La lucha contra la tortura: “No bajen la guardia”

Por Alex Neve, secretario general de Amnistía Internacional Canadá (habla inglesa)

Llevábamos dos horas y media de viaje desde que salimos de Guadalajara. Al acercarnos, el ominoso nombre de la cárcel, CEFERESO número 4, Centro Federal de Readaptación Social, surgió, enorme e intimidante, al pie de una colina.

La siguiente hora la pasamos recorriendo interminables controles de seguridad, la mayor cantidad por la que he pasado en una visita a una cárcel en ningún lugar del mundo. Nos pusieron un sello en los antebrazos, visible sólo con una luz especial, y que tuvimos que enseñar a la salida para demostrar que ninguno se había quedado en lugar de un preso. De hecho, la seguridad visible era mayor de lo que yo había visto en ninguna de mis visitas al centro de detención de Estados Unidos de Guantánamo, en Cuba.

Todo esto, pensarán ustedes, porque el equipo de Amnistía iba a ver a un famoso terrorista, al capo de un cartel de la droga o a un temido jefe de la delincuencia organizada.

Nada de eso. Íbamos a entrevistar a Ángel Amílcar Colón Quevedo, activista de derechos humanos que ha soportado tortura, discriminación racial y un proceso jurídico terriblemente injusto durante más de cinco años. Que un hombre así, tras haber pasado por semejante abanico de graves violaciones de derechos humanos, esté encerrado en un lugar tan ominoso y duro añade una dimensión especialmente cruel a las injusticias que ha sufrido.

Ángel, un hombre elocuente que rezuma elegancia, dignidad y un estimulante compromiso con la justicia, nos habló de su trabajo y de sus viajes en defensa de su comunidad afrodescendiente garífuna y denunciando problemas medioambientales. A comienzos de 2009, sufrió una inmensa tragedia personal: uno de sus dos hijos enfermó de cáncer y el dinero necesario para costear el tratamiento que podría salvarle la vida al muchacho superaba con mucho lo que su padre podía ganar en Honduras. Como tantos cientos de miles de centroamericanos y centroamericanas, emprendió el viaje de la emigración. Atravesó México, en dirección a la frontera con los Estados Unidos, con intención de cruzarla y encontrar un trabajo con el que conseguir el dinero que su familia necesitaba deseperadamente.

Pero todo salió muy mal. La policía estatal hizo una redada en la vivienda de Tijuana donde esperaba para cruzar. Ángel huyó, pero fue detenido en las inmediaciones.

Y entonces comenzó la tortura.

Lo golpearon una y otra vez en las costillas, le hicieron caminar arrodillado, le dieron patadas y puñetazos en el estómago. Con los ojos vendados, lo trasladaron a una base militar, donde oía los gritos de otras personas que estaban siendo torturadas.

Le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza para provocarle sensación de asfixia. Lo hicieron desnudarse y lamer los zapatos de otros presos. Proferían contra él insultos racistas. Y todo esto siguió durante 16 horas, después de las cuales lo obligaron a hacer una declaración y sirviéndose de ella lo acusaron de pertenencer a una banda de delincuentes. A pesar de que se retractó de lo declarado cuando más tarde fue llevado ante un juez, y describió cómo lo habían torturado, esa declaración sigue formando parte del sumario y no se han investigado los hechos.

Hasta este año, cinco después de su terrible experiencia, no ha sido examinado por fin por expertos médicos independientes, que han confirmado casi con total certeza que fue torturado. Y sin embargo, sigue tras las rejas.

Las próximas semanas son críticas, pues la fiscalía decidirá a mediados de octubre si sigue adelante con el caso.

Al comenzar nuestra visita, le informamos de la oleada de activismo que, tanto en México como en todo el mundo, se ha desarrollado y se desarrollará en su favor. Pudimos mostrarle páginas y páginas con los mensajes de solidaridad de más de 2.000 personas que ha recogido la Sección Mexicana. Enseguida sus ojos se llenaron de lágrimas, sin duda conmovido por saber que tanta gente, en tantas partes del mundo, sabía de su caso, se preocupaba por él y actuaba para conseguir su libertad.

Nos contó la profunda tristeza que sintió cuando supo que su hijo había muerto de cáncer pocos meses después de salir él de Honduras, y el dolor de llevar tanto tiempo separado de su esposa y su otro hijo, que sólo tenía dos años cuando se fue.

Pero aún tiene esperanza de que se hará justicia: “Ahorita me gustaría algo: que pongan ante la justicia a la gente que cometió estos actos. […] Que se presente a la justicia y que la justicia haga lo que deba hacer. Para que esas cosas no vuelvan a pasar. Que lo que me pasó a mí no le pase a otras personas.”

Expresó su agradecimiento a las personas que habían actuado en su caso y en otros. Y con el corazón en la mano, pidió que todas las personas que se habían solidarizado con él y que están contra la tortura “no bajen la guardia”. Como señaló: “La tortura no tiene color, no tiene raza, no tiene distinciones algunas. Puede ser cualquier persona. Y destruye. Destruye la vida, destruye a la persona.”

Al terminar nuestra visita hubo cálidos y estrechos abrazos. Me sentí como si me despidiera de un buen amigo, pero sabiendo que nos volveríamos a encontrar. Todo el equipo salió del CEFERESO número 4 con la firme determinación de hacer todo lo que pudiéramos en las próximas semanas para atraer aún más atención sobre el caso y generar aún más presión sobre las autoridades mexicanas. La decisión sobre el caso está  prevista para mediados de octubre, el margen de tiempo para conseguirlo es crítico.

Ángel confía en que su libertad está cerca. “Para mí me gustaría en este momento que se me diera la libertad”, nos dijo. Su confianza debe ser nuestra confianza. Su determinación debe ser la nuestra.

#StopTortura en México. #Free Ángel Colón. Firma la petición. Escribe una carta. Y consigue que el mayor número posible de amistades, familiares y compañeros y compañeras de trabajo lo hagan también.

No podemos bajar la guardia.

¡Actúa!

Más información:

México: Las autoridades guardan silencio ante el aumento alarmante de las denuncias de tortura y malos tratos (noticia/informe, 4 de septiembre de 2014)