Arte callejero que cuestiona el orden establecido en cuanto al género y la sexualidad

La artista callejera francesa Kashink ha creado murales con jóvenes para cuestionar actitudes sobre el cuerpo femenino en apoyo a la campaña Mi cuerpo mis derechos. En esta entrada de blog nos explica los orígenes de su activismo.

Empecé con pegatinas cuando me mudé a París en 1998. Me crié en la banlieue —el extrarradio de París— y estaba familiarizada con el grafiti. Pero hasta 2006 no empecé a pintar muros grandes.

Al principio, no tenía la expectativa de cambiar las cosas. Lo único que quería era pintar. Luego me di cuenta de que también podía transmitir mensajes. Pensaba que en la representación de los géneros, por ejemplo, había un cierto conservadurismo, y quería mostrar otra perspectiva.

Mi activismo gira en torno a la celebración de la diversidad humana. Cuando empecé “50 tartas de gay” [hace dos años, la situación en Francia daba miedo. La gente dedicaba mucha energía a protestar para que otras personas no tuvieran derechos. No sé si el hecho de pintar más de 300 tartas nupciales gays en nueve países cambió realmente la forma de pensar de la gente, pero al menos conseguí un montón de apoyo para ese proyecto.

Kashink, con su bigote descabellado, pinta su primer mural para Amnistía. “KASHINK es una palabra onomatopéyica tomada de un cómic”, dice. “Cuando era adolescente solía leer cómics de la Marvel que me prestaban mis amigos, y recuerdo que leí esta palabra y me gustó su sonido y su grafía. Empecé a usarla antes incluso de pintar muros.” ©Charles Devoyer
Kashink, con su bigote descabellado, pinta su primer mural para Amnistía. “KASHINK es una palabra onomatopéyica tomada de un cómic”, dice. “Cuando era adolescente solía leer cómics de la Marvel que me prestaban mis amigos, y recuerdo que leí esta palabra y me gustó su sonido y su grafía. Empecé a usarla antes incluso de pintar muros.” ©Charles Devoyer

¿Qué significa ser mujer?

El hecho de ser mujer lleva aparejada la posibilidad de encontrarnos en situaciones en las que nuestro cuerpo —su interior y su exterior— está en juego. Es una locura que algunos de nuestros derechos sexuales y reproductivos aún sigan siendo tabú, de un modo y otro.

“Se supone” que las mujeres “no” tenemos bigote. Me parece interesante ver el impacto que pueden llegar a tener dos simples líneas. Al principio empecé haciéndolo por diversión. Pero llegó un momento en que decidí llevarlo a diario. Fue hace casi dos años. Me gusta cuestionar las tradiciones del maquillaje femenino en nuestra sociedad, que acepta que las mujeres llevemos dos líneas simétricas sobre los ojos, pero no acepta que llevemos esas mismas líneas en otra parte de la cara. Creo que corresponde a los artistas cuestionar esos códigos sociales absurdos.

El primer mural de Kashink para Amnistía

Mi idea era usar cuadros clásicos que conoce todo el mundo, como La gran odalisca de Ingres. Recuerdo que la vi de niña en el Louvre. La persona que estaba a mi lado comentó que Ingres le había añadido algunas vértebras para que la espalda pareciera más larga y más bonita. La piel también tiene un aspecto particularmente terso, impecable.

Me interesa trabajar con imágenes que implican este tipo de modificaciones del cuerpo. Las técnicas de Ingres son, en cierto modo, similares a Photoshop. La idea de modificar el personaje, confiriéndole un aspecto más voluminoso y añadiéndole ese motivo moteado en la piel y un aspecto de género confuso, también me parecía divertida.

Kashink trabajando en el segundo mural para Amnistía. ©Charles Devoyer
Kashink trabajando en el segundo mural para Amnistía. ©Charles Devoyer

Me gusta sentarme en lugares públicos, como la terraza de una cafetería, y observar lo que hace la gente, verla interactuar. La gente me inspira. Soy una humanista: me interesan las experiencias de las personas, cómo eran de niñas, cómo viven ahora. Me conmueve la gente que intenta hacerlo lo mejor que puede.

Lo más importante es abrazar la idea de que todo el mundo debe tener libertad para tomar sus propias decisiones en la vida y celebrar la humanidad en la belleza de su diversidad.

No todas las personas tienen la posibilidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sus vidas. En Burkina Faso, a las mujeres y las niñas se les impide con demasiada frecuencia obtener anticonceptivos que les cambiarían, y a veces les salvarían, la vida. Firma nuestra petición pidiendo a las autoridades que cambien esta situación.

En la edición de julio-septiembre de MIRADAS se publicó una versión de esta entrada de blog.