Es una tarde cálida y soleada de noviembre en el polvoriento desierto de Jordania.
En un enorme edificio con techo de zinc, niñas y niños descalzos se alinean en el piso de hormigón: nenes regordetes de cinco años al lado de adolescentes altos y circunspectos.
La mayoría visten inmaculados trajes blancos y llevan cinturones de diferentes colores ceñidos a la cintura.
Cuando la clase de taekwondo comienza, todos practican sus patadas (arriba), dirigiendo los pies a cojines que los profesores sostienen a la altura del pecho. El ambiente disciplinado se alborota cuando se incorporan otros niños, creando pequeñas áreas de caos.
Lo más importante aquí es la educación formal y general de los niños, y también hacer amistades.
Mahmoud, profesor de Taekwondo
Las cifras


Aprender taekwondo no resolverá los graves problemas en esta ciudad aislada del desierto:
pobreza, trauma, sobrevivir al invierno. Pero es una contribución positiva que sin duda funciona: aquí los niños y niñas son felices y están llenos de energía.
Uno de sus siete profesores es Mahmoud, refugiado de Daraa, ciudad siria al otro lado de la frontera. “Lo más importante aquí es la educación formal y general de los niños, y también hacer amistades”, dice.
Algunos no van a la escuela o tienen familias numerosas, así que los traemos aquí y ellos se comportan bien.
Mahmoud, profesor de taekwondo
¿Qué pide Amnistía Internacional?
Queremos que los países más ricos del mundo acojan al 10 por ciento de los refugiados sirios más necesitados en 2015 y 2016: un total de 380.000 personas. Nuestro objetivo son los gobiernos de Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Reino Unido y Uruguay.


Un rayo de esperanza
Tariq y Neda también huyeron de Daraa. Ahora viven en Irbid, segunda ciudad en población de Jordania. Enclavada al fondo de una calle secundaria, la empinada escalera de su edificio lleva a un pequeño apartamento en la tercera planta.
Innumerables pares de zapatos ante la puerta revelan las 21 personas que viven aquí: sus hijas mellizas de siete meses, su hijo de dos años y su familia extensa, todos compartiendo cinco habitaciones.
Tariq nos da la bienvenida y nos hace pasar a un escueto salón decorado con papel de pared marrón y cojines de color ocre en el suelo; nos ofrece café. Mientras los niños juegan, nos dice que ser detenido y ser torturado en Siria durante 24 días fue como 24 años. “Me golpeaban en zonas sensibles y me quemaban con cigarrillos.”
Huyó a Jordania en marzo de 2012 y ganó lo bastante para que sus familiares se reunieran con él. Pero perdió su empleo cuando el gobierno de Jordania comenzó a impedir que los sirios trabajen. Jordania acoge ahora a casi 620.000 refugiados, y el país siente la presión.
Me golpeaban en zonas sensibles y me quemaban con cigarrillos.
Tariq
Una oportunidad para establecerse
Tariq y Neda se sienten frustrados y preocupados, pero hay un rayo de esperanza: el ACNUR ha determinado que cumplen las condiciones para establecerse de modo permanente en otro país.
El reasentamiento es una oportunidad de cambiar de vida a la que tienen acceso refugiados especialmente vulnerables, como supervivientes de tortura, personas con problemas médicos graves, mujeres y niños y niñas que corren peligro de sufrir abusos.
Pero el proceso avanza con una lentitud exasperante: sólo 7.737 refugiados sirios se habían reasentado en otros países hasta diciembre de 2014. La mayoría de los países no han abierto aún sus puertas a ninguno.
Pensamos que las sociedades más ricas del mundo pueden hacer más por los refugiados sirios. Por eso nuestra campaña #OpenToSyria insta a sus gobiernos a que tiendan una mano a países como Jordania abriendo sus puertas a quienes, como Tariq, más lo necesitan.
El reasentamiento por sí solo no resolverá la crisis de refugiados de Siria. Pero al igual que la escuela de taekwondo de Zaatari, es una contribución tangible que podemos hacer para ayudar a algunas de las personas atrapadas en la mayor crisis humanitaria de nuestra época.