El presidente de Myanmar quiere que el mundo crea que su país ha cambiado, que todas las personas pueden expresar sus opiniones políticas sin miedo a lo que les ocurra.
Que hay libertad de prensa. Que el país está en el camino de las reformas tras decenios de régimen militar. El mundo elogia los esfuerzos del presidente y al país acuden numerosos dignatarios extranjeros.
Pero, en el mundo real, la vida en Myanmar no es el cuento de hadas que nos quieren hacer creer. Las autoridades hostigan y detienen a personas que critican al gobierno: a periodistas por publicar artículos, a líderes estudiantiles por organizar marchas, a dirigentes comunitarios por defender los derechos humanos, a abogados por promover la justicia en los tribunales y a sindicalistas por hacer huelga en defensa de los derechos de los trabajadores. Nadie puede hablar públicamente con garantías.
Myanmar no es el cuento de hadas que nos quieren hacer creer.
Amnistía Internacional
Un capítulo muy breve
Durante casi medio siglo, Myanmar fue gobernada por una junta militar, de triste fama por encarcelar a muchísimas personas que osaron criticar al gobierno. En 2011, después de las tan esperadas elecciones, Thein Sein llegó a la presidencia y empezó a cambiar las cosas, o eso parecía. Se relajó la censura de los medios de comunicación y, siempre que se siguieran ciertas normas, se permitían las protestas pacíficas. Quedaron en libertad cientos de personas que habían sido detenidas meramente por sus convicciones políticas. Daba la impresión de que se abría un nuevo capítulo en la historia de Myanmar.
Pero fue muy breve. A medida que se acercan las elecciones del 8 de noviembre, las autoridades están recayendo en los viejos hábitos: hostigan y detienen a activistas pacíficos que simplemente discrepan o son críticos con el gobierno.
En prisión por opinar
Prisión y mordaza
Phyoe Phyoe Aung, líder estudiantil de 27 años, se enfrenta a más de nueve años de cárcel. ¿Su delito? Ayudar a organizar marchas a principios de 2015 en protesta contra una nueva ley que en su opinión –y en la de otros muchos estudiantes– limita la libertad académica.
Quiero tener la oportunidad de contribuir como buena ciudadana de la forma que pueda, ya sea para construir la nación, para transformar el país o para revolucionar el sistema.
Phyoe Phyoe Aung
Htin Lin Oo, escritor y ex portavoz de la Liga Nacional para la Democracia, cumple una condena de dos años de prisión con trabajos forzados por injurias a la religión. ¿Su delito? Pronunciar un discurso en un acto literario celebrado en octubre de 2014 en el que criticó la instrumentalización del budismo para fomentar la discriminación y alimentar los prejuicios.
Tint San, director ejecutivo, y cuatro periodistas –Lu Maw Naing, Yarzar Oo, Paing Thet Kyaw y Sithu Soe– (los “Cinco de Unity”) cumplen sendas condenas de siete años de cárcel por divulgar secretos del Estado, entrar sin autorización en propiedad ajena y tomar fotografías de una zona de acceso restringido. ¿Su delito? Publicar un artículo en el que se afirmaba que había una fábrica secreta de armas químicas en una región del centro de Myanmar.
Todas esas iniciativas van mucho más allá de lo que podía imaginar. La envergadura de la campaña y los cientos de cartas que recibimos mi familia y yo me emocionaron mucho y me dieron una lección de humildad.
Doctor Tun Aung
Puedes hacer que las cosas cambien
Las elecciones son una buena ocasión para apremiar a las autoridades a que liberen a personas recluidas simplemente por expresar sus opiniones. Y nos consta que los mensajes en los medios sociales, las peticiones de firmas y las cartas aportan muchísimo.
Este año, activistas de todo el mundo celebraron la liberación del doctor y líder comunitario Tun Aung. Había sido encarcelado en 2012 y cumplía una condena de 17 años de prisión tras intentar apaciguar a una multitud durante unos disturbios ocurridos en Myanmar. Su liberación vino precedida por más de dos años en los que simpatizantes de Amnistía Internacional ejercieron presión, por ejemplo, durante la campaña anual “Escribe por los derechos” de la organización. La Comisión Nacional de Derechos Humanos de Myanmar afirmó que nuestras cartas la impulsaron a investigar más exhaustivamente el caso del doctor Tun Aung.
Esto es la vida real, no un cuento de hadas
Ávido de ganarse la aprobación en el extranjero, el presidente Thein Sein quiere hacernos creer que no se detiene a nadie por ejercer pacíficamente sus derechos. Sabe que la comunidad internacional observa de cerca las elecciones que tendrán lugar próximamente, pues ve en ellas la prueba de si Myanmar respeta de verdad los derechos humanos. El trato que Thein Sein dispense a las personas que expresan pacíficamente sus opiniones (presos de conciencia) es la prueba de fuego por la que se juzgará su mandato.