Pocos castigos son tan crueles y deliberados como la desaparición forzada. La persona es arrebatada a sus seres queridos por funcionarios del Estado u otras personas que actúan en su nombre. Niegan que la persona esté bajo su custodia o rehúsan decir dónde está. Sumen a los familiares en un estado de angustia permanente, en el que intentan mantener viva la llama de la esperanza a pesar de que se temen lo peor. Y ese limbo puede durar años.