Los atentados de París del 13 de noviembre de 2015 conmocionaron a personas de todas clases, con independencia de su religión y su procedencia. Lamentablemente, también provocaron una reacción en contra de las personas refugiadas, incluidas las que huyen de las atrocidades del grupo conocido como Estado Islámico.
Ahora más que nunca debemos solidarizarnos con quienquiera que haya sido víctima de la violencia y la guerra, incluidas las personas refugiadas. Sellar la fronteras de Europa no es la respuesta.
Los gobiernos de la UE se están gastando ya millones en vallas, sistemas de vigilancia de alta tecnología y guardias de fronteras. Como muestra un nuevo trabajo de investigación de Amnistía Internacional, esta estrategia sencillamente no da resultado: mientras que en 2014 entraron en la 280.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo, el año pasado llegaron por mar 1.008.616.
Las fronteras fortificadas de Europa están poniendo en grave peligro a algunas de las personas más vulnerables del mundo y generando una situación de emergencia humanitaria. A lo largo de las vallas de la Fortaleza Europa están quedando atrapadas miles de personas, que ven obligadas a seguir caminando durante semanas y meses, durmiendo a la intemperie a pesar del frío.
Y la gente seguirá huyendo mientras existan conflictos devastadores y regímenes brutales como los de Siria, Afganistán e Irak. Los demás países, incluidos los de la UE, tienen el deber de protegerlas y no dejar que gane el miedo.
Hemos visto violencia suficiente para saber que la respuesta no es el miedo.
Amnistía Internacional

Miedo y vallas
Nada menos que el 90 por ciento de las personas que están llegando a Europa este año ponen en peligro su vida haciéndolo por mar. Se enfrentan a las mortales olas por una razón: son la única frontera que se puede aún cruzar sin documentos para viajar válidos.
Todos los días aparecen nuevos titulares sobre personas refugiadas ahogadas en el mar al intentar llegar a islas griegas como Lesbos y Kos. A finales de 2015 habían tomado esta ruta 851.319 personas. El motivo es que la frontera terrestre de Grecia con Turquía –país que acoge ya a más de 2,2 millones de personas refugiadas de Siria– está cerrada casi por completo. Como lo está también la frontera de Turquía con Bulgaria, más al norte.
Junto con las vallas fronterizas recién levantadas en Hungría, estas fronteras cerradas son las muestras más recientes de una tendencia europea que se inició en España hace 20 años: obligar a la gente a dar media vuelta en vez de atender sus peticiones de asilo, y levantar altas vallas de alambre de cuchillas cada vez más afiladas, para que quienquiera que, al límite ya de la desesperación, intente escalarlas se corte los pies.
Amnistía y otras organizaciones llevan años dando la voz de alarma para advertir de este camino al desastre, un desastre provocado por el hombre. Y desde el comienzo de 2015 está estallando finalmente la crisis.

Horrible bienvenida a Grecia
Mientras los europeos preparaban sus vacaciones estivales, advertimos de la espantosa situación de las personas que solicitaban asilo, llegadas por mar de Turquía a las islas griegas de Lesbos y Kos. Las autoridades locales no querían o no podían atender necesidades básicas como la comida, el agua, el saneamiento o la vivienda.
Los habitantes de las zonas receptoras hacían cuanto podían para ayudar a los millares de recién llegados, a pesar de que la tensión iba en aumento. Pero era evidente que el gobierno griego no podía afrontar tal afluencia y que sus vecinos de la UE sí podían hacer mucho más para ayudar.
No fue hasta el 2 septiembre, cuando apareció la fotografía de un niño de Siria de tres años, Alan Kurdi, ahogado en una playa turca, que el deterioro de la situación recibió la atención de todo el mundo.
La crisis mundial de refugiados en imágenes

Primeras señales de advertencia en los Balcanes
Ya en julio informamos de que las personas refugiadas y migrantes estaban tomando peligrosas rutas para llegar al norte de Europa a través de los Balcanes, pasando por la ex República Yugoslava de Macedonia en dirección a Serbia y Hungría.
El mundo vio incrédulo cómo, en la frontera de Macedonia con Grecia, la policía antidisturbios utilizaba granadas aturdidoras para impedir el paso a los refugiados que se dirigían a Serbia. El 21 de agosto, la frontera estaba ya cerrada y se habían traído refuerzos militares.
Entrevistamos a muchas personas, incluidas familias con niños de Siria, que llevaban días o semanas caminando, sólo para acabar atrapadas en tierra de nadie, incapaces de cruzar las fronteras legalmente, solicitar asilo e incluso conseguir alimentos o encontrar un lugar donde dormir.