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Denunciando: Naomi Barasa en una gira organizada el año pasado para pedir el fin de los desalojos forzosos en Kenia. © Amnesty International
Con motivo del Día de Acción Blog 2013, Naomi Barasa, organizadora de campañas de Amnistía Internacional Kenia, cuenta cómo ver a unas mujeres desnudarse para protestar la animó a hacerse activista de los derechos Humanos. Describe vívidamente cuán brutales pueden ser los desalojos forzosos y explica cómo nació un movimiento de activistas de base en los asentamientos precarios de Nairobi y cómo podemos apoyar su lucha por que se ponga fin a los desalojos forzosos.
Procedo del segundo mayor asentamiento precario de Kenia, Korogocho. He sido activista casi toda mi vida, pero, probablemente, cuando era muy joven no lo sabía. Sufríamos mucha discriminación y violencia en la infancia: he visto asesinar a mujeres y a jóvenes, casar a niñas de 12 años. Yo intentaba conseguir que la gente respondiera a estas cosas, porque sabía que estaban mal.
Desnudas para protestar
Me di cuenta de que era activista cuando me hice miembro de un movimiento que propugnaba la liberación de los presos de conciencia. En Kenia hubo un gobierno de partido único hasta 1992, y el activismo en favor de los presos políticos se intensificó mucho antes de que los dejaran en libertad.>br /%lt;Las mujeres –las madres, hijas, tías, hermanas– se pusieron en huelga de hambre en un parque público, y las trataron terriblemente mal. Yo tenía a penas 19 años y participé en esa protesta, aunque personalmente no conocía a ningún preso político.
Las mujeres se desnudaron, incluso, para protestar contra la detención de sus seres queridos. Resultaba sorprendente ver la desnudez de las ancianas africanas; culturalmente es una abominación. Tras escuchar a las mujeres contar sus casos, me sentía como si yo también fuera presa de conciencia, no entre cuatro paredes, sino en una prisión geográfica mayor. Sin derecho a la seguridad, a un hogar seguro y digno, ni acceso a la educación, ¿cómo vas a ser libre?
Pollos aplastados
He visto muchísimos desalojos forzosos. En Kenia son siempre repentinos: se hacen de noche o muy de madrugada, y la gente está desprevenida cuando llegan las escavadoras. A veces marcan los edificios con una cruz roja, o se oyen rumores la noche anterior. Es una táctica para inmovilizar, desorganizar y dispersar a la gente, por que así las comunidades no pueden oponer resistencia.
Ves un gran despliegue policial, y enormes escavadoras y máquinas que avanzan. Entonces se ordena salir sin más a la gente. En 2009, en julio –el mes más frío en Kenia–, se avisó a 3.000 personas con tres horas de antelación, a las seis de la tarde, para que abandonaran sus hogares. A las cuatro de la mañana del día siguiente llegaron las escavadoras y lo aplastaron todo. La gente estuvo un mes viviendo a la intemperie, con frío y lluvia, y sin ninguna ayuda humanitaria.
Vi otro desalojo en octubre de ese mismo año. Era día de escuela y época de exámenes en todo el país. Aplastaron incluso los pollos. Vimos a mujeres hurgando en los escombros en busca de los jerséis de sus hijos porque estaba lloviendo.
Y en otra ocasión vi a una mujer que quedó atrapada entre dos paredes cuando las excavadoras comenzaron a demoler las viviendas. Estuvo dos horas allí colgada, porque era demasiado peligroso sacarla; tuvo que venir una grúa a rescatarla. Quedó estéril a causa de las lesiones, y acababa de casarse. Ahora tiene una discapacidad y camina con muletas. Era costurera, pero ya no puede hacer ese trabajo. Tiene que tomar a diario caras medicinas debido a las complicaciones. Así es como son los desalojos forzosos.
Después del desalojo suelen levantar un muro o una valla para que la gente no pase. A veces hay policía o guardias armados. Poco a poco comienza a desaparecer la gente: se van a otros asentamientos precarios, regresan al campo o se ven obligados a vivir de alquiler en viviendas que no puede pagar.
Nace un movimiento de activistas de base
Cuando las excavadoras demolieron la comunidad de Marigoini en 2009, decidimos ir a ver al director gerente de la empresa de ferrocarriles de Kenia para preguntarle por qué habían echado a la gente de las tierras. Tras explicarles claramente que lo que estaban haciendo era ilegal según el derecho internacional, accedieron a dejar regresar a las personas desalojadas y consultar debidamente a los residentes acerca de sus planes.
Este enfoque de confrontación y solidaridad resultó muy efectivo, así que la gente dijo: “hagámoslo otra vez”. Así es como nació el Equipo de Respuesta Rápida. Hoy día es un movimiento de activistas de base, con más de un millar de miembros, el 99 por ciento de ellos de asentamientos precarios de Nairobi. Es un movimiento de hombres y de mujeres, jóvenes y viejos. Muchos de sus miembros han sufrido un desalojo forzoso o están expuestos a sufrirlo en cualquier momento.
Conoce a algunas de las personas con quien trabaja Naomi en el asentamiento precario de Deep Sea de Nairobi, incluida Diana Nyakowa, que es portada en el número de WIRE de septiembre/octubre (en inglés), haciendo clic en los números de esta imagen en 360 grados:
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Su función consiste en vigilar y denunciar los desalojos forzosos a fin de impedirlos, hablar con las autoridades, protestar y exigir que los desalojos sigan los debidos procesos. Amnistía Internacional trabaja en estrecha colaboración con el Equipo de Repuesta Rápida. Junto con él, verificamos los rumores y documentamos los desalojos y les hacemos seguimiento. Sensibilizamos y formamos a la gente sobre el derecho a la vivienda y sobre cómo oponer resistencia estratégicamente a los desalojos. Así, cuando los rumores de desalojo se hacen realidad, al menos saben que es una violación de derechos humanos.
Es importante acudir simplemente a llorar con la gente>br /%lt;Si se ha producido ya el desalojo, es todavía muy importante ir simplemente a llorar con la gente, a darle esperanza y decirle que la vivienda en un derecho por el que merece la pena luchar. Intentamos que la gente se mantenga unida, que no se disperse y no haya ya nada que hacer. El Equipo de Respuesta Rápida va a los mercadillos locales a convencer a los vendedores de que donen mantas para gente que lo ha perdido todo, o se asegura de que la gente reciba las medicinas que necesita. Para las víctimas, significa mucho.
Y estamos teniendo impacto. Justo ahora estamos presionando en favor de la aprobación en Kenia de una nueva ley sobre desalojos y reasentamientos en virtud de la cual los desalojos forzosos se considerarán ilegales. Ayúdanos a conseguirlo firmando esta petición. En noviembre enviaremos todas las firmas a la ministra keniana de Administración Territorial, Vivienda y Urbanismo, Charity Ngil.
Gracias por tu apoyo y por ser activista de los derechos humanos.