitable.
Vivíamos de la esperanza, pero la esperanza ha desaparecido.
Kurtey desde Irak
Atrapados en Grecia
Almacén de personas refugiadas
Más de 47.000 personas refugiadas y migrantes, entre ellas jóvenes, ancianos y ancianas, personas con problemas graves de salud o discapacidad y mujeres embarazadas, están atrapadas en territorio continental de Grecia.
Viven en condiciones atroces, durmiendo en el suelo durante meses. El día a día de muchas de ellas está marcado por una constante inseguridad, incluso para conseguir suficiente comida.
Otras 13.100 personas llegaron a las islas griegas tras la aplicación en marzo de 2016 del acuerdo migratorio entre la Unión Europea (UE) y Turquía. Están atrapadas en campos superpoblados y viven en condiciones espantosas mientras esperan las decisiones sobre sus solicitudes de asilo.
No hay un sistema eficaz de identificación de las personas vulnerables, tales como mujeres embarazadas, ancianos y ancianas, víctimas de la tortura, personas con discapacidad o menores no acompañados, y muchas de ellas no están recibiendo los servicios especializados que necesitan, lo que aumenta aún más su situación de riesgo.
Las atroces condiciones y la incertidumbre sobre el futuro alimentan las tensiones que han estallado con violencia en algunos campos. La seguridad es especialmente preocupante para las mujeres y las niñas, debido al escaso alumbrado, la falta de aseos y duchas separadas que se puedan utilizar con seguridad, y la carencia de mecanismos para denunciar el acoso o proteger a las víctimas.
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Recomendaciones
Los gobiernos europeos deben aplicar sin dilación las siguientes medidas:
- Aumentar el número de plazas de reubicación ofrecidas, de forma acorde con las actuales necesidades de Grecia, aceptar las solicitudes de reubicación y ampliar el alcance del programa para incluir a todas las personas solicitantes de asilo.
- Establecer procedimientos de reagrupación familiar accesibles, públicos y agilizados para que las personas atrapadas en Grecia se reúnan rápidamente con los familiares cercanos que tengan en otros países europeos.
- Dar acceso, por ejemplo mediante visados por razones humanitarias, a solicitantes de asilo que necesiten atención especial con urgencia.
Mejorar el sistema de asilo y de acogida en Grecia –y garantizar el acceso a la protección efectiva– es una tarea necesaria que corresponde a las autoridades griegas.
- Con el apoyo de la UE, Grecia debe proporcionar urgentemente alojamiento adecuado. Esto incluye la atención médica y especializada que se requiera, instalaciones de saneamiento separadas para hombres y mujeres, y garantizar la seguridad de las personas refugiadas mediante un acceso efectivo a la justicia.
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Incumplimiento de los compromisos de reubicación
Expresa tu solidaridad con las personas refugiadas
El sufrimiento –y la resiliencia– de estas personas han motivado a miles de personas en Grecia y otros lugares. En todo el continente, la población ha abierto sus brazos, incluso sus hogares, y ha expresado su solidaridad con algunas de las personas más vulnerables del mundo.
Durante la visita que Amnistía Internacional realizó a Grecia en julio de 2016 conocimos a Alan y Gyan, a Basel y a un grupo de mujeres yazidíes que se llamaban Kurtey, Ghazal, Karmey, Beshey y Noorey.
Lee sus historias y envía un mensaje de apoyo por correo electrónico.
Amnistía entregará estos mensajes a Grecia para que sepan que hay personas en todo el mundo que están a su lado y dicen “Te doy la bienvenida”.
El caso de Alan y Gyan
“A la gente de Europa que desea dar la bienvenida a los refugiados, quiero decirle: gracias.”
Alan, de 30 años, y su hermana Gyan, de 28, son kurdos de Siria. Ambos padecen una afección que causa degeneración muscular y utilizan silla de ruedas.
Después de atravesar a caballo las montañas en dirección a Turquía, llegaron a Grecia en 2016 con su madre y otros dos hermanos; tenían la esperanza de alcanzar Alemania, donde su padre y una hermana menor vivían desde 2015. Sin embargo, la frontera norte con Macedonia ya estaba cerrada en la práctica para las personas refugiadas.
Alan nos dijo: “Ni personas con discapacidad, ni mujeres embarazadas… nadie podía cruzar. En ese momento se rompieron todos mis sueños”.
El caso de Basel
Basel Tabarnen, barbero sirio, tiene 45 años y vive en el campo de Nea Kavala, en el norte de Grecia.
Tiene dos hijos y cuatro hijas. El menor, que aparece en la foto, tenía sólo 11 días y había nacido en el campo. Basel quiere que lo reubiquen en Suecia, donde vive su hija.
“Es una vida terrible. Somos personas, no podemos vivir como animales. Soy un ser humano, tengo sentimientos.” – Basel
El grupo de mujeres yazidíes
Kurtey, Ghazal, Karmey, Beshey y Noorey se vieron obligadas a marcharse de Irak en agosto de 2014, cuando el autodenominado Estado Islámico barrió el norte del país en una campaña sistemática de limpieza étnica.
No se sentían seguras en el campo de Nea Kavala y formaron un círculo de protección para cuidarse entre ellas. “No utilizamos las duchas; hemos construido un hamam [baño tradicional] junto a nuestras tiendas.”
Más tarde se trasladaron a otro campo, pero tenían un mensaje claro para los gobiernos europeos:
“Necesitamos que nos escuchen… Sáquennos de Grecia.”