El embarazo se interrumpió, pero Irlanda le negó el aborto

Lupe necesitaba un aborto. Pero vivía en Irlanda, donde el aborto está prohibido salvo que corra peligro la vida de la madre. Lupe decidió no arriesgar su vida. Esta es su historia.

Desde el principio, Lupe* –originaria de España– supo que algo iba mal. Incluso cuando su médico la felicitaba por su embarazo, ella no estaba del todo convencida.

Al cumplirse 11 semanas, comenzó a sangrar. “Fui a mi médico de familia”, dice. “Lo intentó, pero no pudo oír los latidos del bebé.”

El doctor remitió a Lupe al hospital, diciendo que debían hacerle una exploración inmediatamente. De hecho, no se le hizo una exploración vaginal completa en semanas.

Ante las demoras y preocupada por lo que estaba ocurriendo, Lupe se pagó una exploración en una clínica privada. Para entonces estaba embarazada de casi 13 semanas.

Lo intentó, pero no pudo oír los latidos del bebé.

Lupe

Sin latidos, sin vida

La noticia que recibió confirmó sus peores temores. “No había vida. No había latidos”, dice.

Incluso con esta exploración, a Lupe no le dispensaron tratamiento alguno para eliminar lo que quedaba en su útero. En cambio, le dijeron que necesitaba otra exploración, lo que demoró aún más las cosas.

“Por fin hicieron la exploración vaginal”, recuerda. “Vimos el embrión perfectamente. Era un minúsculo embrión de 3 mm … muerto, quedé destrozada. El embrión dejó de crecer cuando tenía cuatro o cinco semanas. Eso significa que tuve un embrión muerto dentro de mi útero durante más de dos meses.”

Agotada emocionalmente, Lupe también estaba preocupada por el impacto que esto tenía en su salud. “Puedes tener una infección o algo así”, dice. “Sólo tres meses antes, este fue el hospital donde… sabes lo de Savita Halappanavar –la dejaron morir de septicemia– tenía un aborto espontáneo.”

Lupe quiso que se eliminaran los restos del feto, pero el médico le dijo que necesitaba otra exploración para asegurarse de que el embrión no estaba creciendo.

“Esta gente me dejaría morir”

Lupe no se lo creía. “¿Cómo podía estar creciendo si estaba muerto?”, pregunta. ¿Esperaban un milagro o algo así?”

“La doctora dijo ‘lo entiendes’ y yo le dije ‘no, no lo entiendo’ y ella me dijo  –esto fue realmente bueno– que había una [recomendación] internacional que dice que no se puede detener un embarazo si el embrión mide menos de 7 mm. Que hay que hacerse dos exploraciones.”

Lupe señaló que le habían hecho dos exploraciones, pero le dijeron que “la primera se hizo en una clínica privada, no en el hospital, por lo que no podían aceptarla”.

Entonces Lupe se asustó de verdad. “Me quedó claro que si surgía alguna complicación, esa gente me dejaría morir, como hicieron con Savita”, dice. “No me sentía ya como un ser humano porque no me trataban como a un ser humano.”

Tuve un embrión muerto dentro de mi útero durante más de dos meses.

Lupe

Obligada a salir de Irlanda

Decidida a tomar la situación bajo su control, Lupe regresó a su país de origen, España, para recibir tratamiento. Poco antes de iniciar el viaje sufrió un aborto espontáneo.

“Hicimos el viaje a España en domingo, un viaje de 16 horas en total, en automóvil, avión, tren y taxi”, dice. “Fui sangrando todo el camino… en cuanto nos fuimos a dormir comencé a sentir las contracciones.” El aborto de Lupe terminó en un hospital local.

“Esta es la historia de mi pesadilla”, dice. “He estado en el infierno varias semanas.”

“Ahora creo que cuando una mujer se queda embarazada en Irlanda, pierde sus derechos humanos. Los médicos de allí no saben hacer un seguimiento adecuado del embarazo”, dice. “Ahora me doy cuenta de que la primera vez que estuve en mi médico de familia para obtener la confirmación del embarazo, el día que me felicitó, mi embrión llevaba muerto un mes.”

*Nombre ficticio. Apoya a Lupe y a otras mujeres en su misma situación. Pide a Irlanda que cambie su legislación sobre el aborto. #noesunadelincuente.

Este artículo aparece también en el número de julio-septiembre de la revista Miradas.